THE LAST RUN (1971, Richard Fleischer) Fuga sin fín
Rodada tras la estupenda 10 RILINGTON PLACE (El estrangulador de Rillington Places, 1971 y antes de la decepcionante BLIND TERROR (Terror ciego, 1971), THE LAST RUN (Fuga sin fin, 1971) goza de una extraña valoración entre el seguimiento español de la filmografía de Richard Fleischer. Lo es en primer lugar por el hecho de la supuesta participación de John Huston en la misma –al parecer nunca llevada a la realización activa-. Por otro lado la circunstancia de situar parte de sus exteriores en nuestro país, de algún modo propició una visión sesgada de su resultado. Y a nivel personal, he de señalar que hasta la fecha no había tenido ocasión de acceder a la película por una razón muy simple; en aquellos canales televisivos donde se proyectaba solían amputar su formato panorámico –no hay adulteración a cualquier película que abomine en mayor medida, hasta el punto de negarme a ver exponentes que solo albergo sin respetar sus formatos originales-.
Hecha esa salvedad personal, es evidente que en la crítica española cotizaba al alza el nombre de Huston –aunque su obra en aquellos años fuera bastante irregular- y la deserción del proyecto permitió que se mirara con poco entusiasmo su resultado, ya que entonces se tenía a Fleischer –a mi juicio de manera desacertada- como un director de menor entidad que Huston, quizá intentando intuir que el artífice de THE TREASURE OF THE SIERRA MADRE (El tesoro de Sierra Madre, 1948) hubiera logrado con un planteamiento como el de esta película. Partiendo de mi convencimiento que su resultado hubiera resultado inferior, la circunstancia del rodaje en exteriores españoles, de entrada de hace plantearme la sugerencia para una posible retrospectiva, que agrupara aquellos títulos rodados a partir de la década de los cincuenta en territorio español, por cineastas tan variables como Michael Powell, Albert Lewin, Carol Reed o Ronald Neame, caracterizados todos ellos en ofrecer una visión rural y anclada en la ausencia de progreso en esos exteriores en los que desarrollaban sus argumentos fílmicos. No es este caso una excepción, y hay que decir que esa apuesta por la utilización de exteriores en los que parece plasmarse una auténtica fantasmagoría, beneficia el resultado de este policíaco nihilista, como señaló el propio Fleischer, basado en un guión de Alan Sharp. Un poco a tono con otros exponentes de dicho subgénero, más urbanos –como el a mi juicio hipervalorado BULLIT (1968, Peter Yates), THE LAST RUN en realidad nos narra la decisión de un hombre que ya no tiene acomodo en la vida, de realizar inconscientemente el que será su último cometido en la misma. Nos referimos a Harry Garmes (el siempre magnífico George C- Scott), un hombre del que sabemos bien poco, al que contemplamos inicialmente poniendo a punto un singular vehículo, sometiéndolo a unas dificultosas pruebas al hacerlo conducir a gran velocidad en carreteras provistas de gran dificultad.
Pronto sabremos que se enfrenta a un encargo que entraña peligro, cuando decide entregar lo que supuestamente son sus ahorros a Monique (estupenda Collen Dewhurst), una veterana prostituta que percibimos no solo conoce a la percepción la lacónica personalidad de Harry, sino que profesa por él un especial cariño. Harry visitará la tumba de su hijo –antes veremos como conserva en su casa una foto del peequeño- y conoceremos que su mujer lo abandonó. Y Garmes, que en el pasado ha tratado con gangsters haciendo misiones para estos, ha estado bastantes años retirado en una localidad costera del sur de Portugal, pero encuentra que no solo no es ese su modo de vida, sino que quizá la misma ya no tenga ya sentido para él. Se hará cargo de recoger a un preso al que van a preparar una fuga en un traslado. Comprobaremos como el plan trazado como sale a la perfección, pudiendo comprobar al mismo tiempo la peculiar fisionomía exterior de la guardia civil española de la época, anclada en el pasado, recibiendo Harry a Paul Rickard (el siempre infravalorado y estupendo Tony Musante), un delincuente que a ciencia cierta no sabemos que delitos ha cometido, pero que muy pronto hará entrever su inmadurez, altanería e incluso su alcance psicótico. Por ello se establecerá una escasa empatía entre este y Garmes, que alcanzará una más alta cuota de antipatía cuando este último compruebe el trato que dispensa a su amante –Claudie (Trish Van Tevere, la futura esposa de Scott)-, a la que recogerán en un lugar determinado. Una vez nuestro protagonista plante cara al fugado, los tres iniciarán una aventura cercana cl cine polar francés, en donde la abstracción y la manera con la que son plasmados esos exteriores rurales, adquirirán bajo la cámara de Fleischer una sensación de extraña fantasmagoría, unido al experto dominio del formato panorámico que propiciará uno de los primeros cineastas que supo extraer del mismo un valioso uso dramático. Todo ello conformará una historia mínima en acción real, quizá hasta previsible en su desarrollo, pero que justo es reconocer jamás decae en sus ritmo y en todo momento mantiene una fuerza dramática, que llega incluso a llevar al espectador a entender, comprender e incluso apreciar las acciones de esos tres seres a los que el destino ha unido. Personas ambas alejadas de una sociedad que en realidad no se muestra en unos terrenos dominados por las fronteras, y que parecen huir sin destino determinado, siendo perseguidos por personas –y sobre todo vehículos, adelantándose levemente al DUEL (El diablo sobre ruedas, 1971) de Matheson / Spielberg-, en una aventura que tendrá tanto de inútil y sin sentido, como de cumplimento de un ritual, sobre todo para ese Harry Garmes que en un momento dado legará a intimar con Claude, pero que en su fuero interno sabe a ciencia cierta que en el fondo está exteriorizando una maniobra existencial a una vida que no tiene ya nada que ofrecerle.
No es de extrañar que Fleischer rodara poco después una extraña continuación a esta atractiva película con THE NEW CENTURIONS (Los nuevos centuriones, 1972) –de la que tengo, justo es reconocerlo, un recuerdo muy lejano-, completando ese autocalificado díptico nihilista. Todo ello en un periodo de su filmografía apenas apreciado en su momento, pero al cual el paso de los años ha otorgado su justa y merecida valoración. Aprecio que ha de otorgarse a una película seca, concisa, ofrecida casi sin sentimientos, con una disposición milimétrica –esas pruebas de Harry mostradas al inicio con su vehículo, se vislumbrarán pertinentes y valiosas en la parte final del film-, y que a la chita callando hay que situar entre las propuestas policíacas más singulares y vigentes de su tiempo.
Calificación: 3
2 comentarios
Luis -
Teo Calderón -
Ciñéndonos a la película objeto de este comentario, un itinerante e introspectivo drama de suspense impregnado de una atmósfera agónica, fue resuelto por un Fleischer (que se había subido al proyecto cuando ya estaba en marcha sustituyendo a John Huston apeado por desavenencias irreconciliables con el actor George C. Scott) al que yo mismo califiqué en un lejano día de "competente" restándole así parte de sus méritos, por un Fleischer -digo- que volvía a esconderse tras esa robusta narrativa suya para hablarnos, como muy bien apunta Vizcaino Martínez, sobre los últimos estertores vitales de un elefante cansado y escéptico que instintivamente elige una senda, el pretexto de un abrupto y eutanásico itinerario, que le devuelva a la nada.