AGI MURAD IL DIAVOLO BLANCO (1959, Riccardo Freda) El diablo blanco
Soy persona de bastantes tragaderas, pero en ocasiones incluso la paciencia de Job llega a su límite. Viene a cuento esta aseveración al iniciar el comentario de AGI MURAD IL DIAVOLO BLANCO (El diablo blanco, 1959. Riccardo Freda). Sin duda se trata de una tarea dificultosa adentrarse en las características del film, puesto que la edición ofrecida en DVD por Rider Fils –que se sepa quien es el responsable-, dentro de la colección “Clásicos del cine de aventuras”, me parece la más lamentable jamás conocida por este espectador en su singladura como dvdadicto. Más allá de reproducir una edición americana del film de Freda, que manipulaba situaciones, e incluso los instantes iniciales y los propios títulos de crédito aparecen manipulados, el disco contempla lindezas como la presencia de secuencias en las que falta el doblaje –un aviso inicial nos señalaba que las secuencias que habían recuperado de la censura, se encontraban subtituladas-. Y es que además se cuenta con un doblaje infecto, no se dispone de subtítulo alguno en general y la calidad de la edición es totalmente inexistente. En fin, una auténtica estafa, una atrocidad, para lo cual sinceramente lo mejor hubiera sido mantener el film sin tan execrable transcripción, en la cual hemos caído varios incautos, con la esperanza de recuperar un título que pudiera mostrar el talento del realizador italiano.
Sin duda, es complejo poder valorar las virtudes de la propuesta a partir de unas circunstancias tan penosas. No obstante, y pese a la ingente tarea de tener que sortear las mismas, con esos saltos tan abruptos de secuencias que sin duda fueron consecuencia de la manipulación efectuada en su momento para la exhibición en USA, no es menos cierto que el tormentoso visionado de la presente copia de AGI MURAD… deja bien a las clararas las cualidades que –estoy convencido-, hacen de Fredda uno de los realizadores más interesantes del cine popular italiano. Sin duda, se trataba de un hombre provisto de una gran cultura y que lograba aplicar esas influencias en unas puestas en escena provistas de un gran refinamiento visual, en ocasiones incluso lindantes con la exquisitez, máxime cuando generalmente su producción se encuadraba dentro de unos parámetros de bajo presupuesto.
Buena parte de ello se muestra –cuando la infecta copia lo permite- en el título que comentamos, que adopta de forma superficial una novela de Leon Tolstoi, describiendo la azarosa andadura de su protagonista -Hadji Murad (Steve Reeves)-, denominado popularmente “el diablo blanco” y conocido opositor al imperialismo zarista, a partir de su liderazgo en uno de los grupos étnicos en los que se divide la Rusia de mitad del siglo XIX. Murad se encuentra aliado a otros representantes de grupo, aunque uno de ellos –Ahmed Khan (Renato Baldini)-, lo traicione en base a la envidia que le produce su popularidad y carisma y el deseo que mantiene de llegar hasta su prometida. Pero de forma paralela a esta confrontación interna, el protagonista tendrá que enfrentarse al mismo tiempo al príncipe Serguei (Gérard Verter), hombre receloso, acomplejado y dominante, quien desea que este firme una colaboración con los zaristas y lograr pacificar la zona. Dentro de este contexto, se interferirá el inicial encuentro casual de la mujer de Serguei –Maria (Scilla Gabel)-, quien desde el primer momento se convertirá en una rendida admiradora del popular líder. Este caerá preso en una emboscada orquestada por el príncipe, llegando a torturarle con diversos métodos para que acepte firmar dicha alianza. Finalmente, Murad logrará escaparse de este acoso físico y psicológico, enfrentándose con su traicionero aliado Khan, y llegando a dejar caminos despejados de cara a la convivencia futura, en la que quizá Maria pueda tener un papel determinante.
Contemplar AGI MURAD… ofrece a un espectador detallado, la posibilidad de imaginar las facultades que Ricardo Freda ofrecía, y que de haberse desarrollado en el contexto del cine de género en Hollywood, sin duda le hubiera convertido en realizador de primera fila, muy superior sin duda a tantos artesanos irregulares como Nathan Juran, Byron Haskin, etc… firmantes por otro lado de ocasionales logros, dotados de buen pulso, pero carentes de las posibilidades que el italiano despliega en el ejemplo que nos ocupa. Pese a los poderosos argumentos expuestos al inicio y a unas limitaciones de producción que, justo es señalarlo, apenas tienen su presencia en un conjunto cuyo diseño escenográfico deviene de gran suntuosidad, lo cierto es que nos encontramos ante una propuesta de aventuras caracterizado por su ritmo y agilidad, por una dirección de actores que logra de Steve Reeves –si bien no una buena interpretación en sus primeros planos-, sí una presencia como galán aventurero francamente insospechada, logrando además que sean pocos los instantes donde este luzca su casi inevitable musculatura.
Esta aventura de época, se caracteriza especialmente por el cromatismo de la labor como operador de fotografía de Mario Bava –este a punto de debutar como realizador- y, fundamentalmente, por la riqueza e intensidad de las composiciones de interiores; especialmente aquellas desarrolladas en las estancias de la mansión de Serguei. Serán todas ellas, secuencias dotadas de un enorme sentido de la composición cinematográfica, no alejándose estas del gusto escenográfico y de composición que años después brindaría Visconti en IL GATTOPARDO (El gatopardo, 1963). No hay que ser un espectador muy avezado para advertir el cuidado de Freda en la composición de los planos, el buen gusto en su riqueza compositiva, y el acierto en la disposición de los actores o los desplazamientos de cámara descritos en torno a ellos. Estas cualidades se intensifican en la aplicación de picados y contrapicados, subrayando el carácter descriptivo de Serguei –cuando advertimos la pobreza de su aparente personalidad autoritaria, dando órdenes a su perro-, o en los instantes en los que se tortura a Muray, mostrando al héroe con una dimensión casi crística –atado con los brazos en cruz e iluminado de forma casi sobrenatural-. Las cualidades mencionadas también tienen exponentes llenos de validez en secuencias desarrolladas en exteriores, como aquella en la que se encuentra el protagonista junto a su prometida en pleno bosque, instantes antes de que sea capturado, o la secuencia confesional de ambos personajes en la casa del padre de la segunda, donde unos tonos predominantemente azules tienen su elemento de ruptura en el rojo vestido que luce esta.
Ni que decir tiene que AGI MURAD… tiene también secuencias caracterizadas por su elementalismo, otras por su apresuramiento. Pero sin lugar a dudas, creo que puede definirse como un exponente de cine de aventuras, que induce a penetrar en el mundo refinado, culto y decadente de un director quizá reconocido en su aportación al fantástico italiano, pero del que aún cabe una reconsideración más valiosa de su aportación al cine popular –en el sentido más noble de la expresión- de nuestro país vecino.
Calificación: 2’5
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