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CINEMA DE PERRA GORDA

THE PURSUIT OF HAPPINESS (1970, Robert Mulligan) Buscando la felicidad

THE PURSUIT OF HAPPINESS (1970, Robert Mulligan) Buscando la felicidad

THE PURSUIT OF HAPPINESS (Buscando la felicidad, 1970) se inserta en el que quizá sea el periodo más compacto de la filmografía del desconcertante realizador norteamericano Robert Mulligan. Y señalo esos dos términos, en la medida que Mulligan ya había dejado exponentes valiosos en la década precedente –su título más perdurable; TO KILL A MOCKINGBIRD (Matar a un ruiseñor, 1962), y el previo y poco conocido, pero estupendo THE GREAT IMPOSTOR (El gran impostor, 1961)-, pero cierto es que estos se insertaron en un corpus irregular rodeado de films poco perdurables. Por el contrario, cuando firma el título que nos ocupa, nos encontramos con unos modos visuales y narrativos bastante personales, que si bien en algún momento le pudieron traicionar por estar muy configurados y datados en su tiempo, no es menos evidente que en bastantes ocasiones logró atraerlos para manifestar un flujo narrativo hasta cierto punto inquietante, y en este caso más centrado en reincidir en historias centradas en esa América contracultural, que ya había mostrado en la previa UP THE DOWN STARCAISE (1967). En una u otra vertiente, lo cierto es que si algo caracterizó al Mulligan de estos años, es una innegable capacidad para la observación, que en títulos como el que centran estas líneas se ofreció en una mirada más o menos crítica en torno a la realidad manifestada por una sociedad en la que bullían elementos contradictorios entre su visión tradicional, y los nuevos vientos generacionales que se vislumbraban en su seno. Por otra parte, el director también logró introducir esa mirada en otros de los títulos que se insertan en este periodo, en el que me gustaría destacar el insólito western THE STALKING MOON (La noche de los gigantes, 1968), o el no menos fantasmagórico THE NICKEL RIDE (El hombre clave, 1974) –que hoy por hoy considero su propuesta más valiosa-.

Dentro de dicho marco genérico, lo cierto es que THE PURSUIT OF HAPPINESS, es una muestra más de la introducción de una mirada crítica a un periodo convulso de la sociedad norteamericana. El desencanto sufrido a finales de los sesenta, o la presencia de los movimientos pacifistas y contraculturales que emergieron a partir del conflicto del Vietnam, favoreció la presencia de no pocos films, que llevaban en su seno el marchamo de expresión de dichas circunstancias. Serían exponentes que podríamos delimitar desde las experiencias extremas –y caducas- dirigidas por Dennis Hopper, o la aportación brindada por el habitual actor Paul Newmann con su díptico RACHEL, RACHEL (Raquel, Raquel, 1968) y THE EFFECT OF GAMMA RAYS ON MAN-IN-THE-MOON MARIGOLDS (El efecto de los rayos gamma sobre las margaritas, 1972) entre otros muchos. Fue moneda corriente encontrarse, desde finales de los sesenta a principios de la década siguiente, numerosas apuestas cinematográficas insertas dentro de este capítulo, algunas de las cuales nacieron viejas ya desde el momento de nacer, aunque en su momento y aún hoy sigan en algunos casos manteniendo la vitola del clásico; es el caso de la mediocre MIDNIGHT COWBOY (Cowboy de medianoche, 1969. John Schlesinger).

