MACISTE ALL'INFERNO (1962, Riccardo Freda)
Vaya por delante que nunca he sentido un especial placer en el seguimiento o la contemplación de la abundante producción de peplums que poblaron el cine italiano desde la segunda mitad de los cincuenta, hasta bien entrada la de los sesenta. Sí que es cierto que he procurado acercarme a aquellos exponentes firmados por Mario Bava o Riccardo Freda entre otros, para procurar apreciar las –innegables- cualidades que emanaban en ocasiones de un subgénero tan peculiar, en el que lo mejor y lo peor –más bien esto último- se encontraba de presente de forma tan singular. Pues bien, llevando a su quintaesencia dicho enunciado, he de reconocer que hasta la fecha nunca he contemplado un título dentro de dicha vertiente, que alcance ese sentido de lo delirante, aportado por MACISTE ALL’INFERNO (1962), auspiciado por el citado Freda, bajo el seudónimo de Robert Hampton. No digo que no existan exponentes igual o más extremos que el que nos ocupa, pero lo cierto es que el italiano –que ese mismo año firmaría con el mismo seudónimo uno de sus títulos más célebres; L’ HORRIBLE SEGRETO DEL DR. HICHCOCK-, logra con esta película una de las propuestas más singulares de dicha corriente… precisamente por lo que esta tiene de subversión de sus constantes habituales. Y es que en MACISTE… encontramos una por momentos asombrosa amalgama de las diferentes corrientes que se encontraban en plena efervescencia en el cine fantástico que conocemos, por lo que su incardinación dentro del peplum no deja de resultar algo simplificadora.
Partiendo de un elemento de notable atractivo, como es el uso del formato panorámico con una serie de composiciones visuales que acentúan ese alcance pictórico del cine de su realizador. La película se inicia a mediados del siglo XVI, cuando en una localidad de Escocia se acusa y quema en la hoguera a una mujer –Martha Gunt- por supuesta brujería ejercida en contra del juez Parrish, a quien ha practicado una serie de conjuros en su contra. Antes de ser quemada, esta pronunciará una maldición, que será recordada un siglo después, por los habitantes de la zona. De inmediato, una elipsis nos traslada a una centuria después contemplando la boda de otra Martha Gunt (Vira Silenti), a quien su joven esposo ha comprado –sin conocer la terrible maldición- el castillo que perteneció a aquella lejana bruja, en la localidad de Loch Lake, donde pretenden vivir su luna de miel y establecerse pacíficamente. Será algo que no podrán disfrutar, ya que muy pronto su presencia en el castillo alarmará los vecinos, viendo en la nueva vida del castillo la resurrección de una maldición que sigue presente en la población, mediante la locura de sus mujeres, quienes se han vuelto en apariencia endemoniadas, teniendo el corazón de la misma un misterioso árbol de extraños poderes. Pese a la lucha que mantiene un médico que intenta buscar una explicación racional al misterioso fenómeno, lo cierto es que no logra contener el pensamiento de los vecinos ni, por supuesto, la inusitada furia que estos provocarán contra la joven Martha, a la que apresarán y estarán a punto de linchar, hasta que la inesperada presencia de Maciste --encarnado por Kirk Morris, en realidad Adriano Bellini, un joven gondolero veneciano de aspecto más americano que muchas estrellas del género procedentes de USA-.
