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CINEMA DE PERRA GORDA

THE WHITE SISTER (1923, Henry King) La hermana blanca

THE WHITE SISTER (1923, Henry King) La hermana blanca

Una película como THE WHITE SISTER (La hermana blanca, 1923) –cuyo remake sonoro se realizó una década después de la mano de Victor Fleming- puede suponer un ejemplo perfecto a la hora plantear un referente de sensibilidad para contemplar y valorar las virtudes intrínsecas del cine. Y menciono la referencia concreta de este estupendo film de Henry King, en la medida que para cualquier crítico de guión –una especie que mucho me temo sigue teniendo más vigencia de la deseada- sería muy fácil ser destrozado, mientras que para un aficionado- inclinado en valorar la esencia del lenguaje cinematográfico –su puesta en escena-, debería admitir las cualidades existentes en esta muestra de la sensibilidad de un ya entonces gran realizador. Si nos ciñéramos incluso al ámbito del encuentro de una supuesta autoría, sorprende admitir como en aquellos tan lejanos inicios de la década de los años veinte, King manifestaba ya unos rasgos de personalidad que fue conservando, sedimentados y enriquecidos, a lo largo de su dilatada filmografía. Esa permanente aura de misticismo, su apuesta por una visión por lo general positiva de la condición humana, su sensibilidad y reposo fílmico, son elementos que podemos encontrar con notable facilidad en una gran producción, que King asumió a partir del encargo de su protagonista femenina, una Lilian Gish que puede ser considerada sin lugar a duda una de las mejores actrices de todos los tiempos. A partir de dicho encargo, surgió la idea de la adaptación de una novela de Francis Marion Crawford, en la que con facilidad nos encontramos con una serie de estereotipos de literatura de “estampita”, que muy bien pudieran haber dado al traste con cualquier elemento de interés en un argumento de base proclive a todo tipo de tópicos sermoneantes. Ahí es nada asistir a una historia de amor planteada entre la joven y desahuciada heredera Angela Chiaromonte (Gish) en una localidad italiana al pie del Vesubio, quien tras la inesperada muerte de su progenitor en un accidente de caza, será postergada mediante las argucias de su hermana de padre, viéndose obligada a asumir una vida modesta. No será para ella mayor impedimento, al encontrar el amor en la persona del capitán Giovanni Saverini (un jovencísimo y ya notable Ronald Colman), sirviendo esa entrega entre ambos como auténtico bálsamo para sobrellevar la dificultad de la joven de insertarse en un modo de vida caracterizado por un cierto grado de privaciones. Será una referencia que inclinará a Angela a la ayuda a seres necesitados, en una tendencia que poco a poco vislumbrará en ella un cierto grado de beatitud. Será una manera de asumir la existencia, que en un momento dado le ayudará a sobrellevar con entereza la noticia del destino de Saverini a un comando en África, con la promesa del ambos de esperarse para casarse una vez regresado este a Italia.

 

Será un deseo compartido que permitirá a los dos jóvenes amantes mantenerse felices en la distancia, manifestando su amor mediante escritos y, con ello, logrando mantener encendida la llama de un sentimiento compartido a prueba de cualquier contrariedad. Pero en un momento dado sobrevendrá la tragedia, al conocerse la noticia del asesinato de Saverini en un ataque árabe. Su amada quedará postrada en un estado catatónico, del cual solo emergerá la ayuda que le brindará el cuadro que un pintor admirador de la muchacha, le mostrará de su amado desaparecido. Conforme el paso del tiempo le devuelva a la realidad, Angela se volcará en su ayuda al prójimo, para lo cual decidirá convertirse en monja y, con ello, ser esa “hermana blanca” que de alguna manera predecía ese otro cuadro que el ya señalado pintor había realizado de la muchacha tiempo atrás.

