LORRIBLE SEGRETO DEL DR. HICHCOCK (1962, Riccardo Freda)
No cabe duda que L’ORRIBLE SEGRETO DEL DR. HICHCOCK (1962, Riccardo Freda) es uno de los títulos más valiosos de del cine de terror italiano. No pienso con ello que alcance la altura de la que probablemente sea la cumbre de esta escuela, título que debería recaer en la espléndida LA MASCHERA DEL DEMONIO (La máscara del demonio, 1960. Mario Bava). Es más, su metraje alcanza ciertas imperfecciones o ausencia de sutilezas, que a mi juicio le impiden alcanzar el estatus de logro absoluto que a punto se encuentra de rozar, y que paulatinamente, y pese a lo que intenten matizar sus incondicionales, se iría adueñando paulatinamente de las muestras del género filmadas por Bava, Freda, Margheritti y el conjunto de realizadores de aquel periodo. Con ello me refiero a la recurrencia al zoom, cierta inclinación por los montajes abruptos, presencia de actores deficientes… Rasgos que se encuentran presentes en el título que nos ocupa, pero que por fortuna tienen una presencia muy secundaria, dejando entrever lo que de valiosa tiene esta propuesta, que en primer lugar nos debería hacer reflexionar sobre la interconexión que el cine de terror tenía establecida en el contexto de un asombroso florecimiento para el género –personalmente, lo considero el mejor periodo de su historia, por encima incluso del manifestado en la década de los años treinta-. Estamos en pleno influjo de Hammer Films en Inglaterra –encabezando el éxito del estudio la indiscutible figura de Terence Fisher-, sobre cuya efervescencia otras productoras de menor empuje apostaron igualmente por el fantastique. En USA Roger Corman se encontraba ofreciendo nuevos ciclos de sus célebres adaptaciones de relatos de Poe, mientras que en Italia a partir de la aportación de Bava y Freda, se creó otro vértice, sobre el que giraron buena parte de los mejores títulos que el terror cinematográfico brindó al cine especialmente en la primera mitad de la década de los sesenta. Es por ello que el título que nos ocupa, alberga indudables referencias cinematográficas, que van desde la alusión y homenaje a Hitchcock emanada de su título, hasta las existentes en torno a dos de sus títulos norteamericanos –REBECCA (Rebeca, 1940) y SUSPICION (Sospecha, 1941) ambas de Alfred Hitchcock-, expresados en el personaje de la punitiva ama de llaves, y también en los métodos con los que el profesor Bernard Hichcock –sin “T”- (Robert Flemyng) desea envenenar a su esposa –Cynthia (Barabara Steele)-. Destalles y homenajes fílmicos que podrían incluso centrarse en realizadores como Visconti –la secuencia inicial de la fiesta en casa de los Hichcock, ofrece una suntuosidad eminentemente viscontiniana. Y esa misma conexión que señalábamos, podría ligar el film de Freda, al tomar como referencia el instante final de la cormaniana THE PIT AND THE PENDULUM (El péndulo de la muerte, 1961), de cuya impactante plasmación retomará en su obra Freda, en la misma configuración de la actriz Barbara Steele –y, preciso es reconocerlo, aportando en este caso uno de los fragmentos más escalofriantes y angustiosos del cine de terror en la década de los sesenta-.
Sin embargo, si algo define decididamente una película como L’ORRIBLE …, es el logro de una atmósfera mórbida, decadente y polvorienta. Una extraña sensación de penetrar en un peligroso arcano, manifestado en la mansión de Hichcock, dominada por siniestros augurios, y que bajo su aparente refinamiento –se encuentra invadida de bellos objetos artísticos- esconden una sensación casi opresiva, a lo que contribuirá no poco la implicación del departamento escenográfico, al apostar por la constante presencia de espesos cortinajes, e incidiendo en el carácter necrofílico que, a fin de cuentas, va a dominar la película. Y es que, desde sus primeros instantes, Freda sabe como establecer el contraste entre el rasgo benefactor del protagonista, quien en su profesión es un cirujano de enorme prestigio, que además ha logrado un analgésico especial que permite llevar a cabo operaciones casi imposibles de realizar. Sin embargo, llegada la noche en su mansión, no podrá dominar sus instintos necrofílicos, para lo cual inyectará a su querida esposa un suero que le permitirá quedar en estado catatónico, pudiendo de esa manera expresar su sexualidad ante ella.
