IT (Clarence G. Badger, 1927) Ello
Citada a la hora de comentar aquellos títulos más o menos avanzados para describir en la pantalla una visión más avanzada de los roles femeninos en el cine norteamericano, antes de que la llegada del nefasto “Código Hays” neutralizara dicha corriente, lo cierto es que IT (Ello, 1927, dirigida por Clarence G. Badger y al parecer contando con la colaboración del no acreditado Josef von Sternberg), se mantiene ante todo como una comedia romántica dotada de una insospechada frescura, máxime al haber sido realizada no solo en el periodo silente, sino quizá un año antes de que el mismo ofreciera al Séptimo Arte buena parte de sus propuestas más memorables.
La obra de Badger se inicia con una avanzada planificación, mostrándonos el letrero exterior de los almacenes Walkman, a los que se califica como “los más grandes del mundo”, un movimiento de cámara nos hará comprobar la grandiosidad de su exterior, mientras que un insospechado zoom nos acercará a la puerta de entrada de dichas instalaciones, poniéndonos de inmediato en contacto con el bullicio de los mismos, y presentándonos a la protagonista del relato. Se trata de Betty Lou (encantadora Clara Bow), una de las empleadas, harta de lo incansable de su trabajo y, en concreto, discutiendo con una aprovechada clienta a la que su jefe –como es preceptivo- dará la razón. Este será Cyrus Walkman (un magnífico Antonio Moreno, actor madrileño que desde el cine mudo alcanzó una cierta notoriedad en Hollywood), que ha asumido de su padre la dirección de la firma, y que recibirá por ello un inesperado regalo de un monumental motivo floral por parte de su íntimo amigo Monty (William Austin) –una magnífica manera de presentar a este rol cómico, describiendo a un simpático y acaudalado diletante-. La película habrá hecho previamente en sus rótulos referencia a la denominación “It”, con la que se pretende definir un concepto tan evanescente como el atractivo sexual de un hombre o una mujer. Nos encontramos en los denominados “felices años veinte”. Un periodo que aún no había vivido el crack del 29 y, en buena medida, el cine se caracterizaba en esencia por propuestas centradas en un cine evasivo y frívolo, aunque no faltaran en su momento títulos que se inclinaban por describir esa otra realidad de la sociedad de su tiempo.
Lo que permite apreciar la frescura del film de Badger, reside en su adecuada combinación de relato más o menos frívolo, insertando en su conjunto una mirada nada baladí en torno al puritanismo y el conflicto de clases que se encontraba presente en la sociedad norteamericana del momento. Unido a ello, la película destacada por su vivacidad, por la frescura de sus interpretaciones –la química que se establece entre los dos protagonistas es magnífica, y aparece con brillo al plasmar la capacidad que el realizador tiene a la hora de captar los gestos e impresiones que sus personajes manifiestan, bien sean entre ellos, o cuando uno de ambos se encuentra ausente-. Esa cualidad descriptiva, será por supuesto una de las mejores basas del relato –que se degusta con una extraña placidez-, con ejemplos tan brillantes como la manera con la que el “maitre” del restaurante al que acudirá Betty y Monty –al que la joven “utiliza” por así decirlo, para lograr llamar la atención de Walkman-, al mirarla y observar ese poco estiloso arreglo floral que se ha puesto en su vestido o su manera de mover las piernas. Aspectos como ese, se suceden en numerosos instantes de una película, que en realidad se establece en una especie de juego de gato y el ratón, utilizando los equívocos que se harían habituales en una comedia, que en aquel entonces quizá no había adquirido aún ese marchamo.
Lo curioso del caso, vendrá dado por la presencia de esos matices melodramáticos centrados en la amiga de la protagonista –presumiblemente soltera y con un hijo a cuestas y sin medios-, a la cual esta ayudará en todo momento, asumiendo en un momento dado que el hijo de ella es suyo ante la inesperada llegada de unas vecinas que se erigirán en representantes del puritanismo más feroz. Además de propiciar con ello el equívoco más relevante de la película –Monty se encuentra presente y revelará a Cyrus la circunstancia, la mañana siguiente en la que este haya quedado encantado con la joven tras una velada inolvidable que ha quedado cerrada de forma abrupta con una bofetada de la joven cuando estaba a punto de ser cortejada-, lo cierto es que servirá para proporcionar al relato un agudo y realista contrapunto, permitiendo que la visión de conjunto del mismo no deje de plasmar todos los aspectos de esa vida urbana que emana del film. Algo que tendrá su prolongación en las secuencias de exteriores –que adquieren una extraña sensación de vitalidad-, o en esos maravillosos pasajes en los que la pareja vivirá las atracciones de un parque de atracciones, preludiando en este sentido los logros de las casi inmediatamente posteriores THE CROWD (… Y el mundo marcha, 1928. King Vidor) o LONESOME (Soledad, 1928. Paul Fejos).
Con una capacidad para combinar ese aspecto chic tan propio del periodo –la pregunta a la supuesta escritora que ha acuñado el término que sirve como título a la película-, el dinamismo en su realización, la capacidad descriptiva de sus personajes, su condición de enlace de dos modos de entender la comedia –las postrimerías del slapstck y la posterior llegada de la Screewall Comedy, y sus nada velados apuntes de denuncia social, al tiempo que su validez como relato romántico, lo cierto es que IT supone un título que goza de cierto prestigio entre determinados aficionados y estudiosos, conocedores de un tipo de cine contrapuesto a la cerrazón que se implantó en USA en años posteriores, o en los seguidores de la supuesta mitología generada por la estupenda Clara Bow. Sin embargo, lo cierto es que no resulta conocida en exceso incluso entre los seguidores del cine silente –una raza en peligro de extinción-, y hay razones sobradas para recuperarla de un olvido que no merece, ni por su significación ni, por supuesto, por su acusada frescura. Atención, por último, a la fugaz presencia de un jovencísimo Gary Cooper –se trata de una producción Paramount-, ejerciendo de concienzudo periodista-
Calificación: 3
1 comentario
Hildy Johnson -
Como siempre, un placer leerte.
Y tienes razón, qué gozada poder disfrutar de cine silente. Yo últimamente he podido ver tres que me apetecían muchísimo y me han entusiasmado. Una la nombras, Lonesome de Paul Fejos. La otra es una de las de Browning, El palacio de las maravillas. Y por último una de Frank Borzage, El ángel de la calle.
Besos
Hildy