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CINEMA DE PERRA GORDA

TORCH SINGER (1933, Alexander Hall & Georges Somnes) Sinfonías del corazón

TORCH SINGER (1933, Alexander Hall & Georges Somnes) Sinfonías del corazón

Viniendo de las manos de quien viene, la primera sensación que albergo al contemplar TORCH SINGER (Sinfonías del corazón, 1933), es la de la sorpresa. Sorpresa que no viene por las intrínsecas cualidades de su relato –basado en la historia de Grace Perkins “Mike, trasladado como guión a la pantalla por Lenore J. Coffe y Lynnn Satrling-, sino por el hecho de encontrarnos ante una película dirigida por Alexander Hall –un realizador especializado en la comedia por el que tengo una cierta simpatía-, y que en esta ocasión nos sorprende con una producción de la Paramount caracterizada en primer lugar por la precisión y ritmo interno alcanzado -apenas sobrepasa los setenta minutos de duración-, utilizando para ello la elipsis con una precisión en no pocos momentos admirable. Pero esa sorpresa viene dada de la mano de suponer una película en la que Hall apuesta por una claro melodrama Pre Code, caracterizado en no pocos de sus instantes por una dureza, que si bien es mostrada de forma sutil, y generalmente sin alzar el tono, no es menos cierto resulta inusual en las obras más conocidas del director –que se extienden sobre todo en la década de los cuarenta, y en la que se encuentran títulos bastante interesantes-. Ese contraste entre el Hall que muestra esta película, y el que caracterizó su faceta posterior más conocida, no impide reconocer en determinados momentos –sobre todo en su un tanto acomodaticia conclusión, que diluye la dureza que el metraje esgrime en no pocos de sus pasajes- ese cierto tono más o menos complaciente, que sin embargo nunca dejó de erigirle como uno de los realizadores de comedia –de los que podríamos denominar “de segunda fila”-, más perdurables de su tiempo. Quizá en ello influya la presencia como codirector del anónimo Georges Somnes.

No cabe duda que una película como TORCH SINGER no se podría haber producido apenas un año después, cuando Will Hays implantó ese nefasto código en el contexto de las producciones cinematográficas, apelando al moralismo y limando las aristas o la previsible dureza que se mostraban en muchas de sus producciones, la presencia de un erotismo más o menos soterrado, o incluso el protagonismo de retratos femeninos definidos en una clara personalidad, capaces de luchar contra la oposición de una sociedad machista. Esa es precisamente la génesis del film que comentamos, que ya desde el principio –el instante en que nuestra protagonista; Sally Trent (magnífica, como siempre, Claudette Colbert)- revela al contar el escaso dinero que posee, que se trata de una joven de escasos recursos, y se muestra nerviosa al no poder pagar el importe del taxi que le llevará a un hospital de caridad. La benevolencia del taxista, constrastará con la visión que el cineasta mostrará de la institución religiosa en la que Rally va a dar a luz a una niña. Sin cargar las tintas, y con un enorme sentido de la sutileza, el film no deja de aparecer patente la enorme rigidez de una institución religiosa encargada de poner en práctica la caridad, pero al mismo tiempo incapaz de mostrar la necesaria comprensión con una madre obligada a llegar a la situación por una circunstancia extrema –su novio la ha abandonado al marcharse a China; atención al detalle de la madre superiora al poner una interrogante cuando Rally se niega a revelar la identidad del progenitor de la pequeña-. Los instantes posteriores no serán menos sombríos, mostrando entre luces oscuras el doloroso parto de nuestra protagonista, quien iniciará una vida en común con otra de las jóvenes que acudió a dicha institución de caridad para dar a luz en este caso a un niño –Dora Nichols (Lydia Roberti)-. Ambas podrán durante un tiempo vivir juntas dentro de un ambiente de extrema austeridad, aunque sobrellevarán dicha circunstancia con sana alegría. Todo ello será mostrado por haal y Somnes –unido a la pertinencia de su montador: Eda Warren- con un encomiable sentido de la síntesis. Síntesis que repentinamente se hará dolorosa cuando Dora deje sola a su hasta entonces compañera. La cámara mostrará el rápido proceso que desahuciará a Sally, con apenas dos detalles; la nota dejada al lechero que llevará a este a no servirles más botellas –todo ello, en un plano rodado a ras de suelo-, y de otro, la nota de la casera del apartamento que impedirá a la joven y su hija volver a habitar el mismo por falta de pago. Ante un mundo que se le ha echado encima, y sin posibilidad de encontrar trabajo, Sally recurrirá a la familia de Mike, el padre de la pequeña y enamorado de nuestra protagonista, recibiendo el menosprecio por parte de la tía del joven –otra secuencia revestida de una especial severidad-, que se marchó a China sin dejar noticias. Acuciado por una situación sin solución posible, tendrá que retornar a la institución religiosa, en donde se recrudecerá esa visión sombría de una institución en principio puesta al servicio de los más necesitados. Allí se harán cargo de la niña, pero por el contrario Sally tendrá que renunciar por escrito a la custodia de la pequeña, en uno de los instantes más duros del relato.

