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CINEMA DE PERRA GORDA

THE GO-BETWEEN (1970, Joseph Losey) El mensajero

THE GO-BETWEEN (1970, Joseph Losey) El mensajero

Olvidada por completo en nuestros días, y representativa de la irremisible decadencia que presidió los últimos coletazos de la andadura del primerísimo cineasta que años antes fuera Joseph Losey, lo cierto es que, sin entrar o salir en las presuntas bondades o elementos discutibles de su conjunto, THE GO-BETWEEN (El mensajero, 1970) supuso en su momento uno de los ejemplos más evidentes del cine de qualité europeo registrado en aquellos años. A título de curiosidad, convendría recordar que alcanzó la Palma de Oro del Festival de Cannes en 1970, relegando a otra muestra de idéntica qualité –más afortunada, todo hay que decirlo-, como MORTE A VENEZIA (Muerte en Venecia, 1971. Luchino Visconti) a un premio especial. Curiosamente, el paso del tiempo ha permitido mantener el prestigio y la mítica generada con la adaptación de la novela de Thomas Mann auspiciada por Visconti –un prestigio que, pese a todo, dista de resultar unánime-. Sin embargo, el hecho de otorgar dicha distinción al film de Losey, debe entenderse como un reconocimiento a un tipo de cine que en aquellos tiempos tan confusos, por muchos estaba considerado como “adulto”: Además, hablaba de luchas de clases y mostraba revisionismos sobre el pasado de la aristocracia inglesa.

 

Sin embargo, la pura verdad -a la que el paso del tiempo ha otorgado su dolorosa confirmación-, es que la practica totalidad de títulos que se rodaron en estas circunstancias, sobreviven únicamente como representativos de su época, como ejemplos de una serie de modas y de tics cinematográficos que llegaron a acoger cineastas norteamericanos como el veterano William Wyler con THE COLLECTOR (El coleccionista, 1965). Se trata de un terreno en el que el propio Losey ya se había introducido con la en su momento aclamada y hoy justamente cuestionada ACCIDENT (Accidente, 1965). Y es que pese a puntuales títulos con interés, la trayectoria del norteamericano a partir de la segunda mitad de los sesenta, se convierte en una espiral descendiente, que incluso le permitirá un título tan lamentable como FIGURES IN A LANDSCAPE (Caza humana, 1970). Precisamente tras esta película, Losey se dispuso con la adaptación de la novela de L. P. Hartley, transformada en forma de guión de la mano del posterior Premio Nóbel de Literatura; Harold Pinter. Es evidente que con Pinter, Losey logró un colaborador de excepción, a la hora de lograr imbricar matices contrapuestos en los fantásticos guiones que permitieron títulos como THE SERVANT (El sirviente, 1963). Sin embargo, pienso que su aportación tanto en la citada ACCIDENT como, posteriormente, en el título que nos ocupa, de alguna manera dejan entrever una serie de insistencias en temas y latiguillos ya algo periclitados, unidos a la blandura e inoperancia de un esteticismo visual que, es innegable reconocerlo, siempre se mantuvo de lado del cineasta de Wisconsin, aunque cierto es que en periodos precedentes se plasmó con mucho más vigor y acierto cinematográfico.

 