Analizada dentro de dicho conjunto de producción, y también atendiendo a su inserción dentro del conjunto de la obra de Mulligan, hay que reconocer que THE PURSUIT OF HAPPINESS se mantiene con mayor grado de interés que otras propuestas coetáneas, por más que la misma no adquiera una especial perdurabilidad, erigiéndose en una más de aquellas propuestas sobre la llegada de la forzada madurez, que caracterizaron el cine de su tiempo –otro ejemplo sería ADAM AT SIX A.M. (Adam a las seis de la madrugada, 1970. Robert Scheerer)-. En esta ocasión el entramado de esta curiosa tragicomedia, se centra en el joven William Popper (Michael Sarrazín), joven perteneciente a una acomodada familia protestante, quien ha preferido abandonar las prebendas de su entorno social, dedicándose a los estudios viviendo de manera alternativa, y teniendo como principal apoyo en su novia –Jane (Barbara Hershey)-, así como su extravagante y diletante amigo Melvin (Robert Klein). Una noche lluviosa, cuando se dispone a visitar a su padre –a quien tenía bastante abandonado-, atropellará y causará la muerte accidental a una anciana. El trágico e inesperado incidente, se erigirá como catalizador de esa nueva perspectiva que tendrá que asumir nuestro joven protagonista, rompiendo con la visión idealista de la vida que hasta entonces ha presidido su comportamiento. Así pues, su pacífica rebeldía contra el sistema no dejará de encontrar escollos, que partirán desde su propia familia, y tendrán su prolongación legal en el proceso que vivirá y lo condenará finalmente a un año de prisión por homicidio involuntario. En la cárcel tendrá como compañero de celda a un conocido ejecutivo encarcelado por turbias decisiones, y trabará una superficial amistad con otro recluso negro de declarada homosexualidad. Su muerte en una refriega contra su amante en prisión, llevará a William de nuevo al estrado, en donde actuará como testimonio voluntario, aunque el mismo contradiga los términos que le ha transmitido su tío, quien no desea que se vea de nuevo implicado en elementos que puedan retrasar su cercana puesta en libertad. En medio de la kafkiana situación, este aprovechará la situación y emprenderá una fácil huída, dedicándose a buscar la ayuda de su novia –y la económica de su familia- para escapar no solo de su prisión física, sino sobre todo romper amarras con un modelo de sociedad en el que no se sentirá cómodo ni deseará establecer su futuro.

Se puede admitir que la conclusión de THE PURSUIT OF HAPPINESS deviene bastante recurrente en el conjunto de títulos que se insertaban en dicha corriente. Y ello aunque resulte atractiva visualmente esa huída en un sencillo avión hacia México, discurriendo por la inmensidad de la urbe neoyorkina, y culminando la película por ese congelado de imagen en un primer plano sobre la estatua de la libertad. Hasta llegar ese instante, la peripecia de Popper nos llevará a una asumida pero pacífica rebeldía con esa sociedad que contempla con desaprobación su ateísmo, describe los modos de funcionamiento de una sociedad en su aspecto legal, de la que será conocido representante su beligerante tío, que se erigirá como símbolo de todos aquellos rasgos que el joven protagonista rechaza con tanta sinceridad como ausencia de beligerancia. Ese carácter pasivo será potenciado por la habitual inexpresividad de Michael Sarrazín, a la cual le seguirá la callada dignidad de su padre –el siempre estupendo Arthur Hill, intérprete bastante recurrente en este tipo de producciones-, teniendo el divertido contrapunto con la matriarca de la familia –magnífica Ruth White- que con fortaleza, ingenio y conocimiento de los recovecos de la vida, no duda en utilizar sus recursos para salvaguardar el buen nombre y el poder de la familia. Pese a la suma de todos estos elementos, no cabe duda que en la película interesan más los acertados modos narrativos esgrimidos por el cineasta, antes que la recurrente base argumental, tomada del libro de Thomas Rogers. Es por ello que Mulligan desplegará esa ya señalada capacidad de observación manifestada a través de una narrativa bastante funcional, que si bien en algunos instantes cede a ciertos efectismos visuales –el teleobjetivo y el zoom utilizado en la muy cursi secuencia en la que los dos novios se bañan en pleno campo, que permitirá un efímero destape de ambos-, en líneas generales se centra en un eficaz tratamiento cinematográfico, esgrimiendo los rasgos de una tragicomedia narrada en voz callada, con un consistente sentido de la cotidianeidad, quizá demasiado deudor de la introducción de un fondo sonoro –obra de Dave Grusing-, indudablemente ligado a su tiempo y, por ello, considerablemente envejecido.

Calificación: 2’5

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