Hasta ese momento –sus primeros veinte minutos-, lo cierto es que MACISTE ALl’INFERNO se caracteriza por su fuerte aliento fantastique. Recogiendo la herencia de Hammer Films, del Mario Bava de LA MASCHERA DEL DEMONIO (La máscara del demonio, 1960), o preludiando el Roger Corman de THE HAUNTED PALACE (1963), lo cierto es que nos encontramos ante un relato de raíz gótica, que al parecer solo en contadas ocasiones se dio cota en el peplum de la época. El recurso a la maldición, la brujería, lo sobrenatural, la histeria colectiva, el peso atávico del mal, adquiere en el film de Freda una singular presencia, con aspectos tan soberbios como esa abrupta elipsis que nos enlaza con la boda de la joven Martha, o la presencia ominosa de ese castillo que será el eje de todas las desdichas –al cual se llega casi imponiendo en ella un sorprendente escenario nocturno-. Freda sabe articular con bastante más que habilidad los recovecos de un relato en el que la llegada de una inesperada catarsis –el intento de linchamiento de la joven-, permitirá la inesperada entrada de Maciste, sin que este articule palabra alguna ni que nadie lo invoque. Es a partir de ese momento, cuando si el espectador quiere seguir disfrutando del caudal de elementos que atesora el film de Freda, ha de dejar de lado la coherencia argumental, y sumergirse en el terreno de lo maravilloso. En esa vertiente, hasta entonces apenas evocada en el film, que entronca MACISTE ALL’INFERNO con las producciones con el sello de Ray Harryhausen, o las adaptaciones de Verne como JOURNEY TO THE CENTER OF THE EARTH (Viaje al centro de la tierra, 1959. Henry Levin)… pero con un sesgo muy especial. El realizador italiano se atreve incluso a rozar el ridículo con la presencia de ese héroe musculoso y aceitado que aparece sin razón de ser, implicándolo en una aventura que roza cualquier límite con el cine fantástico, introduciéndolo en un aterrador subterráneo, cuya entrada se vislumbrará una vez Maciste logre levantar ese enorme árbol centro de todo mal. En su interior se abrirá una enorme oquedad, en la que nuestro héroe se introducirá para conducirse en un entorno infernal –impresionantes las secuencias que describen la multitud de condenados-, almacenados siguiendo la referencia de los grabados de Gustavo Doré, y sometiéndose a una serie de pruebas, dentro de una ambientación deslumbrante –rodada en la realidad en unas grutas reales de Bari-. No importa que en ocasiones la presencia de rocas que son corchos se noten demasiado, que la inexpresividad de Morris quede evidente, o que incluso en las evocaciones que mirando a un lago, Maciste contemple secuencias de otro film del personaje encarnado por Gordon Scott.
Es el peaje que hay que pagar para disfrutar de un delirante espectáculo. De una sinfonía del fantastique, orquestada con un admirable sentido de la plasticidad por Freda, quien articulará un marco infernal entre una grama cromática, dentro de un marco opresivo donde el héroe se enfrentará a sí mismo. A su propia inflexión como hombre de justicia, para lograr revertir la maldición y condena que en la población se establece de manera injusta sobre Martha –a la cual un engaño de la propia bruja quemada que se encuentra bajo tierra ha sometido a una prueba crucial, quemando la biblia sobre la que Martha debía jurar no tener relación con la brujería-. La contraposición del aspecto gótico exterior, con la creciente cercanía de la ejecución de nuevo por hoguera de la joven casada, tendrá su contrapunto con ese otro mundo, interno y casi dominado por lo irreal, que vivirá Maciste en una sucesión de pruebas que intentará sirvan para eliminar esa maldición que se ceba no solo contra la condenada, sino en su extensión contra todas las jóvenes de la población. Pero lo importante de MACISTE ALL’INFERNO reside en su imbricación sin recato en una sinfonía de carácter surrealista. Freda se interna en una sucesión de aventuras y episodios simplistas sobre el papel, pero que adquieren una extraña y subyugante belleza plástica.
Al final, como era de preveer, el héroe logrará fulminar la maldición, precisamente poniendo en práctica su sentido de la justicia y la bondad. Y ello se manifestará en la extraña imagen de la repentina y extraña lluvia que –a modo de milagro cristiano-, caerá en el lugar concreto donde Martha y su esposo –que ha preferido sacrificarse con su esposa- han empezado a sufrir las llamas de la pira a la que han sido sometidos por los lugareños y las autoridades de la zona –estás últimas, mostrando una nada solapada crítica de tintes fascistas-. La propia bruja que residía en ese subsuelo infernal, llegará un momento en que se sacrificará tras el beso que recibirá de ese Maciste que, una vez consumado, la convertirá en cenizas, abandonando el héroe a esa colectividad que agradece sus esfuerzos, para seguir en su lucha por el bien y la justicia. Con todas sus debilidades, lo cierto es que MACISTE ALL’INFERNO contiene en su metraje, no solo esa atinada amalgama de corrientes que bullían en el fantastique de su tiempo sino, ante todo, un estado de febrilidad creativa digno de ser resaltado y, sobre todo, disfrutado.
Calificación: 3
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