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CINEMA DE PERRA GORDA

THE BOURNE ULTIMATUM (2007, Paul Greengrass) El ultimátum de Bourne

THE BOURNE ULTIMATUM (2007, Paul Greengrass) El ultimátum de Bourne

No puede decirse que contemplar el metraje atropellado, liofilizado y sin alma de THE BOURNE ULTIMATUM (El ultimátum de Bourne, 2007. Paul Greengrass), me haya provocado sorpresa alguna. Tan solo recabar el desgaste en el interés de una serie que a mi juicio ofreció la simpática THE BOURNE IDENTITY (El caso Bourne, 2002. Doug Liman), decreció notablemente con THE BOURNE SUPREMACY (El mito de Bourne, 2004. Paul Greengrass) –pese a su cálida acogida- y decrece estrepitosamente en esta THE BOURNE ULTIMATUM, tercera entrega del personaje creado por la imaginación del novelista Robert Ludlum. En este caso, y más allá de evidenciar la mediocridad de los elementos que propone una película cuyo planteamiento argumental no debería exceder las veinte líneas, de comprobar como Matt Damon se pasea con cara de estreñido toda la película, como el presunto desarrollo dramático se reduce a insertar una serie de “complejas” persecuciones en medio de un mar de convenciones, donde hay que soportar una odiosa banda sonora encaminada a subrayar el efecto de choque de las citadas secuencias de acción, donde el presunto “mensaje” de deshumanización que proponen sus imágenes en realidad reviste unos matices de convencionalismo asombrosos, donde el diseño de personajes brilla por su ausencia y donde el recurso a la postal turística deviene cansino e incluso cargante. Una propuesta en el que la progresión del conjunto se dilucida en una mecánica mesa de montaje, y a partir de cuyo manierismo se plantea una pretendida realización dominada por movimientos de cámara innecesarios, un abrasador dominio del plano corto, y finalmente, una gratuidad visual que domina el conjunto desde el primer segundo de la función.

 

Ante una panorama tan claro, tan mediocre, tan de encefalograma plano, la duda no recae en el hecho de sobrellevar una carrera comercial más que envidiable –títulos incluso peores que este han logrado beneficios superiores-, sino que se me plantea ante el hecho de cómo un título con una deficiencias tan notorias como el que nos ocupa ha logrado una acogida crítica tan generalizada. Nos encontramos en un terreno sobre el que se plantea el hecho de que quizá nos encontremos absolutamente en periodo de caducidad, aquellos que valoramos cualquier película en función de sus presuntas cualidades de puesta en escena, ya que si por algo se caracteriza THE BOURNE ULTIMATUM es por su auténtica carencia de la cualidad más intrínseca del lenguaje  cinematográfico. No se puede decir que haya un solo plano –de los miles que derrocha a ritmo casi espasmódico el film de Greengrass- en los que se advierta el más mínimo elemento de elaboración por parte de su máximo responsable. En esa carencia de guión que domina las peripecias de esta mezcolanza de James Bond y agente de la guerra fría, se extiende un relato definido por episodios en ocasiones engarzados casi a vuelapluma, siempre dominados por esos planos generales de carácter turístico -¿de qué manera se eligieron las ciudades mostradas? ¿Había más ventajas fiscales en las “afortunadas”?-, y en unas secuencias de acción en las que predomina el elemento casi inverosímil, que tienen su mayor componente emocional en la insoportable musiquilla “compuesta” por John Powell.

 

Lo curioso del caso es que en una película que parece estar tan mal realizada como cualquier título de Michael Bay, goce de un mayor predicamento ¿A qué se debe? ¿A su aparente patina de seriedad? ¿A que han sabido vender bien un conjunto de naderías revestidas de trascendentalismo? ¿A la melena de Joan Allen? Sinceramente, no consigo explicarme causa alguna que justifique esta consideración, puesto que estamos ante uno de los ejemplos más palpables –y pretenciosos- de la degradación a que ha sido sometido el cine de acción norteamericano. Una degradación que habría que remontar quizá al cine de John Woo –que tantos seguidores tuvo en su momento-, y de la que todos y cada uno de cuyos latiguillos se expresan plenamente en esta tercera singladura de Jason Bourne. Si de alguna manera querían remontarse al pasado del cine, y tomar como referencia válida la valiosa persecución de un film tan mediocre como BULLIT (1968. Peter Yates) –título que, con todo, prefiero al que comentamos-, deberían haber asumido como aprendizaje que una película no se sustenta en unas secuencias de acción, y que Damon no es, ni de coña, Steve McQueen –al que tampoco es que jamás haya tenido como referencia especialmente gloriosa-.

 

Lo triste de THE BOURNE ULTIMATUM es que se nos ofrezca gato por liebre, y que ese gato encima sea aceptado con entusiasmo. Sinceramente, solo considero que salve de la consideración de engendro en esta película su cuidado diseño de producción, la labor que realiza David Strathairn de un personaje sobre el papel carente de matices, la presencia final del admirable Albert Finney, y quizá esos minutos finales en los que se logra trasladar a la pantalla la angustia creciente del protagonista al reconocer la realidad de su oscuro pasado. Escaso bagaje de un conjunto que carece de guión, por más que en él aparezca como firmante Tony Gilroy. Veamos una muestra del mismo. En la parte final, Bourne llega al despacho de Noah Vosen (Strathairn) robando de su caja de seguridad los documentos que comprometerían su trayectoria ilegal -¡y que encima ha logrado ver previamente con unas lentes especiales desde un lejano edificio!-. Pues bien, no contento con su hazaña, llamará a este desde el propio despacho, fardando y provocándolo ¿Hay alguien que haría eso en su lugar? ¿Hay alguien que se lo crea? Desde luego, yo no. Supongo que los miles y miles de personas y comentaristas que han disfrutado con una película sin alma, delimitada en la mesa de los ejecutivos y de su rutilante star, y que en la practica carece de dirección. Si quieren ver thrillers brillantes ejecutados en los últimos años, les recomiendo tres: MUNICH (2005, Steven Spielberg), COLLATERAL (2004, Michael Mann) y ZODIAC (2007, David Fincher) y, por favor olvídense de la franquicia de Bourne, que lleva camino de eternizarse en la pantalla.

 

Calificación: 1

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