THE BIG NIGHT (1951, Joseph Losey)
Desde sus primeros fotogramas –esos títulos de crédito en poderoso blanco y negro y tomando como fondo un contexto industrial sombrío, sobre los que se posa el rostro del joven protagonista, punteado por un fondo musical dramático algo altisonante-, podemos insertar THE BIG NIGHT (1951, Joseph Losey) dentro del contexto de un tipo de cine muy representativo de su época. Se trata de una producción, generalmente lindante con el thriller, escorado e el ámbito de pequeños estudios o la vertiente de bajos presupuestos de algunas de las majors de Hollywood. Películas pequeñas, generalmente sin estrellas conocidas, probablemente imperfectas, pero al mismo tiempo reveladoras de una inquietud social, revelando en sus modestas pero críticas intenciones resultados en ocasiones estimulantes, en otras simplemente bienintencionados. En definitiva, más allá de una valoración título a título, fueron obras que dirigieron desde Jules Dassin hasta Joseph Losey, pasando por Edward Dmytryk o los primerizos Richard Fleisher y Anthony Mann –entre otros muchos-, todo este corpus revela una inquietud crítica que paulatinamente iría extendiéndose –según el cine norteamericano se iba forzosamente a abrir a nuevos contextos de permisibilidad en el ámbito temático de sus películas-, a producciones de mayor calado industrial. Solo por ese carácter de avanzadilla, y también por haber permitido una conciencia crítica en un contexto sociocultural dominado por el macartismo, creo que habría que tener en cuenta esta saludable corriente.
Una de las muestras de esta tendencia la proporcionaron los primeros pasos de la trayectoria cinematográfica de Joseph Losey, antes de que la mencionada “caza de brujas” le forzara a emigrar hasta Inglaterra, donde inició un nuevo periodo en su obra definido en sus primeros compases en producciones de bajo presupuesto, e incluso con algunas películas firmadas bajo seudónimo, hasta que poco a poco fue consolidándose como uno de los realizadores estrella de dicha cinematografía. Aunque nos encontramos con una producción no excesivamente extensa –apenas cinco películas rodadas en poco más de tres años-, creo que asumen cualidades y limitaciones casi al mismo nivel, revelando de alguna manera una serie de tendencias que, corregidas y aumentadas, se extenderán al conjunto de su obra. THE BIG NIGHT es una prueba palpable de dichos enunciados, encontrándonos en un relato que combina quizá demasiadas intenciones para que estas puedan verse resueltas en una película de poco más de setenta minutos de duración, y en la que faltaría un realizador de mayor madurez y sutileza que la demostrada por Losey en aquellos primeros pasos de su carrera, como para que finalmente las sugerencias puedan plasmarse en un resultado lo suficientemente óptimo. Es por eso que en más ocasiones de lo deseado, lo mejor y lo peor se da de la mano de una manera tan palpable en sus imágenes, aunque ello no nos impida, justo es reconocerlo, asistir a una propuesta que finalmente alcanza un relativo interés, e incluso en sus momentos más emotivos –aquellos precisamente en donde se apuesta por la senda del melodrama y la libertad de sus propios personajes-, el film de Losey alcance una cierta densidad.
Así pues, combinando la crónica del brusco encuentro de un joven con una insospechada madurez, la sórdida crónica urbana, la descripción de un contexto social noble pero al mismo tiempo dominado por el terror -una nada velada crítica al terrible momento que vivía en aquellos años la sociedad norteramericana-, Joseph Losey intenta en uno de sus primeros largometrajes trazar diversas líneas vectoras. Con ello pretendió configurar un relato que quizá deje entrever debilidades precisamente a la hora de impostar diversos elementos reveladores del progresismo del director –un ejemplo al azar; la manera con la que destroza la preciosa secuencia del breve encuentro del joven protagonista con la cantante negra, con el pueril comentario que revela el racismo latente en el muchacho-, pero al mismo tiempo destaca por la sinceridad con la que vuelca esa manera física de enfrentarse a los recovecos de la narración, mostrando dureza y al mismo tiempo un atisbo de sensibilidad a la hora de plasmar el conflicto interior del protagonista, que a la postre se revelará la mayor cualidad de la película. THE BIG… se iniciará con unos instantes que servirán como presentación del joven George La Manin -John Barrymore Jr. cuatro años antes de servir como protagonista de la obra cumbre de Fritz Lang, WHITLE THE CITY SLEEPS (Mientras Nueva York duerme, 1955)-. Se trata de un muchacho de apenas diecisiete años, presionado por sus compañeros quizá debido a que en él se detecta una especial sensibilidad. Muy pronto, la película nos mostrará una secuencia excelentemente modulada que ejercerá como auténtico detonante en la evolución forzosa del muchacho; la celebración de su cumpleaños. Su padre –Andy (Preston Foster)- es dueño de un bar de la localidad, y le mostrará una tarta pidiéndole que sople para apagar sus velas –el espectador ya conoce por los diálogos previos, la existencia de una mujer con la que el progenitor se encuentra ligado, y que George tiene en gran estima, estando el espectador seguro que los deseos de este se centran en ligar a dicha pareja-. George dejará finalmente una vela sin apagar, introduciendo un inesperado elemento de tensión –ahí Losey desdibuja el atractivo del momento insertando un innecesario plano de detalle de la tarta-, que muy pronto adquirirá carácter de auténtica pesadilla al introducirse en el recinto un extraño y sórdido personaje que cojea. El realizador logra mostrar un fragmento admirable con una planificación angulosa que sabe extraer un elemento sórdido, humillante para el padre del muchacho –que sufrirá con dolorosa resignación una paliza por parte del recién llegado delante de todos sus clientes-, a partir de cuya traumática vivencia se planteará en el chico el deseo de venganza. Llegará por tanto, esa “gran noche” en la que parece que repentinamente desee convertirse definitivamente en un adulto –se vestirá como un hombre duro, mirándose constantemente al espejo e incluso portando un arma para matar a quien a agredido de tal modo a su padre-.
A partir de ese momento, THE BIG NIGHT revelará su eficacia en aquellos instantes en donde las relaciones de los personajes se muestran con sinceridad –las conversaciones de George con una joven muchacha con la que presumiblemente se ha producido un cierto flechazo, las secuencias finales en las que este descubre la realidad del comportamiento de su padre, los numerosos momentos aparentemente desligados de la acción en los que la cámara se detiene en las actitudes y gestos del muchacho-. Por el contrario, el film de Losey mostrará no pocas debilidades a la hora de la descripción de ciertos personajes –ese latoso con el que trabará contacto en el combate de boxeo, los encuentros y búsquedas de George del agresor de su padre, la secuencia de enfrentamiento directo con este, la propia circunstancia con la que la película resuelve artificiosamente el alcance de la acción del muchacho, eliminando el concepto de asesinato-, impidiendo que el alcance de su propuesta pudiera revestir una mayor contundencia. Virtudes y defectos que se asemejan a los planteados con el largometraje de debut del director –THE BOY WHIT GREEN HAIR (El muchacho de los cabellos verdes, 1948)-, en la que la vertiente sincera de relación de personajes adquiría una mayor homogeneidad, elevándose por encima de las insuficiencias de su articulación como fábula social contra la intolerancia.
En definitiva, THE BIG NIGHT es un pequeño film, interesante en la medida de poder comprobar un exponente poco referenciado en la filmografía de su artífice –otro interesante para recuperar sería su posterior y controvertida versión del referente langiano M (1951)- y al mismo tiempo representativa de una manera de entender el cine en aquel momento concreto, tan imperfecta como aún llena de vida.
Calificación: 2’5
0 comentarios