PASSION (1954, Allan Dwan)
Dentro de la ingente filmografía de Allan Dwan, no cabe duda que su encuentro con el productor Benedict Bogeaus (1904 – 1968), además de favorecer una determinada continuidad laboral en la década de los cincuenta, propició una decena de títulos, entre los cuales se encuentran algunas de las más extrañas y valiosas contribuciones de Dwan a sus últimos años de carrera. No olvidemos que Bogeaus apostó en su andadura como productor –que convendría investigar y analizar con detalle-, una serie de propuestas arriesgadas, lindantes con la abstracción –ahí está el ejemplo de uno de los mejores, menos conocidos y más insólitos films de Jacques Tourneur APPOINTMENT IN HONDURAS (Cita en Honduras, 1953)-, describiendo una serie de fábulas en torno a los recovecos del comportamiento humano.
Una de dichas aportaciones lo propone esta valiosa PASSION (1954), realizada por Dwan tras la que quizá sea su obra cumbre –SILVER LODE (Filón de plata, 1953)-, en la que se propone una extraña mezcla de apólogo moral, ligada por supuesto a ese ideario primitivo que albergó su cine a lo largo del tiempo. Una forma de pensar en la que su ascendencia e inquietud bíblica, se pone de manifiesto en esta historia en la que se dirime una injusticia, la sed de venganza al hora de responder a la misma, y la búsqueda del arrepentimiento. Es curioso como nos encontramos al mismo tiempo muy cerca y muy lejos del planteamiento que ofrecería el Henry King de la posterior THE BRAVADOS (El vengador sin piedad, 1958), pero en ambos casos asistimos a obras ya casi seminales de realizadores dotados de una fuerte personalidad al tiempo que una personalísima narrativa, aunado con unas fuerte convicciones de índole religiosa, que se manifestarán en la obra de los dos cineastas mencionados. En este caso, las mismas se plasmarán en la andadura del protagonista del relato, Juan Obreon (un vulnerable Cornel Wilde), ganadero ya consolidado en su posición que regresará con sus animales hasta la California aún mejicana de finales del siglo XIX. Allí se reencontrará con la familia de Gaspar Melo (John Qualen), un bondadoso ganadero padre de dos hijas, Tonya y Rosa Melo (ambas encarnadas por Yvonne De Carlo). Precisamente en el interín de su ausencia, y fruto de su relación con la segunda de ellas tuvo un pequeño, al que conocerá de manera inesperada, forzando con ello su boda con Rosa. Sin embargo, la decisión del heredero de las tierras que ocupa Melo y los demás propietarios de la zona –que fueron cedidas a diferentes familias de la zona- obligarán a que estos abandonen las mismas. Por su parte, Juan deseaba que su futura esposa se marchara con él a su rancho, acompañada por los componentes de la familia. En ella se encontrará siempre la mirada compresiva pero al mismo tiempo triste de su hermana gemela, de la que desde el primer momento –y en ello incidirá la planificación propuesta por Dwan- se describirá su secreta pasión hacia el protagonista.
Muy pronto lo que en una primera instancia se manifiesta como un extraño triángulo amoroso, derivará en el estallido de violencia emanado por los hombres de don Domingo, el legítimo pero inflexible propietario, incapaz de respetar el acuerdo de palabra de sus antepasados. Ello provocará el enfrentamiento de sus súbditos, encabezados por el violento Sandro (Rodolfo Acosta), contra la vivienda de Melo, al que asaltarán y, junto al bravucón Castro (Lon Chaney Jr.), asesinarán a este, su esposa y a la propia Rosa, quien antes de morir tendrá la lucidez de esconder a su pequeño en un rincón que los hombres de Sandro no advertirán, siendo recogido el bebé por unos criados que lo acogerán en su seno. La tragedia se adueñará de Obreon, quien a partir de ese momento tan solo pensará en consumar su venganza en torno a los hombres de Sandro, a los que previamente avisará de manera rotunda –clavando una navaja en la puerta de cada uno de ellos-. De manera fría irá acabando con ellos, provocando la activa labor del capitán Rodríguez (Raymond Burr) y su ayudante el sargento Muñoz (Rodolfo Acosta), quienes no cejarán en el intento de capturar a Obreon, al objeto por un lado de detener su espiral de violencia, y someterlo a la justicia por los crímenes cometidos, ya que en realidad no se disponen de pruebas para incriminar a los asesinados.
En realidad, PASSION se inserta dentro de ese ciclo de realizaciones caracterizadas por su abstracción y austeridad. Por su escaso apego a la imaginería del western y, por el contrario, erigirse dentro de un subgénero, que podría englobar títulos tan dispares –y valiosos- como THE NAKED DAWN (1955) de Edgar G. Ulmer o GREAT DAY IN THE MORNING (Una pistola al amanecer, 1956) de Jacques Tourneur –con la que por cierto se comparte la presencia de Raymond Burr en el cast-. En estos y otros títulos se apuesta de manera expresa por el conflicto interior de sus personajes, antes que en el seguimiento de una base dramática más o menos visible. Títulos en los que sus personajes son definidos a partir de una notoria ambivalencia, dentro de un aura en las que representan auténticas tragedias personales enmarcadas en apólogos morales. No es una excepción la propuesta de Dwan, donde en realidad todo se resume en la búsqueda de un sentido último a la actitud de un hombre honesto como Obreon, a quienes las circunstancias han despojado a su legítimo deseo de una existencia feliz, y que deseará responder según su particular manera de entender la existencia. El sentido de la justicia –representado por los dos oficiales que lo perseguirán, y finalmente comprenderán la legitimidad de su violenta venganza-, alcanzará un apasionante clímax en la excelentes secuencias de exteriores, en los cuales el realizador interrelacionará de manera admirable la persecución de este hacia Sandro –el único testigo del asalto que está vengando, y de quien pretende lograr el testimonio definitivo que justifique su acción-, la de los oficiales de la justicia hacia Obreon, y la de la propia Tonya –quien finalmente logrará acercarse sentimentalmente al que en principio iba a ser solo su cuñado-, acompañada del criado que ha revelado la custodia de su hijo, que tendrá su punto de reunión en una especie de ermita, cumbre de la imaginería religiosa que predominará en la parte inicial del film –sobre todo en esos crucifijos que aparecerán en el interior de la vivienda de Melo-. Esa querencia del cineasta por una estricta moral religiosa, es algo que se extenderá por buena parte de su filmografía, impregnando una película en la que la aportación de John Alton en la extraña fotografía en color dispuesta en su conjunto, por momentos nos evocará ecos del cine noir, con el predominio de sombras y claroscuros, sobre todo en las secuencias de interiores. Es por ello que brillarán de manera muy especial esos planos en los que contemplaremos los cielos azules y casi despejados, tras la agreste travesía por terrenos nevados que para nuestros protagonistas aparecerán como una auténtica catarsis liberadora. Apenas referenciada, PASSION no solo es un Dwan legítimo sino, sobre todo, una pequeña perla que merece ser degustada con cierta delectación.
Calificación: 3
6 comentarios
Luis -
Germán Barón Borrás -
Jorge Trejo Rayón -
Jorge Trejo Rayón -
Alfredo Alonso (cineyarte) -
Alfredo Alonso (cineyarte) -