En su defecto, THE GO-BETWEEN se ahoga en las aguas de un manierismo estético basado en una ambientación impecable –eso sí-, pero muy cercana a unos modos retro que ya se encontraban a punto de adueñarse del cine de los setenta. A esos excesos de un diseño de producción “bonito”, cabe añadir las constante presencia de tics visuales del cine de la época –teleobjetivos, zooms, un empeño machacón en composiciones visuales en teoría estéticas-, que se encuentran al servicio de una vacuidad que, lamentablemente, no abandonarían el decreciente devenir posterior de su filmografía. Esa sensación de un constante predominio de lo que en aquel entonces –y de manera harto discutible-, se podía entender una primacía estética, a mi juicio resta mucho valor al resultado final de esta parábola sobre la fuerza del recuerdo y, fundamentalmente, la eterna expresión del clasismo británico, en esta ocasión centrado en el contexto de una familia –los Maudsley- en las postrimerías de la I Guerra Mundial, entorno al que acudirá temporalmente el joven Leo Colston (Dominic Guard), amigo del pequeño de la familia. En un contexto en el que desde el primer momento se pondrá en evidencia el contraste del origen humilde del muchacho y la condescendencia con la que es tratado, inesperadamente este se convertirá en el elemento que unirá a Marian (Julie Christie), la joven hija de la familia, y el vigoroso Ted Burguess (Alan Bates), leñador igualmente de humildes orígenes, que mantiene una pasión desaforada con la muchacha. Entre ambos, y asistiendo a los ritos, convenciones y costumbres de clase desarrollados por el entorno de los Maudsley, Leo ejercerá como mensajero entre ambos amantes, que son intuitivamente observados por la madre -Mrs. Maudsley; espléndida Margaret Leighton-. En ese contexto, la película establece un juego de humillaciones por entero ligado a los modos establecidos en otros títulos de Losey –con o sin la aportación de Pinter-, pero que en esta ocasión estimo no alcanzan jamás esa densidad y morbidez que fueran arquetípicas del mejor cine de su director. Todo queda en una apuesta complaciente y apagada. En muy pocas ocasiones THE GO-BETWEEN logra la tensión buscada, perdiéndose en su inclinación por un esteticismo francamente caduco, en la aplicación de zooms pretendidamente embellecedores, en la composición de planos estetizantes, ahogando con dichas elecciones formales la posible fuerza que pudiera emanar de su material de base dramático. A ello cabría añadir la torpeza con la que en el relato se insertan la contraposición del presente proyectado en el pasado –con la encarnación de Michael Redgrave como el crecido Colston-, que a mi modo de ver no aportan nada al relato, y más bien se insertan como un artificio de nula incidencia dramática.

 

Personalmente, y más allá del hecho de la competente labor de todo su reparto –pese a que la pretendida naturalidad del niño Dominic Guard hoy día aparezca poco menos que relamida-, uno se queda en esta película con la descripción dos de sus personajes secundarios. Uno de ellos es el ya señalado encarnado por la veterana Margaret Leighton, que sabe matizar su condición de protectora de la familia, y articular en sus miradas o sus actitudes su proteccionismo por el mantenimiento de los privilegios del clase –la intención de prolongar dicho estatus haciendo casar a su hija con Hugh Trimingham (Edward Fox)-, aunque ello le fuerce a provocar la ruptura de la pasión de esta con Burguess, que no impedirá la existencia de un hijo no deseado. El otro personaje de interés es precisamente el mencionado Trimingham, representativo de esa clase burguesa emergente, marcado por una lucha en la I Guerra Mundial que le dejó una ostentosa cicatriz en el rostro, pero que demuestra una adaptación a nuevos modos sociales –ese acercamiento sincero al muchacho protagonista-, y al que la sutil interpretación de Fox proporciona una entrañable credibilidad y gama de matices.

 

En definitiva, THE GO-BETWEEN es un título que quizá posee un mayor interés como testimonio que en la auténtica valía de sus propuestas, erigiéndose como un referente envejecido de posteriores indagaciones de época dentro del cine británico –varias de ellas, firmadas por James Ivory-. Su auténtica discreción, más allá de la incomprensible recepción en el momento de su estreno, revela la irremisible decadencia de un director que en la primera mitad de los sesenta, se erigió como un auténtico referente del moderno cine europeo.

 

Calificación: 2

2 comentarios

Robert -

Resulta sorprendente la dureza con que usted trata esta interesante película de Losey o la excelente Accidente, sobre todo si se tiene en cuenta que quien lo hace es un admirador de la hueca e insustancial Arabesco de Donen. Eso sí le reconozco la valentía de ser la única persona que tiene algún respeto por esta obra de Donen, que como escribió el gran José María Latorre nació vieja.

Javier -

Una crítica un poco despiadada para una bella película como El Mensajero. Cuyo drama es lo que descubre un adolescente británico en aquella época, llena de convencionalismos hipócritas, cuando pierde la inocencia en crueles circunstacias, al contemplar en un pajar la relación sexual entre un hombre y una mujer que se aman pasionalmente. En lo que estoy de acuerdo es en esa torpeza de Losey hacia un pasado poco creíble con el pequeño Leo traumatizado para el resto de su vida. Y en el que una madura Marian, después de que hubiera tenido un hijo de soltera como consecuencia de aquella relación, le quiera transmitir a su nieto que su padre (y él) fue producto de un amor verdadero: en un último y definitivo mensaje a través de un cuarentón y deprimido Leo. Hoy todo esto nos resulta demasiado inverosimil, pero no tanto en la década de los 70 (cuando yo vi esta película, que no olvido, siendo un adolescente).