TENSION AT TABLE ROCK (1956, Charles Marquis Warren) Ansiedad trágica
He de reconocer de entrada una cuestión. El recuerdo lejano pero permanente de CHARRO (1969), aquel lamentable western protagonizado por un ya abotargado Elvis Presley, siempre me ha predispuesto en contra el nombre del modesto profesional que siempre fue el norteamericano Charles Marquis Warren (1912 – 1990). No obstante, dichos prejuicios deben dejarse un poco de lado al intentar acercarnos a una filmografía que alcanza unos quince largometrajes, rodados entre 1951 y el ya mencionado 1969, en una andadura que Warren combinó con una dilatada andadura televisiva. Por lo general, el cineasta dedicó obra en el cultivo de géneros tradicionales, entre los cuales el cine del Oeste parece que fue al que se sintió más a gusto, ofreciendo títulos que presupongo jamás se elevaran del terreno de lo estimable, pero que no por ello merecen quedar en el olvido.
Uno de dichos ejemplos lo ofrece TENSION AT TABLE ROCK (Ansiedad trágica, 1956), en el que su artífice atiende a un proyecto de la ya seminal RKO, en un western que tiene más de drama psicológico aunque, eso sí, desarrollado en un ámbito propio de dicho género, del que el especialista y buen amigo Carlos Díaz Maroto, destacaba sus semejanzas con SHANE (Raíces profundas, 1953. George Stevens). Algo de ello hay en la singladura de su protagonista; Wes Tancred (al que Richard Egan proporciona una extraña hondura en su aparentemente hierática performance), del que por todo el Oeste se canta una canción que destaca que matará a un antiguo compañero por la espalda. El inicio del film es, curiosamente, lo peor del mismo, en una secuencia de persecución que nos narra el hecho sucedido inserta en una torpe noche americana, embarullando al espectador en el seguimiento de un argumento que, muy poco después, adquirirá una extraña serenidad.
Si dejamos de lado ese desafortunado comienzo –mucho más, al contemplar la película en una edición digital de escasa calidad-, lo cierto es que el film de Warren poco a poco va cobrando un especial sentido, cuando Wes regrese al hogar de su amigo –que ha huido por otro camino, encontrándose con la esposa de este –Cathy (una jovencísima Angie Dickinson)- quien solo deseará fugarse con él, aunque Wes mantenga tanto su estoicismo como el respeto hacia su compañero. La llegada del esposo y compañero, viendo una situación que podría implicar una supuesta relación amorosa, llevará a su inesperado asesinato, recibiendo por parte de Cathy la acusación. Wes será encarcelado por las autoridades pero pocas semanas después recibirá el perdón del gobernador, viajando hasta llegar a un lugar casi desierto, en donde se le brindará la posibilidad de una nueva vida, aunque esto no suponga más que un enunciado inexistente, dado que su fama como supuesto asesino se ha extendido, siendo prácticamente expulsado del pueblo. Este se marchará y encontrará un auténtico oasis existencial en la casi desierta granja que comanda Ed Burrows (Joe DeSantis), un hombre de bondadosa personalidad caracterizado por una ostentosa cojera, que vive junto a su pequeño hijo Jody (espontáneo Billy Chapin). Ed desde el primer momento ofrecerá a Wes –que modificará su nombre por el de John Bailey- la posibilidad de quedarse con ellos a trabajar, aspecto que en primera instancia rechazará pero que finalmente aceptará, iniciándose una grata convivencia entre los tres, especialmente entre nuestro protagonista y el muchacho. Sin embargo, lo que podría parecer un oasis en la andadura existencial de Tancred, muy pronto se tornará con la llegada de unos bandidos que los amenazarán, ya que desean sobrellevar el asalto a una diligencia que se encuentra a punto de llegar. La pericia de Wes eliminará a los facinerosos, pero no evitará la muerte de Ed, al tiempo que por parte de los responsables de la diligencia se le anunciará la entrega de una recompensa, que rechazará, como tal hombre escéptico en que se ha convertido.
