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CINEMA DE PERRA GORDA

THE FLAME OF NEW ORLEANS (1941, René Clair) La llama de Nueva Orleans

THE FLAME OF NEW ORLEANS (1941, René Clair) La llama de Nueva Orleans

Es probable que THE FLAME OF NEW ORLEANS (La llama de Nueva Orleans, 1941) no contribuya demasiado a imaginar el enorme prestigio que durante décadas albergó la figura de su director, el francés René Clair. Considerado uno de los cineastas más prestigiosos de su país, su injustificada valoración cayó en picado a partir de la década de los sesenta, década en la que concluyó su filmografía, hasta el punto de que podríamos decir que las flechas se tornaron lanzas en el terreno de la crítica cinematográfica. Y quizá no había para tanto, no solo entre aquellos que en el pasado lo consideraron un maestro, ni en cuantos se molestaban en atacar profundamente a un modesto cineasta, caracterizado por la blandura de su puesta en escena, pero al mismo tiempo artífice que algunos títulos simpáticos, quizá en ocasiones a pesar suyo. Por eso, y pese a lo que antes señalaba y a sus curiosos condicionamientos de producción –se trata del primero de sus cuatro largometrajes firmados en Estados Unidos, auspiciado por la Universal-, resulta evidente comprobar como en ella se detectan las cualidades y defectos que caracterizaron su cine.

En realidad, la película se erige como una comedia vodevilesca de época, claramente influencia en Lubitsch, destinada al supuesto lucimiento de Marlene Dietrich. Su argumento nos lleva a la New Orlenas de mediados del siglo XIX, en donde con un ingenioso inicio –una voz en off acompaña una panorámica sobre el Mississipi y el encuentro de unos pescadores de una misteriosa vestimenta de boda femenina encontrada por unos pescadores en pleno río-, se nos introduce a la llegada de la Condesa Claire Ledoux (Marlene Dietrich) a New Orleáns, exteriorizando una supuesta sofisticación aunque escondiendo su absoluta ruina, para lo cual deseará encontrar a un acaudalado candidato para poder casarse con él. Esa circunstancia se presentará en la figura de Charles Giraud (Roland Young), una atildada y ya madura personalidad de la ciudad, que desde el primer momento –la secuencia desarrollada en la ópera-, quedará rendido por la sofisticación de la condesa, proponiéndole rápidamente en matrimonio. Esta no dudará en aceptar, pero en dicho proceso se interpondrá el destino en la figura del joven, robusto y atractivo marinero Robert Latour (Bruce Cabot), con quien tendrá un desagradable encuentro en pleno camino –este llegará a tirar el carruaje que tripula cuando Claire no atienda la petición de este de detenerla, ya que el cordón con su mono se ha enganchado a la misma-, fijándose esta en la rudeza que destacan en sus embarradas botas. Pese a ello, más adelante comprobará la noble personalidad de este, instalándose en ella la dualidad de seguir el camino del amor que le proporciona el marino, o en su defecto solucionar su futuro aceptando la proposición de matrimonio que le brindará Giraud. Dada la situación de ruina que mantiene, no dudará en inclinarse por la segunda opción, aunque tenga que plantearse la creación de una supuesta prima suya de sorprendente parecido –a la que denominará Lily-, que servirá para poderse zafar entre los dos hombres, instalando con ello situaciones vodevilescas de diversa y variable efectividad.

Partiendo de una duración bastante ajustada de poco menos de ochenta minutos –lo cual hablará a las claras sobre el hecho de encontrarnos ante una serie B-, lo cierto es que en la película –de conjunto discreto-, hay situaciones que albergan cierta validez como comedia de enredo –no olvidemos la presencia como guionista de Norman Krasna-, que puede ejemplificarse en situaciones divertidas y secuencias corales. Sin duda una de las más destacadas será aquella en la que la inesperada presencia de Molotov (el divertido Mischa Auer) en un baile, introducirá en la celebración el pasado de nuestra protagonista y, sobre todo, cierto innombrado incidente en San Petersburgo, con cuya elipsis se producirán hilarantes reacciones. El molesto marco para Claire provocará como única salida crearse el ficticio personaje de su defenestrada prima Lily, para poder zafarse de las acusaciones de Molotov, quien apenas logrará eludir la amenaza de duelo que sobre él lanzará el indignado Laotur –en ese momento se producirá el instante más divertido del relato, con la huída del nervioso Molotov, pillando un sombrero de talla más ancha que la suya, que le cubrirá por completo la cabeza. En cualquier caso, lo cierto es que en todo momento uno percibe las posibilidades que podría albergar el mismo material si este hubiera recaído en las manos del autor de TO BE OR NOT TO BE (Ser o no ser, 1942. Ernst Lubitsch), lo cual en principio otros cineastas si lograron revertir en un resultado más satisfactorio. Sin salirnos del ámbito de la comedia de época, podemos reseñar el estupendo resultado logrado por un Otto Preminger en teoría muy fuera de su terreno con la trepidante A ROYAL SCANDAL (La zarina, 1945).

Por el contrario, pese a un diseño de producción adecuado, lo cierto es que más allá de la falta de química romántica existente entre la Dietrich –de quien se le conocieron mejores horas- y el estólido Bruce Cabot, y la ausencia de verdadero timing romántico –quizá solo en sus últimos minutos se desprenda algo de ello-, lo cierto es que aparecen en mayor grado uno de los grandes defectos del cine de Clair. Me refiero con ello a su desfasada dirección de actores, exteriorizando la misma en una constante sucesión de gesticulaciones por parte de la mayor parte de ellos, que ha envejecido poderosamente con el paso de los años. Pese a ello, no dejaremos de reseñar la efectividad de secuencias como la que se producirá con Claire yendo hacia su vivienda y siendo seguida por Latour y Giraud, donde ambos intentarán contemplar la última pelea de esta y Lily –aunque en la misma este último se percatará de la falsedad de esta dualidad-, dentro de una conjunto discreto y modesto, en el que dentro de su limitado grado de efectividad, ante todo destaca la sorpresa de evocar que su firmante fue considerado en aquellos tiempos, uno de los cineastas más valorados en todo el mundo.

Calificación: 2

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