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CINEMA DE PERRA GORDA

THE MAN WHO NEVER WAS (1955, Ronald Neame) El hombre que nunca existió

THE MAN WHO NEVER WAS (1955, Ronald Neame) El hombre que nunca existió

Cuando no hace mucho comentaba GOLDEN SALAMANDER (La salamandra de oro, 1950), hacía referencia a la consideración de su director –Ronald Neame-, como artífice escasamente distinguido de una entrañable y ocasionalmente poco valiosa pléyade de realizadores de índole artesanal, que forjaron algunas de las mejores páginas del cine británico. Quizá fui un tanto severo con dicha afirmación –sería recomendable además la revisión de algunos de los títulos que tengo en una lejana memoria firmados por él-. Además, en lo que señalaba a dicho film como el más atractivo que había contemplado hasta el momento en su filmografía, de entrada he de señalar que ha sido revocado al poder valorar THE MAN WHO NEVER WAS (El hombre que nunca existió, 1955), que no solo eleva este escalafón al encontrarme ante su título más logrado de entre los que he podido acceder de su filmografía, sino que en sí mismo se ofrece como una propuesta insólita y atractiva, combinando un relato dramático inserto en un contexto bélico, revestido de una patina existencial, y basado además en unos hechos reales que fueron modificados parcialmente en su traslación para la pantalla. Todo ello, a partir del libro escrito por el propio protagonista del film, el teniente comandante Ewen Montagu (encarnado en la película por un magnífico Clifton Webb), transformado en guión fílmico por Nigel Balchin.

La acción de THE MAN WHO NEVER WAS se centra en el año 1943, en plena II Guerra Mundial, cuando las autoridades militares británicas se plantean la necesidad de elaborar un plan que disuada a las fuerzas nazis de las intenciones británicas de tomar la isla de Sicilia, como punto de partida de cara al contraataque bélico, ya logrado con éxito en zonas ligadas a Oriente. A través de dicha imperiosa circunstancia, y teniendo que plantear algún señuelo que indique a los nazis unas falsas intenciones de invadir otros ámbitos –se plantea como alternativa Grecia-, Montagu dará vida junto a su fiel teniente Acres (Robert Flemyng, el posterior Dr. Hitchcok de Ricardo Freda), un ingenioso plan que en principio provocará no pocas reticencias entre los altos mandos, pero al cual finalmente Churchill –al que la película no mostrará, más que en un off narrativo, dentro de un despacho del que no contemplaremos más que la puerta-, dará el visto bueno. La idea –en principio descabellada-, se centrará en proponer la llegada a las costas españolas –en concreto a las de Huelva-, el cadáver de un supuesto oficial británico, que contuviera entre su documentación los indicios señalados de una invasión británica en Grecia. La intención se centrará en hacer creer a los nazis –se plantea la circunstancia de una delegación existente en la citada costa, hecho por el cual se ha decidido tirar al mar allí el cadáver, sabiendo que las corrientes lo llevarán a la costa- esta intención inglesa, para con ello lograr que desplacen tropas de Sicilia, lograr hacer más fácil dicha invasión, y salvando al mismo tiempo miles de vidas de soldados de su ejército.

A partir de dicha premisa, el acierto de THE MAN WHO NEVER HAS se centra en lograr una crónica en todo momento atractiva, y en algunos incluso apasionante del desarrollo de dicha iniciativa, a través de una narrativa en la que destaca su minuciosa plasmación –y al que el uso del CinemaScope y el color proporciona de un extraño aliciente-, logrando interesar al espectador en todo momento en su trazado. Evidentemente, nos encontramos con una historia que de entrada ofrece numerosas posibilidades, y a la cual la confluencia de un equipo y una implicación generalizada, proporcionó el resultado apetecido. En ello, se establecerá una creciente espiral de tensión –el instante en que Montagu y Acres reciben la confirmación de que la documentación ha llegado hasta manos alemanas, aunque estos simulen dicha circunstancia-, logrando además introducir determinadas subtramas –el personaje que encarna Gloria Grahame (Lucy Sherwood), amiga de la secretaria de Montagu, que en un momento determinado supondrá un elemento crucial para dotar de credibilidad al plan ejecutado-. Este será investigado por un enviado nazi; el irlandés Patrick O’Reiily (encarnado por un carismático Stephen Boyd, que fue seleccionado por William Wyler para encarnar al Messala de BEN-HUR (1959)precisamente por este trabajo), quien irá siguiendo todas las pistas y señuelos dejados entre la documentación deliberadamente incorporada al cadáver. En sus pesquisas, O’Reilly encontrará indicios de clara ambigüedad respecto a la veracidad del plan, estando en contacto con el mando nazi a la hora de enviar unos resultados que finalmente, y de forma casi casual, confirmará mediante el drama mostrado por Lucy delante de él, al percibir su desolación ante la muerte de lo que este pensará es el cadáver del oficial rescatado, y que en ella se produce en realidad por un piloto muerto con el que había consolidado una relación sentimental.

Son diversos los elementos que complementan el atractivo del film de Neame. Uno de ellos lo supone ese alcance existencial que propone su prólogo y epílogo, con el fondo de una voz en off que subraya la ausencia de identidad del cadáver que protagonizará el plan, y que Montagu y sus ayudantes lograrán por parte de un joven fallecido por neumonía –una enfermedad que impediría identificar el hecho de haber contado con un cuerpo sin vida desde su inicio, y logrando con ello la credibilidad ante las fuerzas alemanas-. Esta circunstancia de partida, tendrá un punto de inflexión en la magnífica secuencia en la que nuestro protagonista logrará el permiso del padre del fallecido, cuyo cuerpo nunca será mostrado. Una escena desarrollada en el propio hospital, dominada por una magnífica construcción del encuadre y contención dramática. En realidad, lo que planteará la aventura de THE MAN WHO NEVER HAS no es más que la relatividad de la existencia física, como punto de partida para lograr preservar otras miles de vidas. Es por ello que un ser anónimo, que simbólicamente recibirá la condecoración impuesta a Montagu, en la emotiva conclusión del film dentro del cementerio español donde se ha enterrado su cadáver, será el protagonista indeseado de una odisea donde la inventiva y la minuciosidad –el plan será elaborado con precisión matemática-, se pondrá a prueba de fuego a un enviado alemán provisto de igual modo de una inusual perspicacia –a lo cual Boyd ayuda con su magnífica interpretación-. Del mismo modo, no me gustaría dejar de destacar el acierto en la ambientación lograda en las secuencias rodadas en España, tanto en la descripción de la tipología y ambiente misérrimo de una España recién salida de la guerra civil e inserta en el franquismo –es curioso señalar que la película pudo ser estrenada en su momento en nuestro país, quizá debido a considerar en la narración a España como territorio neutral; cosa que en realidad fue-, respetándose incluso el uso del castellano en las intervenciones de los lugareños españoles.

En definitiva, THE MAN WHO NEVER WAS supone, una vez más, el triunfo de la labor en equipo, encaramada en torno a un material de base no solo provisto de atractivo en si mismo, sino que a través de su tratamiento dramático y fílmico, puede ofrecer una dimensión por momentos casi metafísica.

Calificación: 3

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