SEAS BENEATH (1931, John Ford) Mar de fondo
Alejadas en líneas generales de lo que con el paso del tiempo podríamos denominar como el “mundo fordiano”, no cabe duda que en numerosos títulos rodados por John Ford en la década de los años treinta, se aprecian no pocos elementos interés, dispersos por encargos diseminados en una copiosa producción que podía oscilar en diferentes estudios. Esa sensación de asistir a películas en algunos casos deudoras de un rígido seguimiento de la implantación del sonoro –cuando Ford había legado a altísimas cuotas expresivas y dramáticas en las postrimerías del periodo silente-, la ocasional querencia por lo enfático, vislumbrar en algunas de ellas, o elementos que serían puestos en practica con mayor acierto en periodos posteriores, son factores que, punto por punto, se dan cita en SEAS BENEATH (Mar de fondo, 1931), que aparece por otra parte como una nueva propuesta dentro del cine de submarinos, rodada por Ford tras la apreciable MEN WITHOUT WOMAN (Tragedia submarina, 1930). La película que comentamos, supuso para el director su retorno a la Fox Films Corporations –pocos años después la 20th Century Fox-, dando como fruto un resultado que el propio cineasta confesaba detestar. Dejemos de lado las opiniones de un Ford por lo general poco atinado –aunque casi siempre apelando a una desmedida modestia-, a la hora de resaltar los ocasionales valores de una cinta de aventuras indudablemente desigual y a fin de cuentas menor en la gigantesca obra del cineasta, pero que merece ser reseñada tanto en su significación a la hora de sacar a la luz producciones apenas evocadas en su obra, como la ocasional puesta en valor de sus innegables aunque jamás excesivamente brillantes cualidades.
Nos encontramos en 1918, en los últimos estertores de la I Guerra Mundial. Un falso barco comercial, esconde en realidad la tripulación norteamericana capitaneada por Bob Kingsley (George O’Brian), encaminada a combatir al submarino alemán U-172. Para ello seguirá las órdenes secretas del mando americano, custodiando de manera secreta un disparador destinado a lograr con el arma la hazaña de destruir dicho objetivo. Con destino a Gibraltar, el barco repostará en las Islas Canarias, donde por un lado Kingsley conocerá a la joven y atractiva Anna (Marion Lessing), sin saber que esta es hermana del responsable del submarino a combatir. Por otro lado, el joven e idealista Dick Cabot (Gaylor Pendleton), caerá en la seducción en la que le envolverá la bailarina Lolita (Mona Maris), quien lo emborrachará, quedando en tierra cuando la tripulación del barco interrumpa su busca infructuosa, al tener que retomar su misión. Al despertar y comprobar su angustiosa situación, Cabot contemplará casi por casualidad la trampa en la que ha caído y la salida de un barco en el se encuentran como pasajeros los oficiales alemanes dispuestos en el submarino, comandados por Franz Shiller (John Loder). El joven oficial americano intentará sabotear que a la llegada del barco al submarino se haga la propulsión de combustible, pero caerá bajo el impacto de las balas, dejando su cuerpo en el mar junto a un chaleco salvavidas, ligado a un barril en llamas. Este llegará hasta el barco que comanda Kingsley, al tiempo que la nave que se ha incendiado, y de donde este hará presa a Anne, de la que ha descubierto su vinculación con los alemanes y su condición de espía. Poco a poco, este intentará levar a cabo su plan de simulación, intentando atraer la acción bélica del submarino alemán, estando al mismo tiempo en contacto con otro submarino aliado, y presto a responder con esa nueva arma que ha mantenido totalmente en secreto, al igual que su tripulación militar, escondida hasta el punto de aparecer la nave con un aura casi fantasmagórica, tras el constante bombardeo de los alemanes.
De entrada, SEAS BENEATH aparece dividida en tres partes, de desigual calado, lo cual incide considerablemente en los altibajos que manifiesta su conjunto. La primera se centra en la descripción y los primeros pasos de la tripulación norteamericana, iniciada con esa ingeniosa inserción de teletipos que nos introducen en la misma. Será a mi modo de ver el tramo menos atractivo, caracterizado por una cierta morosidad narrativa y, sobre todo, una descripción muy estereotipada de la tripulación –insertando en ella apuntes poco logrados de comedia, como ese ensayo de un falso pánico-, con aspectos cómicos poco conseguidos –nada que ver con el cariño que Ford proporcionaba a los roles secundarios de su cine-. Es cierto que en todo momento se respira una atmósfera de fisicidad, e incluso aparece el temor por parte de los marinos más jóvenes, a enfrentarse con una cercana muerte. La ausencia de fondo sonoro, hará que esa extraña sequedad vaya acompañada por un cierto apergaminamiento que, por fortuna, se diluirá en el largo fragmento desarrollado supuestamente en las Canarias, en realidad rodado en costas mejicanas.
Será este un segundo tramo, en el que Ford mostrará una indudable destreza en el trazo romántico, no solo en el encuentro entre Bob y Anne –que dará paso a una divertida secuencia en torno a la prohibición de fotografiar un submarino alemán-. Bajo mi punto de vista, lo más valioso, romántico y erótico al mismo tiempo de SEAS BENEATH se expresa en el episodio de seducción de Lolita, esa bailarina de taberna, que en el fondo ayudará a madurar a marchas forzadas a Cabot, mediante el baile que ambos practicarán, invitándolo a subir a su habitación con sus armas de seducción, y forzando a que el muchacho se duerma tras beber vino. Una vez consiga de este su objetivo, el admirable fragmento, provisto de una elegante sensualidad, culminará con un beso al rostro del joven adormecido. El personaje de este joven marino, tendrá una prolongación en el último tercio del conjunto, constatando su desesperación por haber quedado en tierra, y su intento por boicotear el avituallamiento de los alemanes. Será un fragmento tenso, en el que la inocencia e inexperiencia del muchacho, llevará el contrapunto de su respuesta agresiva contra los alemanes. Por desgracia, la versión americana eliminó la secuencia del entierro del joven, del que solo se propone el apunte bizarro de la llegada por mar de su cuerpo, ligado a un bidón con combustible ardiendo. Será el inicio del desenlace. Un tenso episodio, que casi de un instante a otro oscila entre lo admirable y lo ridículo, y en el que Ford acertará a dilatar el suspense existente entre la tripulación escondida, combinando instantes en los que no sucede nada, con la presencia incluso de apuntes humorísticos –los tatuajes que portan algunos de los marinos-, que por momentos parecen preludiar algunos de los pasajes más corrosivos de DUCK SOUP (Sopa de ganso, 1933. Leo McCarey). Justo es reconocer que la película aporta unos minutos finales magníficos, ásperos en su fisicidad, describiendo la dureza de un combate en alta mar, e incluso los rituales del personal alemán –esa aceptación de su muerte cuando quedan vencidos, de la que se salvarán por el rescate in extremis de los americanos-, que solo se diluirá en ese forzado y poco convincente atisbo de happy end, escenificando una posible reconciliación futura entre Ben y Anne. En cualquier caso, ello no anula la conjunción de un relato de cierto interés, en el que apenas se atisba el mundo fordiano, pero que funciona con eficacia y tersura, como sencilla y primitiva propuesta de género.
Calificación: 2’5
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