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CINEMA DE PERRA GORDA

WAIT TILL THE SUN SHINES, NELLIE (1952, Henry King) [Cabalgata de pasiones]

WAIT TILL THE SUN SHINES, NELLIE (1952, Henry King) [Cabalgata de pasiones]

En más de una ocasión, me he planteado la hipótesis de que si de alguna manera se ordenaran las crónicas sobre la “intrahistoria” de la vida americana, que centraron buena parte de la filmografía de Henry King, nos encontraríamos con una de las miradas más serenas, lúcidas, completas y meditadas de la vida norteamericana desde el siglo XIX. Da igual que estas películas se encuentren distanciadas incluso por décadas en el tiempo. Contemplando WAIT TILL THE SUN SHINES, NELLIE (1952), en no pocos momentos parecen encontrarse ecos del que fuera primer gran éxito de su director, el silente TOL’ABLE DAVID (1921). Aunque nos situemos en otro contexto espacio temporal, se mantiene esa misma mirada, revestida de serenidad, de aparente calma, pero al mismo tiempo bajo cuyas costuras se esconde una visión revestida de tremenda lucidez, sobre los claroscuros de la personalidad del país que evoca a través de historias cotidianas.

En WAIT TILL THE…  -que de entrada no dudo en considerar como uno de sus grandes títulos, y que es otro de los realizados en estos años que no tuvo estreno comercial en nuestro país en su momento-, la acción se inicia en 1945. Nos encontramos en la localidad de Sevillinois, situada a algo más de cien millas de Chicago. Las imágenes iniciales nos relatan los prolegómenos de la celebración de las bodas de oro de la ciudad. Un periodista desea hablar con el alcalde antes de iniciarse el desfile conmemorativo de la efemérides, pero alguien sugiere que converse en su lugar con el veterano Ben Halper (un eminente David Wayne), del que pronto conoceremos fue barbero en los orígenes de la población, y en este medio siglo ha mantenido su profesión, viviendo bajos los cristales de su barbería el devenir y el progreso de la misma, en el que se ha imbricado su propia vida, e incluso el aroma de la muerte. La voz en off de Halper –que acariciará determinados pasajes del film, ejerciendo como oportuno enlace temporal en el largo flashback que desarrollará la casi totalidad del mismo, nos retrotraerá a 1895, cuando Ben viaja en tren –ese medio que tanto tendrá que ver en el futuro trágico de la pareja- junto a su recién comprometida esposa Nellie (Jean Peters). Muy pronto los perfiles de felicidad irán encubriendo la disparidad de criterio existente en el recién contraído matrimonio. Mientras el marido desea establecerse en esta recién creada población como barbero, su esposa no desea más que este sea un breve episodio vital para desarrollar la vida de ambos en Chicago. Por ello, y dada la bonhomía de Ben, este irá ocultando a su esposa la intención de establecerse y la consolidación de su negocio.

A partir de dicha premisa, el film de Henry King se establece como una admirable, serena y, al mismo tiempo, punzante crónica del devenir de medio siglo de andadura norteamericana. Una visión establecida entre el contraste de la vida provinciana y los deseos de llegar a la gran ciudad, mientras el progreso llega de manera tímida pero inapelable. Con un trazado revestido de sutileza, el gran realizador va marcando como la población va consolidando su establecimiento. Los nacimientos van surgiendo, se establece una pequeña funeraria, en un momento dado se mostrará la llegada a la edificación más importante del agua corriente… Pero al mismo tiempo, con ello, no dejará de insertar ese discurrir humano el recelo de sus habitantes, la hipocresía, o incluso el galanteo de Ed Jordan (Hugo Marlowe) el primer amigo de Ben, con Nellie –en una secuencia resuelta de manera pasmosa, en la que los dos matrimonios vivirán la tensión existente entre ambos-. El paso del tiempo mantendrá entre los hombres de la localidad la costumbre de jugar a las cartas en la barbería, pero no impedirá ni la llegada de la guerra de Cuba, a la que el protagonista se alistará, y desde donde vivirá la tragedia con la muerte de su esposa, ni la I Guerra Mundial, a la que combatirá su hijo Benny (Tommy Morton), truncando su prometedora carrera como bailarín. Ni siquiera la introducción de las consecuencias de la matanza de San Valentín, en la que indirectamente se verá implicado su hijo, con las trágicas consecuencias que se derivarán en un episodio de especial crueldad. Es por ello que WAIT TILL THE SUN SHINES, NELLIE adquiere ya en la tonalidad de la fotografía impresa por Leon Shamroy, un aspecto casi fúnebre. Parece que como pocas veces en su cine –quizá THE GUNFIGHTER (El pistolero, 1950) sería un título parangonable-, Henry King dio vida un relato en la que lo melancólico y la sensación de pérdida irá unida de manera muy especial con la vivencia de la muerte. Da igual que a lo largo del metraje inserte pequeñas pinceladas conmovedoras, como el deseo de la vivencia de un nuevo siglo XX a sus dos pequeños, dormidos y ya sin madre, mientras en las calles se escucha el evocador y tradicional cántico “Auld Land Syne”, o el instante en que decide acoger a su nuera tras llevarla fríamente a la casa de sus padres. Lo hará precisamente ese Ben que se podría decirse acercó la muerte a su esposa, y aquella mujer que lo despreció por haber traído la suya a aquella localidad entonces aún sin consolidar.

