WOMAN ON THE RUN (1950, Norman Foster)
En numerosas ocasiones la valoración que se pueda efectuar de la producción de un género o una tendencia, deja discurrir por sus coladeros propuestas que con el paso de los años se revelan en prefecto estado demostrando la vigencia de sus planteamientos. Mucho más, en algunos casos, que títulos en su momento entronizados. Un ejemplo de dicho enunciado lo supondría para mi WOMAN ON THE RUN (1950, Norman Foster), que se revela no solo como competente thriller sino, sobre todo, logra bajo su formato de serie B erigirse como una extraña y finalmente original propuesta, imbricando en un relato de menos de ochenta minutos de duración una mirada nada solapada sobre la vida cotidiana de la Norteamérica urbana.
Nos situamos en la noche de San Francisco. Por allí pasea el anónimo Frank Johnson (Ross Elliott) con su perro, siendo testigo accidental de un asesinato ejercido contra el testigo judicial que iba a declarar contra un gangster. Huido repentinamente al saber la circunstancia y el peligro en que se encuentra, las pesquisas policiales –encabezadas por el inspector Ferris (estupendo Robert Keith)- se dirigirán hacia la esposa de Johnson –Eleanor (una espléndida Ann Sheridan, sobre cuya interpretación recae buena parte del peso de la película)-. Muy pronto advertirán que el matrimonio Johnson en la práctica era una unión inexistente, pero lo que no podrá adivinar su indiferente esposa es que las pesquisas que seguirán para dar con Frank, supondrán una auténtica catarsis que le permitirá acercarse al cariño que este le profesaba, aunque nunca se lo demostrara debido a una personalidad desprovista de ambición. En esta búsqueda, Eleanor tendrá que acercarse a él para entregarle una medicación que necesita –padece del corazón, síntoma este que su esposa desconocía-, discurriendo al mismo tiempo de la mano de un sagaz periodista –Danny Leggett (Dennis O’Keefe)- con el cual ha concertado una exclusiva que narrara el suceso vivido. Así pues, con el objetivo de encontrar a su esposo, el progresivo descubrimiento de la personalidad y los sentimientos de este, los despistes al seguimiento policial, la intención de que el asesino del testigo localice a Frank y lo liquide, ya que este lo pudo ver en el tiroteo, son elementos que van logrando formar la imbricación dramática de este WOMAN ON THE RUN.
Una película que en primer lugar destaca por la espléndida utilización de los escenarios naturales y urbanos de un San Francisco, cuyo marco muestra sin incidir demasiado en la descripción de un entorno alienado, pero quizá sí subrayando ese aspecto de soledad urbana inherente a cualquier apuesta policial de la época. En ese sentido, las secuencias finales desarrolladas en una feria nocturna –rematadas con ese inquietante plano de siniestro muñeco de feria riéndose- son bastante reveladoras. Junto a ello, es evidente que nos encontramos con un planteamiento dramático dotado de verdadero interés –una historia de Sylvia Tate, transformada en guión de la mano del propio realizador y Alan Campbell-. Se trata de algo que ya nos demuestran el giro de esos primeros minutos que nos predisponen a un relato de persecución militar, y que muy poco después derivará en un extraño relato de “descubrimiento”, en el que un matrimonio hundido y desahuciado en sus sentimientos, vivirán de forma inesperada estos hechos como un incidente casual y ajeno a ellos, finalmente revertirá en el elemento de choque que quizá ambos necesitaban para demostrarse a sí mismos que por encima de la rutina en los que habían forjado su relación, todavía podía encenderse la chispa de amor. En ese elemento concreto es donde cabe destacar la relativa originalidad de la película, ya que si bien discurre con seguridad por los derroteros de la crónica policial, y también en el de la presencia de ese asesino invisible que intentará eliminar a Frank, lo cierto es que el principal grado de interés de WOMAN ON… reside en la manera y la capacidad con la que se logra expresar cinematográficamente la crisis del matrimonio Johnson. Lo hará centrándose en la mirada y sentimiento expresado por esa Ann Sheridan que ofrece uno de los trabajos más completos de su carrera, mientras que asistiremos en off a numerosas evocaciones y situaciones del pasado de la pareja –el magnífico recorrido que se establece de la personalidad de Frank a través de los cuadros y dibujos que su esposa muestra al inspector Farris-. No es demasiado habitual asistir en el cine de la época a un relato en el que simples diálogos, descripciones puntuales y la acumulación de pequeñas pinceladas, permitan al espectador intuir el pasado de una relación en la que inicialmente brotó el lógico entusiasmo, mientras que poco después en su seno se asentara una desidia casi de vertiente existencial. Efectivamente, esa extraña combinación de melodrama tardío de vertiente psicológica y crónica policial, tamizada en la fisicidad establecida por la utilización de la ciudad de San Francisco, supone sin lugar a duda una tan extraña como valiosa combinación de elementos, que bastarían para facultar de un reconocimiento notable a esta casi desconocida propuesta de ese no pocas veces eficaz realizador que fue Norman Foster. Es más, su escuela wellesiana se hace presente en el clímax desarrollado en el parque de atracciones, fragmento del cual prefiero quedarme sin embargo con la delicada plasmación de esa sirena de arena que Frank ha dibujado en la playa, para con ello despertar en el recuerdo de su esposa la vivencia de uno de los mejores momentos de su vida de pareja.
Sorprendente, medido y dotado de una extraña personalidad, al tiempo que una progresión dramática impecable –junto a, no conviene omitirlo, ciertos convencionalismos-. WOMAN ON THE RUN se erige como una de las mejores realizaciones de Foster, dentro de un producto de aparentes cortos vuelos que, según se va desarrollando antes el espectador, ofrece mucho más de lo que inicialmente promete.
Calificación: 3
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