TROOPER HOOK (1957, Charles Marquis Warren) [El sargento Hook]
Poco a poco va emergiendo la filmografía de ese estimable realizador que fue el norteamericano Charles Marquis Warren, extendida en la pantalla grande a cerca de una veintena de títulos, entre los cuales destacó su probada fidelidad al western. No podemos decir a tenor de lo contemplado que se encuentre en su obra una aportación de primer nivel, pero sí se aprecia en ella el sedimento de diversos temas abordados en el género, apostando por su sustrato dramático inclinado por una vertiente melodramática. Es algo que se manifiesta de manera muy clara en este apreciable TROOPER HOOK (1957) –jamás estrenado en las pantallas grandes españolas, aunque editado digitalmente con el título de EL SARGENTO HOOK-, que de entraba asume ese look sombrío que caracterizaba a buena parte de las muestras de género surgidas en el seno de la United Artists en la segunda mitad de los cincuenta. En ello, uno de los elementos que influyen de manera más poderosa, es la elección de ese blanco y negro fotográfico –responsabilidad de Ellsworth Fredericks-, envolviendo y otorgando al conjunto un aire de fantasmagoría con el predominio de exteriores nubosos y un tono oscuro en el que se inserta el discurrir de una balada que interpreta de manera intermitente, nos contará la andadura del Sargento Hook (Joel McCrea), un veterano militar dotado de un especial sentido de la justicia, a cuyo través se insertarán una serie de elementos consustanciales en el devenir del cine del Oeste. La posibilidad de la segunda oportunidad, una mirada revestida de cierta complejidad en torno a la figura del indio, la insolidaridad de la comunidad, la búsqueda de la madurez –en el personaje que encarna el joven Earl Holliman-, la codicia o, en definitiva, la existencia de prejuicios entre los que en teoría deberían autodenominarse seres civilizados –representado en el marido de Cora, la protagonista femenina del relato-.
TROPER HOOK se inicia de manera percutante, mostrando la ejecución de un grupo de soldados por parte de los indios de la tribu apache que comanda Nanchez (Rodolfo Acosta). La secuencia sorprende por la dureza que brinda al espectador en sus primeros fotogramas, predisponiéndonos a un relato quizá dominado por su maniqueísmo en torno a la crueldad de los indios. Por fortuna, la película pronto gira en torno a la llegada de Hook, incendiando los soldados el poblado apache, y capturando a sus moradores, entre ellos al imperturbable Nanchez. Entre los capturados se encontrará una mujer blanca, circunspecta y sin habla, que protege con especial arrobo a su hijo. Se trata de Cora (una estupenda Barbara Stanwyck, en su último rol cinematográfico hasta que retornara a la pantalla grande varios años después, tras una triunfal andadura televisiva). Esta fue capturada nueve años atrás por los apaches, y encontró en su unión con Nachez una posibilidad de salvación, que le llevó a tener un hijo de él. Será un niño que se erigirá como un auténtico elemento de conflicto, ya que el deseo de su madre de mantener la custodia del mismo, marcará en el devenir del film la fuga y el deseo del líder apache de recuperar al muchacho, o el eje que provocará el pequeño a la hora de revelar la hipocresía y el puritanismo de una colectividad en teoría definida en su piedad y sentido civilizado, pero que es incapaz de asumir el desgarro interior que mantiene esta mujer prudente y resignada, a la que se pretende devolver a su marido, del que ha estado separada esos nueve años que han transcurrido desde que sufriera el asalto apache y solo la convivencia con Nanchez le sirviera de defensa.
La aportación de la Stanwyck y la química mantenida con McCrea, unido a ese aspecto sombrío antes señalado, proporciona al film de Warren una extraña textura. En muy pocos instantes veremos en sus imágenes momentos memorables, pero de su conjunto se desprende una extraña sensación de melancolía, como si de ese extraño –y en ocasiones pueril- aspecto de balada, fuera la base para la plasmación de un argumento en el que se recogen toda una serie de arquetipos bien conocidos en el devenir del género, expuestos en esta ocasión en ocasiones con sequedad, en otras con singular acierto –pienso en ese plano que encuadra los pies de Cora y su hijo tras salir del baño en un lago, provocando el hasta entonces soterrado deseo del militar-, y en algún caso con cierto sentido de la redundancia –el innecesario diálogo final del joven Jeff (Holliman), señalando que en el viaje en diligencia ha madurado-. En cualquier caso, y aún percibiendo sus limitaciones, lo cierto es que el devenir de TROOPER HOOK adquiere un singular y relajado interés, teniendo su epicentro en el viaje en caravana del militar custodiando a Cora y su hijo, hasta llevarla de nuevo con su esposo –Fred (el excelente John Denher, aquí por debajo de sus posibilidades)-, quien no podrá superar el hecho de tener que convivir con el pequeño indio, fruto de la relación de su esposa con Nanchez. Este último por su parte escapará de la prisión a que ha sido sometido, siguiendo de cerca el discurrir de la caravana ocupada por nuestros protagonistas, y en la que también viajará Jeff, así como una joven muchacha educada y dispuesta a ser casada por decisión de sus familiares, acompañada por su tutora, y uniéndose a ellos el siniestro y arrogante Charlie Travers (el estupendo y habitual secundario de comedia Edward Andrews), quien en un asedio de las huestes del huído Nantez, no dudará en ofrecerse ante este para evitar ser atacado en la emboscada. Todo ello tendrá lugar en un estupendo episodio, en el que Hook pondrá a prueba su astucia, forzando un componente dramático al amenazar con el asesinato del niño hijo de este y de Cora, si no logran dejarlos libres de la emboscada.
En donde flaquea un poco el film de Warren, es en el episodio –ubicado casi al final del metraje-, conde Cora se reúne con su antiguo esposo, mostrándose este renuente a aceptar al pequeño indio, e incluso mostrando su inclinación a la violencia, al exteriorizar su intención de matar a este cuando Cora decida abandonarles. Sea por desarrollarse en interiores –la película adquiere la peculiaridad de su atmósfera con esa ya señalada fantasmagoría que ofrece la presencia de nubes en sus exteriores terrosos-, o quizá por la ausencia de una mayor capacidad de arrojo, este fragmento no se encuentra a la altura del conjunto del relato, aunque cierto es que la inesperada aparición de Nanchez, haciendo justicia en el momento crítico, servirá para concluir de manera un tanto amable –ese guiño reiterado de Hook al hijo de Cora-, la segunda oportunidad para un hombre que hasta el momento nunca ha querido encontrar otro asidero emocional que pudiera poner en riesgo su vocación militar, y también para esa mujer que de manera resignada y humilde ha sufrido en sus carnes mucho más de lo que puedan entender aquellas personas de su raza que la han mirado con desprecio desde el momento de ser rescatada.
Estimable y agradable en su contemplación, revestida de ese rasgo de singularidad propio de los westerns surgidos en aquel tiempo en el seno de la United Artists, ambiciosa a la hora de albergar en su metraje numerosos elementos característicos del género, e incapaz en su conjunto de aunarlos con un resultado más compacto, dentro de sus limitados logros, en TROOPER HOOK encontramos un título que al menos intenta bajo su condición de producto de serie B, aportar no pocos elementos de interés, aunque estos aparezcan expresados sin esa deseada homogeneidad que les permitiría obtener un resultado global más consistente.
Calificación: 2’5
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JOSE MANUEL -
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