Como cualquiera puede suponer, no era habitual en una película de aquel tiempo plantear un terma decididamente tabú. Sin embargo, Freda se atreve y no duda en llegar hasta sus últimas consecuencias a la hora de lograr de dicha apuesta el mayor potencial dramático posible, planteándose la muerte de su joven esposa, precisamente a partir de una de “sesiones” que estaba preparando Hichcock. Será el inicio de la presencia de una mente atormentada –y quizá ya en aquel momento demente- en la figura del eminente doctor. En este sentido, la secuencia del entierro de Margherita –la primera esposa del galeno- deviene como una set pièce absolutamente demoledora. Lo es en su abierta ruptura en la planificación, en el contraste de ofrecer un hecho fúnebre con el irresistible contraste entre unos rayos de sol de tinte siniestro, y la presencia de una lluvia que parece igualmente irreal. Todo ello, combinando por la elección a la hora de filmar cada plano, que permite alcanzar incluso un grado de abstracción notable, dentro de lo que se supone resulta una situación arquetípica del cine de terror.
Pero sin lugar a dudas, lo que llega a erigirse como la auténtica esencia de la obra de Freda, lo es su constante apuesta por el horror puro, por la sensación de asistir a una historia terrible, pero de la que quizá poco nos importan los detalles que, a nivel argumental, se insertan en la misma. No, no se trata L’ORRIBLE... de un título en el que tengamos que seguir atentamente un planteamiento argumental en la búsqueda de una resolución de la misma, aunque bien es cierto que los minutos finales del film –e incluso alguna secuencia previa- nos revelen la auténtica personalidad de ese en apariencia benéfico doctor. Un ser que esconde una sórdida personalidad basada inicialmente en su disfrute de la necrofilia, pero que finalmente se mostrará como alguien que desea vivir en carne propia una búsqueda de la inmortalidad –que le ha permitido mantener su aspecto durante décadas-. Para ello no dudará en sacrificar jóvenes para utilizar su sangre. Un hombre en apariencia ejemplar en el conjunto de la sociedad londinense de finales del siglo XIX, pero que en lo más secreto de su mente alberga un pavoroso planteamiento existencial.
Las virtudes del film de Freda, se centran en su atrevimiento –aunque Terence Fisher tratara una temática similar en su poco conocida y previa THE MAN WHO COULD CHEAT DEATH (1959)- y en esa manera de echarlo todo al fuego, intentando provocar horror a toda costa. Pero el italiano también deja entrever su personalidad como realizador. Lo hace en el cariño dispuesto en la dirección artística del film, que llega a alcanzar por momentos tal grado de presencia que se erige sin duda en uno de los principales elementos de la función. Lo logra también, insertando momentos definidos por una clara ascendencia melodramática, con lo que el conjunto de la película alcanza, a mi juicio, una tan decadente como pregnante personalidad. Pero no cabe duda que L’ORRIBLE... sabe someterse a las leyes obligadas que hablan de una catarsis que lleve su planteamiento dramático a una dramática conclusión. En este sentido, los minutos finales son absolutamente escalofriantes. Desde el plano que muestra de forma lastimera el entierro en vida de Cynthia –con un ataúd que porta en su cubierta un cristal de forma circular-, permitiéndonos contemplar el horror que refleja el rostro de la Steele, esta logrará trasladar el sarcófago mortuorio al suelo, a base de empujones y con ella dentro, huyendo por una serie de túneles subterráneos, en una inútil búsqueda de salvación.
Son, sin duda, momentos admirablemente resueltos –como aquel en el que Chyntia descubre desconcertada que el buen aspecto de su marido en realidad esconde a un monstruo-, que con el paso de los años se han mostrado entre los más logrados de la escuela italiana del cine de terror. En definitiva, L’ORRIBLE SEGRETO DEL DR. HICHCOCK –que jamás logró su estreno comercial en nuestro país- supone uno de exponentes más s de la andadura como realizador de Riccardo Freda, un hombre de gran cultura al que una revisión de su obra previa, seguro que nos revelaría notables sorpresas, y que en el título que nos ocupa, probablemente logró su cima como cineasta ligado al cine de terror. Si a ello unimos la presencia de la Steele, en uno de sus papeles dentro del género más logrados –de todos es sabido que a la actriz no le gustaba nada el cine de terror-, o el alcance evocador que nos resta de una fotografía que recuerda mucho los grabados e ilustraciones de la época, podemos decir finalmente que el magnífico film de Freda –que para su exhibición en Estados Unidos, firmaba sus obras como “John M. Old”-, mantiene a la perfección su condición de pequeño clásico del género.
Calificación: 3’5
1 comentario
Luis -