Tras una búsqueda de trabajo como corista, que el director solventará una vez con el uso de oportunas elipsis, TORCH SINGER describirá como aquel empresario que había señalado a Sally que sufriera en la vida para poder tener una voz más adecuada, finalmente la contratará cuando la descubra cantando en un club de medio alcance, bajo la nueva denominación de Mimi Benton. A través del contrato que le ofrecerá, la nueva Mimi se irá labrando fama dentro del mundo de la canción nocturna e insinuante –es revelador ir deteniéndose en la letra de las canciones que interpreta-, logrando la admiración del mundo masculino, y al mismo tiempo el desprecio de las mujeres bienpensantes y puritanas de la época. Dentro de este nuevo modo de vida, más cómodo, Mimi conocerá al joven Tony Cummings –un Ricardo Cortez mucho más amable y creíble de lo habitual en su limitado registro interpretativo-, con quien iniciará una relación que le hará olvidar aquel Mike que marcó su vida, y le dio como fruto a la pequeña Sally –hija-. Esta relación, entre amistosa y sólida, propiciará que la frívola cantante nocturna se interne de manera inesperada en el mundo de las retransmisiones radiofónicas, ejerciendo como exitosa protagonista de un breve programa de radio promocional, en un rol que entusiasmará a los pequeños, y que ella utilizará para intentar recuperar a su pequeña, puesto que encontrándose en una situación económica desahogada, ni la institución religiosa a la que acudió en su momento aceptará su donativo de quinientos dólares –quizá por venir firmados por su nuevo nombre- y también por la imposibilidad del detective contratado de dar con la más mínima pista de la pequeña, de la que solo se mantiene su nombre y fecha de nacimiento. A partir de su rol radiofónico –que combinará con sus actuaciones nocturnas- Mimi realizará una campaña para encontrar a todas las Sallys que la escuchen, llevándole a una secuencia conmovedora con una niña de color –que vive en una deteriorada cabaña- a la que obsequiará y ofrecerá su cariño.

Y como en todo melodrama que se precie, el concepto de la casualidad, permitirá que el regresado Mike –que del mismo modo ha intentado infructuosamente contactar con la antigua Sally, a la que escribió sin que ella recibiera sus escritos, y sin ser informado por su tía del momento en que llegó a su acomodada mansión cuando le pidió ayuda para su hija-, se encuentre con ella en plena actuación, recibiendo el rechazo de una mujer que despechada ha sufrido en su andadura vital, expulsándole del camerino. Sin embargo, la simiente de la resolución de TORCH SINGER ya está sembrada, aunque para nuestra heroína la imposibilidad de encontrar a su hija la lleve a una depresión que se extienda en varios días, dándose al alcohol y abandonando incluso sus compromisos radiofónicos. Tony y el veterano Juddy Judson (Charley Grapewin), la localización en pleno hundimiento moral e incluso etílico, llevándola hasta el lugar en que debería hacer la locución de su personaje, para la que está imposibilitada. Sin embargo, en un último esfuerzo, Mimi logrará hacer una última llamada, a la desesperada, que logrará el fruto apetecido, permitiendo un futuro unido a esa pareja que se interrumpió años atrás, y a la pequeña fruto de una relación que siempre ha quedado latente. Antes lo señalaba; la escasa credibilidad de la conclusión del relato ¿Cómo la madre no consigue la cusotidia de su hija y sí su padre, que en ningún momento se hizo cargo de la misma? ¿Cómo es posible que Tony renuncie con tanta facilidad como nobleza al auténtico sentimiento que siente por Mimi, al saber que esta ha retornado con Mike? ¿Es de verdad creíble que tantos sufrimientos entre ella y su antiguo pretendiente puedan ser solventados por el cariño que la madre ha mantenido siempre con su hija, incluso en esos años en los que no ha sabido nada de ella? Son, sin duda, inconvenientes y objeciones, que no impiden valorar el interés del conjunto de esta película, que en no pocos momentos nos acerca a los melodramas que John M. Stahl filmara en aquellos años para la Universal –alguno de ellos protagonizado por la propia Claudette Colbert-. Sin embargo, Hall apuesta antes por el uso de una narrativa ágil y recursos narrativos novedosos, que por la visión del mundo y de las relaciones sentimentales que Stahl aportó en sus producciones de aquellos años treinta, ligando dicha circunstancia con el contexto socioeconómico que definieran los convulsos años de la “Gran Depresión” norteamericana. En cualquier caso, la recuperación de TORCH SINGER sirve para completar los perfiles de un director más interesante de lo que se le ha venido a reconocer, al tiempo que confirmar el sentir que marcaba el cine USA de aquellos primeros años treinta, y que prácticamente de un mazazo sería eliminado debido a las tesis moralistas de un personaje indeseable para la evolución para un cine libre y sin cortapisas.

Calificación: 3

1 comentario

feaito -

Otro excelente review de una gran descubrimiento de la época Pre-Code. Claudette Colbert como siempre sensacional.