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CINEMA DE PERRA GORDA

THE LAWLESS (1950, Joseph Losey) [El forajido]

THE LAWLESS (1950, Joseph Losey) [El forajido]

Dentro de un contexto tan convulso como el Hollywood de aquella postguerra, que se daba de las manos con la siniestra Caza de Brujas de McCarthy, apareció en las pantallas, siempre en producciones modestas, una producción de cine social, auspiciada por cineastas y profesionales comprometidos con el progresismo norteamericano de su tiempo. Producciones en ocasiones simplemente bienintencionadas, asumidas por directores, guionistas e intérpretes comprometidos con la izquierda norteamericana, y que las grandes productoras asumían como productos de aprendizaje o complementos de programas de doble. THE LAWLESS (1950) es uno de ellos, segundo largometraje dirigido por Joseph Losey, bajo guion de Geoffrey Homes (Daniel Mainwaring), el actor McDonald Carey, y teniendo el mecenazgo del tándem de productores formado por William H. Pine y William C. Thomas, en este caso al amparo de la producción de serie B para la Paramount. Su argumento, supone una muestra más de dicha corriente, destinada a denunciar el racismo inherente, en torno a la inmigración llegada de Méjico, que tendría exponentes tan valiosos como BORDER INCIDENT (1949, Anthony Mann) o la posterior COUNT THE HOURS! (1953, Don Siegel). Un elemento concreto de denuncia, bajo el que se intenta transmitir la intolerancia de una sociedad en apariencia pacífica, pero que bajo su seno incubaba el veneno latente del fascismo cotidiano.

En THE LAWLESS, el planteamiento se dirime en torno al conflicto en el que se verán envueltos una pareja de jóvenes norteamericanos de ascendencia mejicana. Ellos son Paul Rodriguez (Lalo Rios) y Lopo Chavez (Maurice Jara) quienes, en el retorno a sus casas,  distraídos por su conversación, chocharán con el coche que portan Joe Ferguson (Johnny Sands) y un amigo suyo, dos representantes de acomodada raza blanca, con quienes se pelearán, siendo separados por un comprensivo agente de la policía. Sin embargo, pronto observaremos este enfrentamiento, en la fiesta que han organizado los recolectores en Sleepy Hollow, que acabará con una pelea entre bandas, agrediendo inesperadamente Paul a un agente de policía, y dándose a la fuga robando un carrito de helado. Será el inicio de una odisea, que será contemplada de cerca por Larry Wilder (McDonald Carey), un editor de prensa que ha recalado en la localidad, y su amiga Sunny García (Gail Russell), de raíces mejicanas, y editora de una pequeña revista. Ambos ejercerán en la película como mediadores de una conciencia liberal, comprobando con asombro e indignación, la escalada de violencia e intolerancia que vivirá la población, según se vayan sucediendo una serie de incidentes en torno al fugado, en buena medida debidos a cusas accidentales, que serán engrandecidos y manipulados por los medios de comunicación que traten la noticia, al tiempo que la población vaya asumiendo en su conjunto, el perfil de una masa enfervorecida.

Más allá de un producto plenamente definido, THE LAWLESS funciona por acumulación de estereotipos. El maniqueísmo campa por sus respetos, en una mirada, en la que los arquetipos y las escasas matizaciones, rodean una serie de personajes de una pieza. Con malos, malísimo y opresores, y buenos, buenísimos sin matiz. Es indudable que se tiene que contemplar el film de Losey con cierta simpatía, en la medida que una propuesta de estas características suponía, en aquellos tiempos, situar una pica en Flandes, en medio de un contexto convulso como el del McCarthysmo, algunas de cuyas incidencias en esta película -sobre todo mostrar esa turba en la que se convierte el vecindario de la población-, adquieren reminiscencias inequívocas de aquel triste episodio de la vida americana. Así pues, desde el primer al último fotograma de la película, está dominado por ese primitivo alcance discursivo, que se sobrelleva de manera apreciable, cuando su contexto se difumina en una determinada cotidianeidad. Sin embargo, cuando este se plantea en primer plano, es cuando THE LAWLESS asume un énfasis sin duda caduco, perdiendo su efectividad, en medio de una mirada esquemática, en la que describen tanto esos personajes de una pieza, como esas reacciones violentas, que no por irracionales, resultan menos creíbles -la avalancha que arrasa la redacción del periódico que dirige Wilder-. Es cierto que hablamos de una película de su tiempo, con su sentido de la inmediatez y su alcance panfletario, que curiosamente en nuestros días, en medio de un triste panorama dominado por los populismos y la intolerancia, adquiere una dolorosa realidad.

Con todas estas reservas, si algo funciona, y no poco, en THE LAWLESS es su sentido de la inmediatez y su fisicidad. Esa capacidad que albergan sus fotogramas para remarcar el detalle -la foto del hermano de Paul, caído en Guadalcanar, que este expone en su habitación, remarcando esa condición de norteamericano de ambos- y, sobre todo, la fisicidad de exteriores. Es algo que tiene quizá su máximo punto de interés, en la dolorosa secuencia diurna, en la que el aterrado protagonista, huye del acoso de la policía y, en conjunto, de una sociedad que no duda en dar de sí lo peor de sí mismo -alentados y manipulados por unos medios de comunicación totalmente manipuladores (la visión que se ofrece de ellos, pese a estar igualmente dominada por el maniqueísmo, es desoladora)-. Ello se manifestará en la huida del muchacho, a espacio abierto, por un pedregal en llano, en donde la distancia del plano general, con clara ascendencia documentalista, empequeñecerá aún más la insignificancia de la víctima, visualizada en medio de la agresiva y desproporcionada persecución de esas agresivas fuerzas del orden. Será la medida de lo más perdurable, lo más cinematográfico, de una película tan modesta como necesaria. Que describe las limitaciones y las posibilidades de un cineasta aún por hacer, pero al que se le vislumbran no pocas posibilidades visuales. Lo lograría de manera magnífica, en su siguiente película, la eternamente menospreciada M (1951).

Calificación: 2’5

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