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CINEMA DE PERRA GORDA

BIRD OF PARADISE (1932, King Vidor) Ave del Paraíso

BIRD OF PARADISE (1932, King Vidor) Ave del Paraíso

Durante largo tiempo, BIRD OF PARADISE (Ave del Paraíso, 1932), ha venido sufriendo los vituperios, sobre todo de los más cercanos seguidores de la obra vidoriana. No está en mi ánimo hacer una defensa numantina de una propuesta directamente surgida de la mente del tycoon David O’Selznick, que aparece como otra muestra de ese intermitente interés de Hollywood, por desarrollar historias ligadas al género de aventuras, desarrolladas en escenarios exóticos. Un año antes, Murnau y Flaherty rodaron el canónico TABU: A STORY OF THE SOUTH SEAS (Tabú, 1931), y también surgía otro exponente de enorme importancia, como fue TRADER HORN (Idem, 1931. W. S. Van Dyke). Y estoy seguro que ambos referentes, fueron la base tomada para dar vida esta historia amorosa entre un aventurero y una indígena, que tuvo su “remake” en 1951 de la mano de Delmer Daves. Y como en buena parte de dichas experiencias, despojándonos ya de un estricto seguimiento de la personalidad del cine de Vidor, para bien y para mal, nos encontramos ante una propuesta arquetípica, que tendría una especie de prolongación inesperada años después de la mano de John Ford, cuando acometiera el rodaje de HURRICANE (Huracán sobre la isla, 1936). Es decir, nos encontramos con propuestas livianas en el género de aventuras, combinando en la levedad de sus bases dramáticas, líneas románticas, exóticas, y la presencia de una determinada catarsis que trascienda y contraste con la placidez antes contemplada.

Todo ello, punto por punto, se desarrolla en BIRD OF PARADISE, que plantea una historia romántica en la que se contrasta primitivismo y civilización. Un elemento en buena medida desaprovechado, en detrimento del desarrollo de una desigual y arquetípica línea amorosa, descrita en un ámbito físico de marcado exotismo, que justo es reconocer que en determinados pasajes, transmite al espectador una sensación de inmediatez, y un cierto alcance telúrico. Lo percibiremos en los primeros minutos del relato, descritos en la costa donde circulará el velero en el que forma parte Johnny (Joel McCrea) como parte de la tripulación que comanda Mac (John Halliday). Serán unos pasajes donde Vidor logrará transmitir la fisicidad y el aliento aventurero al que se enfrenta el muchacho, mediante una planificación tomada en buena medida desde la propia superficie del mar. Una situación accidentada –se engancha en su pierna una maroma con la que Johnny pretendía arponear a un tiburón-, le pondrá en contacto con Luana (Dolores del Río), una bella nativa, hija además del rey de la tribu. Será el inicio de un romance que oscilará entre lo idílico y lo tumultuoso, dentro de un ámbito tribal que considera pecaminosa la elección que dicta el corazón de Luana, entregada por completo con ese joven, inocente y atractivo, que ha conquistado su corazón. Todo ello, dentro de un idílico ámbito natural, dende se esconderá ese aroma sombrío y siniestro, dominado por las autoridades que dominan el poder de la tribu.

En buena medida, ahí se centra el contraste entre las moderadas cualidades y las considerables limitaciones, que encierra el film de Vidor. De un lado, lo más atractivo de la película se centra –con todas sus limitaciones y no poca blandura-, en la descripción de ese romance en medio de la naturaleza que muestran sus imágenes. La descripción de ese ámbito telúrico, dejar en un segundo término la presencia de diálogos –esa incomunicación entre Johnny con los nativos propiciará dicha circunstancia-, la imbricación del relato en parajes naturales, en los que Vidor parece sentirse muy a gusto –ese travelling lateral en medio del follaje de la selva, que describe en sus primeros minutos la belleza del lugar donde se desarrollará la acción-, o la fuerza erótica que revisten algunos de sus instantes. Llegados a este punto, justo es reconocer que McCrea brinda esa mezcla de valentía e inocencia, que prolongaría con más carisma en la inminente THE MOST DANGEROUS GAME (El malvado Zaroll, 1932. Irving Pichel). Por el contrario, no cabe duda que un considerable lastre de la película, reside en la insoportable presencia de una histérica Dolores del Río, incapaz en ningún momento de empatizar con el espectador. Y en cierto modo, portadora de una de las grandes rémoras de la película; la representatividad que esta brinda a las convenciones que con el paso de los años, más ha lastrado este tipo de subgénero; el servilismo proporcionado a los acartonados personajes de la tribu y, fundamentalmente, ese recurso en la inserción de danzas y rituales, que en la mayor parte de los casos, no hacen más que ralentizar una base dramática como la presente, ya de por sí dominada por su escasa enjundia –de hecho, Vidor en su autobiografía, señalaba que asumió la película sin la existencia de guión-.

Así pues, BIRD OF PARADISE discurre sin densidad, ondeando intermitentemente entre sus dos ámbitos argumentales y alcanzando, eso sí, cierto pathos, en el bloque casi de conclusión, en el que la pareja protagonista es raptada por parte de los componentes de la tribu, siendo atados y torturados –sobre todo Johnny-, y describiendo dicho episodio una notable fuerza erótica y dramática, utilizando para ello la cercanía de sus cuerpos inmovilizados y dispuestos para el sacrificio. Es en instantes como esos, cuando el film de Vidor levanta el vuelo, mostrando las posibilidades dramáticas de una base dramática hasta entonces revestida de blandura. Cierto, no se puede pedir más de un resultado estimable, a mi juicio más defendible de lo generalmente considerado, aunque dominado por una serie de convenciones, que se han venido prolongando con el paso de los años.

Calificación: 2

1 comentario

Juan Manuel -

La mala fama que ha tenido ha lastrado también la versión de Delmer Daves, para mí bastante interesante. A pesar de Louis Jourdan, que incluso está pasable.