 

Como se puede comprobar a tenor de lo narrado –omitiendo en esta sucinta evocación los lances más ligados al folletín que marcarán su último tercio-, THE WHITE SISTER es una película que podría resultar detestable argumentalmente –si no se quiere reconocer en su planteamiento un evidente grado de ingenuidad-, pero que logra convertirse en un título notable a partir de la intensidad, serenidad y convicción que Henry King imprime a través de su puesta en escena. Y es algo que se detecta desde sus primeros instantes –aunque personalmente contemplara una copia despojada de fondo musical alguno-, ya desde la sencilla manera con la que se nos describe el contexto de la familia Chiaromonte, la piadosa actitud del patriarca del patriarca de la misma –el intimismo con el que es mostrado la entrega de este con la oración, siendo contemplada esta por parte de Angela pertrechada tras las verjas que separan la capilla familiar-, la constante presencia de crucifijos en el desarrollo de la película, la fuerza casi conmovedora que revisten secuencias como la de la despedida de la joven de su amado –mostrada con el plano del coche alejándose mientras desde la ventanilla trasera del mismo contemplamos el rostro candoroso de la protagonista-, o el instante en que conoce la muerte de este, quedando en estado catatónico –un momento electrizante e inusual en la pantalla-.

 

THE WHITE SISTER logra resultar hasta cierto punto novedosa a la hora de plantear un argumento que se desarrolla en base a tres historias complementarias, integrando para ello ciertos ecos del cine de Griffith –especialmente de INTOLERANCE (Intolerancia, 1916. David W. Griffith)-, que llegarán a cobrar forma en algunos momentos en los que el entrecruce de ambas nos traslada a esa “salvación en el último minuto” –la toma de los hábitos de la protagonista, alternada con la llegada del buque de Saverini tras escapar de la reclusión a la que ha sido confinada durante esos dos años en los que se le ha declarado como muerto-. Sin embargo, no hay en King la búsqueda de suspense en la pantalla. Su cine se inclina de manera clara por esa visión revestida de serenidad, en esa mirada compasiva en torno a la bondad natural del ser humano, que podemos compartir o no –más bien todo lo contrario- pero que en su cine –como en el de otros grandes cineastas como McCarey o Borzage- reviste tal capacidad de convicción, que como señalaban en cierta ocasión algunos comentaristas, nos lleva a la conclusión de que el cineasta creía en el poder transformador del cine. Y dentro de esa ya señalada originalidad del relato, resulta muy interesante la combinación de argumentos que plantea su narración central, incardinada con la andadura personal del joven capitán, unido a la implicación de la presencia del Vesubio, cuyo estudio de comportamiento realiza el hermano de Saverini, y que finalmente permitirá que aflore la catarsis de la erupción del mismo como auténtica prueba para que el amor de los dos jóvenes protagonistas se someta a prueba. Será esta una elección argumental que en última instancia servirá para resolver una difícil conclusión, llegado el momento de conciliar la vocación religiosa de la protagonista, con el inesperado retorno de su amado capitán.

 

No cabe duda que en THE WHITE SISTER se dan cita ciertas debilidades, como puede suponer el escaso tratamiento que se ofrece al personaje del mencionado pintor –secreto admirador de la muchacha, y que solo tendrá acto de presencia en los dos instantes en que sus retratos servirán para hacer progresar la acción-, o el maniqueísmo que desprende el personaje de la hermana de padre de la protagonista –aunque finalmente la maldad de su comportamiento permita la secuencia de su arrepentimiento ante la muchacha a la que en vida ha demostrado su odio-. No es, sin embargo, suficiente para oscurecer la serenidad de la puesta en escena desplegada en todo momento por Henry King, que llega a extremos de fuerza tan pasmosos, como el instante en que los dos protagonistas se reencuentran inesperadamente en el convento –unos segundos en los que parece detenerse el tiempo en la pantalla-, o los propios planos finales, en los que la oración colectiva de la población agradecida a ese anónimo salvador de todos ellos –Saverini-, permitirá a Angela una existencia futura manteniendo su vocación de servicio, su compromiso con la iglesia, y su deseo de compartir la vida ultraterrena con el hombre a quien ha amado siempre. Y es que, en última instancia, en el film de King se despliega una nada solapada paradoja, la de mostrar en la vocación religiosa de la protagonista –su matrimonio con Dios- un sustituto del amor que esta siempre sentirá por su joven capitán. Una atrevida formulación que, sotto vocce, permite una lectura hasta cierto punto disolvente de este relato en primera instancia revestido de complacencia religiosa. Nunca sabremos si esta lectura estaba presente en las intenciones del cineasta –intuyo que sí-, pero lo cierto es que supone un elemento más de interés en una película que casi nueve décadas después de ser llevada a cabo, mantiene notables elementos de interés.

 

Calificación: 3

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