De lo que no podrá zafarse, es del hecho de trasladar al pequeño hasta la ciudad en la que se encuentra su tío –un plano en el que los dos miran en la lejanía esa estancia que van a abandonar definitivamente, se convierte en uno de los mejores instantes del film-. El traslado hará manifestar el sincero afecto que Jody ha consolidado con Wes –al que no dudará en señalar que quiere- y su renuencia solapada a vivir con su tío, el sheriff Fred Miller (un sorprendentemente contenido Cameron Mitchell), cabeza de la ley en una población que se encuentra amenazada anualmente por la ingerencia de una pandilla de ganaderos, que de manera inapelable, convierten la misma en un foco de delincuencia y desatinos. La llegada de nuestro protagonista con el pequeño, hará ver desde el primer momento en Miller la oportunidad de encontrar en él un aliado, ya que él mismo se caracteriza por un terror interno que apenas puede disimular. Pero en ese entorno se encuentra también la esposa del sheriff –Lorna (Dorothy Malone)-, una mujer que ama a su esposo pero que se encuentra insatisfecha y con un conflicto interno hacia el hombre al que está unido, al que quiere, pero que es incapaz de despertar en él pasión alguna.
Ya disponemos de un triángulo amoroso –puesto que Lorna de manera muy sutil quedará atraída hacia Wes bajo su falso nombre-, unido a la problemática que se establecerá con la llegada de los hombres de Hampton (el siempre excelente John Dehner), quien con la anuencia de Kirk (Edward Andrews), uno de los prohombres de la localidad, están secretamente dispuestos a alterar la normalidad de una población tranquila durante el resto del año. En realidad, no podemos señalar que TENSION AT TABLE ROCK aporte nada nuevo, pero no es menos cierto que lo que propone el film de Warren lleva aparejado el marchamo de una serenidad narrativa, en la que el peso de las miradas en ocasiones lo reflejan todo, sabiendo al mismo tiempo interrelacionar el conflicto interno que sobrelleva cada uno de sus personajes. Desde ese temor que alberga interiorizado Miller, el cariño creciente del pequeño con Wes, o la implicación de este, a pesar suyo, a la hora de devolver la justicia a una localidad necesitada de ello, sin que ello lleve consigo acercarse sentimentalmente a Lorna –aunque el director logre expresar dicha pulsión-, al tiempo que logre alzar a la totalidad de este pueblo temeroso, para lograr aunarse en torno a Miller a la hora de defenderse de los hombres de Hampton, máxime cuando uno de ellos ha asesinado a un granjero que se ha opuesto a sus deseos, simulando una falsa defensa propia. Si algo permite una mirada apreciable a la película, es la capacidad del director de articular la relación de sus principales personajes, dentro de una crónica que discurre en voz baja, planteando finalmente ese doble salvamento de Wes hacia Miller –había llegado un asesino viejo amigo de este destinado a matar al sheriff, al que Tancred llevará a duelo y eliminará, mientras que Miller logrará salvar a Wes, eliminando a Kirk, que se encontraba dispuesto a matarlo, ya que estaba alterando todos sus planes.
TENSION AT TABLE ROCK culminará con la retirada de los matones de Hampton, y la aceptación del muchacho en quedarse con su tío –ya rehabilitado en su asumido temor-. Unos hermosos primeros planos entre Wes y Lorna –nunca Richard Egan ha estado mejor ante la pantalla-, nos inducirán a pensar la frustrada historia de amor que se pudo forjar entre ellos, pero al menos permitirá a ese demonizado pistolero, la oportunidad de demostrarse ante sí mismo como un hombre provisto de principios morales.
Calificación: 2’5
1 comentario
antonio nahud júnior -
Feliz 2013. E viva o cinema!
O Falcão Maltês