THE INTIMATE STRANGER (1956, Joseph Losey) Intimidad con un extraño
Cuando el norteamericano Joseph Losey asume la realización de THE INTIMATE STRANGER (Intimidad con un extraño, 1956), por encargo del productor ligado a la serie B británica Nat Cohen, atesoraba en su filmografía no solo su forzado debut en tierras británicas, debido a su implicación en la “Caza de Brujas” de McCarthy, sino una desigual pero nada desdeñable andadura previa como realizador en USA, que le había granjeado títulos de notable relieve, entre los que no me gustaría dejar de reseñar el magnífico, siempre vilipendiado –y me atrevería a señalar que nunca contemplado, M (1951), remake del célebre clásico rodado por Fritz Lang-. Es por ello, y pese a reconocer que en su obra previa se encuentra a mi juicio algún título tan endeble como THE LAWLESS (1950), sorprende descubrir con un exponente tan esquemático, carente de la debida densidad y, a la postre, decepcionante, como el que comentamos. Y es más doloroso aún, al encontrarnos ante una propuesta argumental que de entrada albergaba no pocas posibilidades. La odisea de ese realizador obligado por un escándalo –en este caso debido a sus relaciones con mujeres-, a abandonar Hollywood y establecerse en la industria británica, ofrecía quizá la oportunidad para que Losey estableciera en torno al Reginald Wilson encarnado por Richard Basehart, una metáfora en torno a su propia situación personal, en lo que podía haber sido al mismo tiempo una curiosa y personal muestra de “cine dentro del cine” en un ámbito de producción insólito.
Hay que señalar la posibilidad de que buena parte de las limitaciones y carencias observadas en esta película, provengan de la copia contemplada. Se trata de la versión americana, titulada FINGUER OF GUIL, en la que se solapó en sus títulos de crédito la autoría del guión por parte de Howard Koch, insertando en su lugar el crédito a Peter Howard. Por su parte, un Losey que en la propia Inglaterra era “camuflado” como Joseph Walton, en los escuetos créditos americanos, aparece como Alec C. Snowden. Más allá de estos elementos en definitiva accesorios, dos son los aspectos que a mi modo de ver denotan las consecuencias de la manipulación en la copia americana. El primero, una horrorosa banda sonora, que se encarga de destrozar por completo la posible tensión y el dramatismo de sus instantes en principio más percutantes. Por otra parte, se percibe lo abrupto en el montaje de las secuencias, lo que induce a pensar en la presencia de una tijera, que quizá desestructurara elementos alcanzados por Losey en su montaje inicial. De cualquier manera, siempre he pensado que cuando un producto cinematográfico alberga en su resultado un alcance perdurable, ni la más atroz de las manipulaciones puede con esa fuerza interior. No es el caso, lamentablemente, de THE INTIMATE STRANGER que, justo es reconocerlo, se inicia de manera atractiva, y hasta cierto punto desasosegadora, a través de ese primerísimo plano del ojo de Basehart, iluminado en la oscuridad cuando está siendo examinado por un doctor, llegando a poner en tela de juicio su propia estabilidad mental. Unos primeros instantes que transmiten inquietud en un hombre de cine dominado por la tensión, que nos retrotraerán a un extenso flashback, situándonos en el inicio del drama sufrido por este cineasta, que ha decidido dejar atrás su facilidad en las relaciones esporádicas con las mujeres, para casarse con Kay (Constance Cummings), hija del productor cinematográfico Ben Case (Roger Livesey, toda una institución de la escena inglesa). Como bien señala el amigo Joaquín Vallet en su magnifico libro sobre el cineasta, el primer tercio de la película muestra a través de las secuencias en las que aparece Wilson –pertrechado con un bastón- resonancias fálicas que denotan una frustración sexual en alguien con un pasado muy abierto a este respecto.
Por desgracia, poco más hay que destacar en esta película, a partir del momento en que aparece en escena el elemento inquietante y perturbador, de una serie de escritos dirigidos al protagonista, firmados por Evelyn Stuart (Mary Murphy), alguien que el destinatario afirma no conocer, pese a que dichas misivas demuestren un conocimiento muy preciso del devenir del angustiado receptor, hasta el punto de hacer dudar no solo al espectador, sino a él mismo, de la veracidad de sus impresiones. Será un marco hasta cierto punto inquietante, que Losey expresará con moderada eficacia, y que a mi modo de ver se vendrá abajo, en el preciso momento en que aparezca en escena la propia Evelyn, en el instante en que Wilson acude junto a su esposa, a la habitación de la residencia en la que esta se encuentra. La entrada en escena de la hasta entonces ausente joven –rompiendo por otro lado ese aspecto numinoso que hasta el momento albergaba su presencia en el over narrativo-, nos introduce un detestable rol cinematográfico, en el que la pobrísima performance de Mary Murphy no ayuda a proporcionar el más mínimo matiz. Cuesta creer –y en el cine el verosímil cinematográfico, nada hay más importante que aquello que se muestra en pantalla, por más extraño que parezca, resulte creíble-, la peripecia de esta muchacha y la propia actitud del atribulado protagonista. Es por ello que aún encontrando algunos instantes en los que se aprecia un trabajo de puesta en escena, el conjunto sea bastante decepcionante. Entre estos últimos, destacaremos especialmente la planificación del instante de la inesperada aparición de Evelyn, observando como al fondo del encuadre en el que se encuentra Reginald, negando conocerla, hay una foto suya dedicada. O la conversación mantenida entre el matrimonio, en donde la presencia de un gran espejo horizontal jugará como elemento determinante en la oscilación dramática de la misma. Incluso podemos apreciar esa cierta fisicidad y desgarro emocional, consustancial a lo mejor de su cine.
Lamentablemente, la premisa argumental de THE INTIMATE STRANGER es tan banal, está articulada dramáticamente con tanta pobreza, el personaje de Evelyn es tan repelente, la resolución del enigma deviene tan pueril, que su conjunto aparece como uno de los puntos más endebles en la andadura de este cineasta. Por fortuna, un año después desplegaría su renovada madurez con TIME WITHOUT PITY (1957), piedra de toque para adentrarse en su magnifico periodo británico, que le permitió consolidarse como uno de los más relevantes cineastas de su tiempo.
Calificación: 1’5
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