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CINEMA DE PERRA GORDA

I'LL SLEEP WHEN I'M DEAD (2005, Mike Hodges)

I'LL SLEEP WHEN I'M DEAD (2005, Mike Hodges)

Realizador tan irregular como finalmente responsable de una trayectoria en la que incluso están presentes títulos de culto, creo que Mike Hodges ha aportado en los últimos años algunos de los más interesantes thrillers legados por el cine británico. Uno de ellos fue CROUPIER (1998) –con el que su protagonista, Clive Owen, inició su ascenso al estrellato- y otro lo ofrece este más reciente I’LL SLEEP WHEN I’M DEAD (2005), que bebe en su sentimiento de tensión y violencia interna, de aquellos policiacos que granjearon la efímera reputación de su realizador en los primeros compases de la década de los setenta. 

La película se inicia con un amplio plano general en donde Will Graham (de nuevo un excelente Clive Owen), reflexiona ante la muerte por suicidio de su hermano Davey (Jonathan Rhys Myers). Ya desde el primer momento las imágenes destacarán por la alternancia temporal que protagonizan los dos hermanos. En esos instantes y con un destacado componente visual, se logra describir una sucesión de fríos, despersonalizados y nocturnos exteriores, una estilización formal y una iluminación caracterizada por colores lívidos, que potencian el sentido de abstracción definido en una historia de escueto desarrollo argumental, pero que acierta a la hora de trasladar una atmósfera entroncada con el cine negro y basada en la intuición. En este sentido, habría que remontarse varias décadas atrás con THE DRIVER (Driver, 1978. Walter Hill) para encontrar un referente adecuado, que del mismo modo destilara una indudable influencia en el cine polar francés de tiempo atrás. 

La singularidad de la propuesta de Hodges viene dada por esa elíptica presencia de una violencia latente en sus personajes, que –según todas las referencias- había logrado plasmar anteriormente con sequedad en su casi mítica GET CARTER (Asesino implacable, 1971) –que reconozco no haber visto aún-. En esta ocasión ese rasgo resaltará por la abstracción de sus encuadres exteriores, que narran una historia caracterizada por el peso del pasado y los sentimientos generados en el ayer –representados en la película por el personaje de la dueña del café que interpreta con gran serenidad la veterana Charlotte Rampling (el instante en que contempla una grabación en vídeo en la que aparece alegremente junto a Will y Davey, es suficientemente reveladora de una relación y una efímera felicidad que ya no existe). 

En I’LL WHEN... confluyen diversas subtramas que quizá no se resuelvan a entera satisfacción para aquel que se limite en la pantalla a seguir hasta el último pormenor de una historia. En esta ocasión, el culpable indirecto del suicidio de Davey no está relacionado con el mafioso que recela ante el retorno de Will –a quien todos evocan al describirlo como un hombre caracterizado por la dureza de su personalidad-. Quizá en esta vertiente, el film de Hodges no buscaba el seguimiento lineal de un argumento sino, por el contrario, inclinarse en una línea que marcaba THE BIG SLEEP (El sueño eterno, 1946. Howard Hawks) y dejarse llevar por unas atmósferas ubicadas en tiempo presente, pero que se definen como auténticas fantasmagorías de un pasado. Un tipo de cine que indirectamente se evoca en este thriller intenso y por momentos casi doloroso, en el que hay que destacar el cuidado puesto en sus elementos de sonido y  banda sonora, pero que logra de su interiorización y contención, su mayor rasgo de estilo –la película no se puede, por otra parte, caracterizar de cinéfila-. 

Es en esos abundantes nocturnos solitarios urbanos, donde se realiza una mirada casi existencial sobre el ser humano, sobre la huella que una ausencia deja entre aquellos que convivieron con el desaparecido, y la fuerza de unión que pese a la distancia, puede llegar a unir a estos dos hermanos, incluso cuando uno muere –como en una visión, Davey es entrevisto en un escaparate por Will, intuyendo este que algo grave le ha sucedido-. 

Creo que la principal limitación de I’LL WHEN... –que lamentablemente no ha logrado estreno normalizado en España y solo se ha podido recuperar por su edición en DVD- es la de dejar determinados elementos en el aire y sin una clara resolución argumental. Eso impide que se pueda considerar un film plenamente acabado, aunque si brillante y revelador de que propuestas de estas características siguen teniendo vigencia en el cine de nuestros días. La espléndida labor del conjunto de reparto contribuye a ello, y del mismo me gustaría destacar, pese a su breve presencia en pantalla, al joven Jonathan Rhys Myers, quien en su encarnación del joven arrogante que medra por colectivos de clases altas, compone un retrato preciso y lleno de carisma y magnetismo. Parece que hablemos de alguien que ha sido descubierto en MATCH POINT (2005, Woody Allen). Pero lo cierto es que algunos ya veníamos siguiéndole la pista y considerándole uno de los mejores intérpretes británicos de los últimos años. 

Calificación: 3

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