CULT OF THE COBRA (1955, Francis D. Lyon)
CULT OF THE COBRA (1955, Francis D. Lyon) es la clásica película de la que no esperas prácticamente nada, y finalmente bajo su condición de declarada serie B, su combinación de film de terror y melodrama, y las influencias que retoma de otros títulos precedentes, esta modesta producción de la Universal International ofrece la sensación de un conjunto apreciable, que además merece una especial atención, dada su condición de resultar un exponente apenas conocido del género en dicho estudio, en el que curiosamente algunos de sus títulos más reputados devienen un tanto sobrevalorados, mientras que otros ignorados hasta el momento –como puede ser el caso-, mantienen una extraña vigencia.
El film de Lyon –del que no hace mucho recordábamos su agradable y casi inmediatamente posterior THE GREAT LOCOMOTIVE CHASE (1956)- se inicia de un modo convencional. Dicho comienzo muestra los últimos instantes en la India de un grupo de seis soldados estadounidenses que se encuentran a punto de regresar a sus respectivos países. De antemano, hay un elemento que contribuirá a dotar de espesura a esta pequeña pero agradable producción; la elección del blanco y negro a cargo del excelente Russell Metty. Es por ello que si olvidamos esos primeros minutos, en donde impera el tópico de la ambientación exterior de un mercadillo, muy pronto nos adentraremos en la ceremonia secreta de una secta creyente en el hecho de la conversión de una de sus mujeres en cobra, contemplada por nuestros protagonistas –camuflados bajo túnicas y capuchas- como si fuera una diversión turística, desoyendo uno de ellos la advertencia de no hacer fotografías bajo ningún concepto –el instante en que saca una cámara de considerables dimensiones, no permite precisamente dotar de credibilidad al relato-. Sin embargo, será el inicio de la espiral de horror cotidiano –el comando recibirá una maldición por parte de los componentes de la secta, quienes les señalarán que morirán uno tras otro- que tendrá su primer exponente con el fallecimiento de ese soldado que –en teoría- había sido salvado in extremis de la mordida de una cobra. Misteriosamente, en el propio hospital fallecerá cuando los médicos daban por segura su salvación. Los otros cinco componentes regresarán a la vida civil norteamericana, introduciéndose en la película el componente melodramático consustancial a la productora en aquellos años. Este se centrará ante todo en la relación de Julia Thompson (Kathleen Hughes) con Paul Able (Richard Long), dejando de lado al eterno amigo vértice de un triángulo de íntimos amigos, que completaba Tom Markel (Marshall Thompson). La decepción de este último no le impedirá aceptar la noticia e intentar que predomine el sentimiento de amistad entre ambos. Y será el momento en que aparezca en escena una hasta entonces vecina de apartamento para Tom. Se trata de Lisa Moya (una Faith Domerge incapaz de proporcionar a su personaje del necesario misterio), en realidad la mujer que en la India se erigiera en la misteriosa mujer cobra, encargada de hacer realidad la maldición, aunque para ello utilice un progresivo acercamiento amoroso hacia Markel, que por otro lado le solapará la decepción amorosa que le ha provocado Julia. Sin embargo, lo que podría suponer el inicio de una estabilidad no solo para este, sino ante todo la definitiva reincorporación de los cinco soldados supervivientes a sus labores previas en guerra, poco a poco irá adquiriendo tintes de tragedia, puesto que la rápida y progresiva desaparición de sus componentes –aunque en apariencia se produzca de diferentes maneras-, provocará la suspicacia progresiva de Paul y, en un momento dado, de Pete Norton (el carismático y eternamente desaprovechado William Reynolds). Sin embargo, y aún prosiguiendo en sus intenciones macabras, hay un elemento que se introducirá en las intenciones de Lisa; el amor que hacia Tom cobrará un lugar importante en su fuero interno.
Antes lo señalaba. CULT OF THE COBRA es una combinación de relato de terror, en el que tiene un componente considerable su adscripción melodramática habitual en el seno de su productora en aquellos años. Ello, y su ajustada duración de apenas ochenta minutos, permite que su discurrir adquiera una cierta destreza, sirviendo sus secuencias ligadas al primero de los géneros citados, como una especie de pequeñas pinceladas que se insertan oportunamente en su conjunto. Y es que, más allá de señalar la singular manera de expresar visualmente la actuación de la atacante ya en forma de cobra –por lo general mostrada en plano subjetivo, mirando a sus futuras víctimas a través de una especie de filtro-, lo cierto es que la película tuvo un claro eje de referencia al magnífico CAT PEOPLE (La mujer pantera, 1942) de Jacques Tourneur. Es algo que no solo se toma de manera genérica, a la hora de asumir la tragedia de Irina en Lisa –en esta ocasión asumido como un personaje dotado de una menor hondura dramática-. Sin embargo, resulta evidente que diversas de las secuencias terroríficas de CULT OF THE COBRA están claramente tomadas del film de Tourneur producido por Val Lewton. Así pues, la secuencia en la que Rico Nardo cierra su bolera y descubre los indicios de una extraña presencia en las pistas –un bolo se cae inesperadamente y sin razón aparente-, nos recuerda claramente la secuencia de la piscina del mencionado referente. Por otro lado, en la muerte por supuesta caída de otras de dichas víctimas, Pete contemplará un instante antes de dicha caída mortal el paso inesperado de un autobús –una de las escenas más célebres y aterradoras del clásico de la RKO. Finalmente, el hecho del descubrimiento de Pete de la verdadera identidad de Lisa, nos podría remontar al rol del psiquiatra que Tom Conway ejercía en la obra de Tourneur –por más que tanto aspectos físicos y objetivos de ambos caracteres sean diametralmente opuestas-.
Y, para no ser menos, la conclusión del film aparecerá igualmente bastante pareja en CULT OF THE COBRA como en CAT PEOPLE, con el sacrificio de la mensajera de la muerte, sacrificada precisamente por amor. En esta ocasión, la policía y el propio Tom podrán contemplar a su amada convertida en cobra, en una percutante secuencia donde querrá librarse de la terrible serpiente luchando con ella para lanzarla por la ventana. Finalmente lo conseguirá, contemplando la transformación del letal reptil en esa mujer que durante un tiempo amó y se convirtió en una esperanza para su vida. Así pues, pese a las pocas expectativas iniciales, lo cierto es que CULT OF THE COBRA se erige como una pequeña pero apreciable muestra, en la que la mixtura de géneros –drama y horror- y su propia humildad, finalmente se convierte en su mayor aliado.
Calificación: 2’5
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