Lo admirable del film de King, reside en haber logrado imbricar el conjunto del relato desde el interior de esa barbería creciendo poco a poco al compás de la población –impecable el detalle de los tarros de los diferentes clientes que irán multiplicandose, el inesperado incendio de sus primitivas instalaciones, la tensión existente en la secuencia previa al ametrallamiento del gangster Nick Kava o, sobre todos ellos, ese instante casi mágico en el que Ben y su esposa se marchan de la misma saliendo ella feliz tras estrenar la chaqueta de piel que le ha comprado, siendo mostrada dicha salida desde el interior de la cristalera del establecimiento-.

Todo ello quedará descrito con un admirable juego de cámara, caracterizado por unos planos largos que siguen las evoluciones de sus personajes, reencuadrando sus pequeños gestos –ese instante en el que el siervo negro de Ben le mostrará la única foto de Nellie que ha encontrado en una biblia, ya que su viudo quemó con rabia todo lo que de su hasta entonces adorada esposa se conservaba en su casa, tras su trágica muerte y descubrir que le había sido infiel al fugarse con Jordan-. Esa capacidad para hacer transmitir al espectador las emociones de sus personajes. Pero bajo la aparente capa de felicidad que preside el discurrir amable de su galería humana, este dejará entrever los aspectos oscuros del comportamiento humano. No cabe duda que nuestro cineasta fue desde siempre un humanista que aplicó en su cine su convicción cristiana, pero ello no le impidió mostrar en el mismo esa dualidad innata en unos seres que por naturaleza son imperfectos, pero que quizá por ello merecen en sus momentos de mayor debilidad nuestra comprensión.

Dentro de una puesta en escena en la que se recurrirá por lo general a la elipsis o el off narrativo para describir buena parte de sus instantes más trascendentes –la secuencia del ametrallamiento de Kave y su propio hijo será quizá una excepción en dicha elección formal-, WAIT TILL THE SUN SHINES, NELLIE traslada a la pantalla –antes de esa conclusión que retorna a la conmemoración, mostrando a un Halper que es visitado por su nieta, bajo los mismos rasgos que su joven esposa, y encarnado por la misma Jean Peters-, un sereno y al mismo tiempo hondo recorrido argumental, que concluirá con el desfile de los fundadores de la localidad que quedan en la misma, con un plano memorable, que no dudaría en calificar entre los mejores jamás legados por este auténtico maestro del cine. Me refiero a el que muestra a nuestro barbero junto a su nieta –lo único que le queda de su andadura vital-, ya niña, en medio de la belleza del campo, mientras describe en sus palabras en off el peso de la vida transcurrida. Memorable reflexión visual, ante una película que por derecho propio merece figurar en un lugar de importancia dentro del cine americano de la primera mitad de los cincuenta, dentro de la obra de Henry King y, por supuesto, dentro de ese subgénero denominado Americana, del cual nuestro cineasta fue, sin lugar a duda, uno de sus frecuentadores más memorables.

Calificación: 4

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