GET CARTER (1971, Mike Hodges) Asesino implacable
Es bastante común extender la denominación del noir a las complejas ramificaciones que el cine policíaco adquirió en otros países allende las fronteras norteamericanas. Fue una denominación de la que se escindió la del polar francés, pero que llegó hasta incluso nuestro país, teniendo su principal parada de fonda en el contexto del cine británico. Una cinematografía en la que incluso no pocos estudiosos señalan referencias de partida –como sucedió con el expresionismo alemán-, a la hora de configurar lo que en USA se generó como una corriente espontánea, que muchos años después fue configurada como el noir. Es evidente por tanto, que desde incluso los años treinta, en el cine de las islas se ha venido configurando una importante producción, que tuvo en los primeros años setenta una serie de exponentes, que miraban con cierto alcance, entre nostálgico y sórdido, tanto la propia relación del género con la idiosincrasia inglesa, como incluso ligándolo con ecos de la matriz americana. Estos tres referentes son GET CARTER (Asesino implacable, 1971), PULP (Historias peligrosas, 1972) y GUMSHOE (Detective sin licencia, 1971, Stephen Frears). Es curioso constatar como los dos primeros títulos fueron firmados por Mike Hodges –de previa ascendencia teleivisva-, y el primero y el tercero de los citados constituyeron sendos debuts de ambos en la gran pantalla, siempre dentro del ámbito de erigirse en modestas producciones, hoy día auténtico objeto de culto.
Y hay que reconocer que en ambos caso, puede decirse que dicha adjetivación puede ser más o menos entendible –quizá PULP quede más como un divertido juguete cinéfilo-, y el prestigio que ha ido sumando el debut de Hodges, le llevó incluso en 2000 a ser objeto de un remake –firmado por Stephen Kay y protagonizado por Sylvester Stallone-, que solo contribuyó a valorizar aún más si cabe la fuerza y dureza de su original. Con GET CARTER nos encontramos ante una historia quizá mil veces vista anteriormente en la pantalla. Sin embargo, lo que permite considerarla una película de notable interés –con episodios incluso magníficos-, reside por un lado en el tratamiento como guionista al que somete el propio Hodges la novela de Ted Lewis, a la integración que con el paso de los años le proporciona su propia textura visual eighties –que en otros ejemplos ha servido sin embargo para hacer envejecer no pocos títulos-. También a la mirada acre que nos brinda de una sociedad inglesa que se debate entre un pasado industrial dominado por la grisura, y la visión de una nueva era en la que como todo fondo se vislumbra un modo de vida nihilista y desesperanzado, en el cual la ausencia de todo escrúpulo por parte de Jack Carter (magnífico Michael Caine, que ejerció como uno de sus productores), en realidad no supone más que la legitimación de un modo de pensamiento que en el entorno que le rodea, se encuentra corrompido por completo.
GET CARTER se inicia con la noticia recibida por Jack, un componente de la banda que comanda Cyril Kinnear (el dramaturgo angry John Osborne, exteriorizando su rostro afilado) de la muerte de su hermano. Ello le llevará a un rápido traslado a Newcastle, en el Norte de Inglaterra. Será el sórdido marco industrial –destacado por la glacial fotografía en color de Wolfgang Suchitzsky-, poblado por esas anodinas y ennegrecidas viviendas de dos plantas, en una de las cuales se encuentra dentro del ataúd el cadáver de su hermano –un instante casi doloroso de contemplar-. Este será enterrado en la casi soledad de un funeral sin gente, con apenas escasos amigos, e intentando vengar lo que desde el primer momento, Carter intuye no ha sido ni un suicidio –como se pretende- o un accidente –se señala que este se emborrachó antes de sufrir un letal accidente de tráfico-. Como antes señalaba, el film de Hodges no resulta memorable por el seguimiento argumental que nos propone –por más que el mismo sea de una lógica aplastante-. Lo que importa en este caso son las maneras, las formas visuales, el laconismo que propugna el relato –que le acerca bastante al cine que en aquellos años realizaba el francés Jean-Pierre Melville-, y ante todo ese nihilismo que encierra la mirada seca y punzante de su protagonista, convertido repentinamente en un elemento molesto para todos aquellos personajes a los que hasta entonces ha servido. Ayudado por el espléndido tema musical de Roy Budd, y dejando de lado cualquier tentación de cita cinéfila –que solo asoma en el viaje inicial del protagonista, leyendo una novela de Chandler-, lo cierto es que desde el primer momento el espectador tiene constancia de asistir a un relato en el que casi sabe a ciencia cierta lo que va a suceder, pero no por ello deja de asistir hipnotizado a su trazado. Un recuerdo incómodo pero casi siempre fascinante, en el que la violencia –mostrada con contundencia pero al mismo tiempo un gran sentido de la contención-, las muertes, las medias verdades, los chantajes y un inútil sentido de la venganza, conformará una especie de siniestra y letal espiral de la que nadie escapará sin recibir en sus propias carnes una angustiosa sensación de pesimismo existencial. Es indudable que la propia conclusión del relato, es la que extrae GET CARTER de su condición de relato sobre la venganza, para convertirse en un auténtico e implacable apólogo moral de un mundo y una sociedad corrompida y casi sin vías de escape.
Tras un periodo de especial florecimiento en el cine inglés, no cabe duda que títulos como los mencionados, se erigieron como auténticos gritos agónicos de una industria que iba a ser fagocitada de nuevo por la industria norteamericana –de hecho, GET CARTER emergió de la división USA de la Metro Goldwyn Mayer. Y es probable de manera implícita que esa propia condición fuera la que les proporcionara esa sordidez, ese sentido de la violencia directa, que por otro lado se extendería a otros exponentes norteamericanos rodados en suelo británico –como es el caso de STRAW DOGS (Perros de paja, 1971. Sam Peckimpah), de la que no guardo un recuerdo ni cercano ni muy grato-. Lo cierto es que más de cuatro décadas después de su realización, y pese a ciertas debilidades, GET CARTER se mantiene casi intacta en su vigencia y dureza. En esa sensación percibida incluso desde esa primera secuencia expresada con un exagerado teleobjetivo; la de erigirse en un cuento cruel sobre una sociedad que dejaba atrás un periodo de superficial prosperidad, dentro del ámbito del cine de gangsters británicos.
Calificación: 3
2 comentarios
David -
En ella se suman influencias del cine negro, el thriller y el free cinema británico además de la citada textura visual y estética setentera.
Y todo ello cobra cuerpo y entidad en su protagonista, el gran Michael Caine.
El es el cuerpo y alma de esta película.
Una cinta imprescindible.
caguenross -
;)