RACHEL AND THE STRANGER (1948, Norman Foster) Vuelta al amanecer
Años después de ir fogueándose en producciones de serie B, lindantes con el serial, y protagonizadas por personajes tan conocidos como Mr. Moto o Charlie Chan durante la década de los años treinta, Norman Foster fue escalando peldaños en el seno de la R. K. O., donde se responsabilizó de largometrajes en líneas generales poco conocidos, con la excepción del atractivo film de misterio JOURNEY INTO FEAR (Estambul, 1943) –que solo se suele citar para apelar a las supuestas aportaciones sin acreditar de Orson Welles –uno de los componentes de su cast-. Sin embargo, en aquellos años cuarenta se suceden diversos títulos como antes señalaba bastante desconocidos –como el apreciable KISS THE BLOOD OFF MY HANDS (Sangre en las manos, 1948), entre los que se encuentra RACHEL AND THE STRANGER (Vuelta al amanecer, 1948), curiosamente editada manteniendo la traducción literal de su título original; RAQUEL Y EL FORASTERO. Sin haber podido seguir muy de cerca la treintena larga de largometrajes que componen la filmografía de Foster, es bastante probable que sea este uno de sus títulos más valiosos, revestido ante todo de la simplicidad de los clásicos, erigiéndose como una atractiva muestra del denominado Americana.
El film –que contó con guión del posterior blackisted Waldo Saltz; MIDNIGHT COWBOY (Cowboy de medianoche, 1969. John Schlesinger)-, a partir de una historia de Howard Fast, destaca por la sencillez de su propuesta argumental. Esta se centra en la repentina viudedad del aún joven David Harvey (William Holden), un granjero aislado de la vida de la ciudad en las postrimerías de la Norteamérica del siglo XIX, quien tiene que correr a su cargo con su hijo, el pequeño pero vivaz Davey (Gary Gary). En ocasiones, los solitarios padre e hijo recibirán la visita de su viejo amigo Jim Farways (Robert Mitchum), dedicado a la caza y caracterizado por su espíritu nómada. Sin embargo, en un momento dado, David asumirá el hecho de la necesidad de una mujer para poder sobrellevar su vida austera en el bosque, para lo cual se dirigirá a la ciudad, con la intención de encontrar una criada. Sus amigos de la misma, prácticamente le harán ver que como cristiano, lo lógico sería que la mujer elegida se convirtiera en su esposa. Así pues, con un estoicismo cercano a la comedia, la joven Rachel (Loretta Young) se convertirá en la Sra. Harvey, dentro de una ceremonia que deviene tan extraña como hilarante, sobre todo por la contenida estupefacción que muestra nuestro protagonista –sometido a un compromiso que en realidad no buscaba-, y que contrastará con la dignidad y sutil satisfacción mostrada por la ya resignada esposa. Ambos regresarán a la cabaña, donde Rachel se comportará ejemplarmente ejerciendo como perfecta criada, dentro de un ambiente hasta cierto punto hostil. Todo ello, aunque que su esposo no deje de tratarla como a una extraña –en realidad su timidez le impide romper ese necesario hielo-, mientras que Davey verá en ella una intromisión en la figura de su desaparecida y venerada madre –uno de los aciertos del film es mantener en todo momento la evocación de su figura en el over narrativo-.
Sin embargo, muy lentamente esa frialdad inicial se irá diluyendo, sobre todo desde la llegada a la cabaña de Farways –que ya en el pasado disputó a la desparecida esposa de su amigo-, y que quedará cautivado ante la naturalidad y belleza de Rachel –facetas ambas que su esposo hasta el momento no ha sabido apreciar-. Será en esos fragmentos, donde el film de Foster alcance a mi juicio sus más altas cotas de interés, en medio de esas secuencias desarrolladas en el interior de la cabaña, donde el realizador utiliza admirablemente la disposición de los actores en el encuadres –en especial situando a David en el fondo del mismo-, para transmitir al espectador la sensación de “descubrimiento” de una mujer que hasta entonces no ha sido apreciada por el hombre que se ha comprometido con ella, ni el hijo que se ha mostrado renuente al no querer ver que en absoluto se plantea como una segunda madre. Hasta llegar a ese admirable punto de inflexión, Rachel irá curtiéndose no solo en las tareas domésticas, sino sobre todo en la dureza de la vida del campo, incluso adiestrándose en el uso de la escopeta. Pero todo ello estará mostrado en el film con un tono desdramatizado y bucólico, acentuando esa sensación de asistir a un relato en el que el componente dramático queda soslayado, con la sola excepción del ataque indio que sufrirá la pareja protagonista, inserto quizá como catarsis de cara al definitivo reconocimiento de David de la importancia que Rachel alcanza en su vida, reconociéndola finalmente como esa esposa que es, objeto de su amor e, igualmente, madre de su hijo.
Dentro de esa capacidad de Foster tras la cámara, para dotar de una destacada agilidad al relato, podemos resaltar igualmente esa inclinación a toques de comedia, centrados ante todo en el establecimiento de la competitividad que Fairways plantea al descubrir en la abnegada esposa aquello que David ha sido incapaz de advertir por su cabezonería o, quizá, una mal disimulada timidez. Ello llevará al personaje encarnado por Mitchum, plantear a su amigo “comprar” a su esposa –no olvidemos que este también pagó lo suyo para adquirir sus servicios, aunque los habitantes del poblado le aconsejaron la actitud cristiana de la boda-, viviendo ambos una tan espectacular como divertida pelea. Pero todo ello siempre servido con un sentido vitalista, en el que la presencia de la naturaleza adquiere un especial protagonismo –aunque la película esté rodada en blanco y negro-, y en el que el espectador en todo momento sepa lo que va a vivir –la película en sí misma no depara sorpresas-, aunque se deje incluso por momentos fascinar, por esa rara sensación de verdad que ofrecen sus personajes, a través de la frescura y sinceridad que transmite la puesta en escena aplicada por Foster –quien años después retomaría su implicación en títulos ligados al cine de aventuras-.
Para finalizar, no conviene olvidar un detalle. Nos encontramos con una producción de Dore Schary, valioso hombre de la R. K. O. caracterizado por su talante liberal, y al mismo tiempo por apostar en títulos donde la presencia de los niños tuviera un especial protagonismo. Es algo que tendrá como referencia títulos como THE BOY WITH GREEN HAIR (El muchacho de los cabellos verdes, 1948. Joseph Losey) o THE WINDOW (La ventana, 1949. Ted Tetzlaff), y que demuestran una extraña sensibilidad a la hora de captar ante la pantalla el mundo infantil, por encima de estereotipos y sensiblerías. Este es otro ejemplo de dicho enunciado, y hay que señalar que en absoluto desmerece de los ejemplos señalados.
Calificación: 3
3 comentarios
feaito -
Jorge Trejo Rayón -
Jóvenes Realizadores -
Te escribo desde la distribuidora de cortos y portal de cine Jóvenes Realizadores porque nos gustaría enviarte una propuesta por correo electrónico. ¿Nos podrías dar tu dirección de email?
Muchísimas gracias. Un saludo.