CRY VENGEANCE (1954, Mark Stevens)
Eficaz intérprete de relatos policíacos y noir, aunque sin ofrecer en ningún momento el aura y el carisma de los más célebres exponentes del género, Mark Stevens (1916 – 1994), inició con CRY VENGEANCE (1954), una no muy dilatada andadura como realizador, que tuvo su más amplia expresión en el medio televisivo. En medio de un contexto de producción de serie B, al amparo de la atractiva Alliet Artists, aparece este relato del deseo de una venganza, que se transmutará tras un proceso evolutivo en una posibilidad de redención. Es lo que marcará la figura de su protagonista, el ex agente de policía Vic Barron (Stevens), quien tras cumplir una condena de tres años abandona la cárcel. Antes de ingresar en prisión, su mujer e hijo murieron en un atentado de bomba en su coche, que dejó al propio Vic con la cara quemada en su perfil derecho. Con el rencor en su interior, apenas ocultará a los que fueron sus compañeros de profesión y amigos sus intenciones, haciendo caso omiso a los consejos encaminados a disuadirle del objetivo de eliminar a quien llevaron a cabo las órdenes de aquel atentado; Tino Morelli (Douglas Kennedy).
CRY VENGEANCE se iniciará, precisamente, con los planos aéreos y envolventes que sitúan la acción en la pequeña localidad costera de Ketchikan, en Alaska. Envueltos con la cálida melodía de Paul Dunlap, la película se iniciará con acierto planteando un clima de amenaza al descubrir al que pronto descubriremos se trata de Morelli. Tras un pasado como delincuente que siempre quedará sugerido con cierta sutileza, este ha abandonado el mundo del hampa –al parecer a raíz del atentado contra los Barron-, dedicándose a cuidar de su hija, que se convertirá en el objetivo de su vida. Será el grado opuesto al desasosiego y aliento de venganza que sobrelleva Vic, que no hará más que seguir el reguero de pistas que le leven a su objetivo. Ello le acercará hasta unos gangsters residentes en San Francisco, uno de cuyos representantes será el sádico y psicótico Roxey Davis (Skip Homeier). Como quiera que la chica de este último –Lily (Joan Vohs)- facilitará a Barron el lugar donde reside Morelli, Davis seguirá los pasos de este junto a Lily, a la que trasladará con la intención de liquidarla, al igual que al ex policía, y también al propio Morelli, ya que en realidad él fue el autor del criminal atentado. La acción se trasladará a la localidad canadiense, donde sin pretenderlo Vic se verá imbuido de una atmósfera diferente, en la que un determinado grado de cercanía con las masas boscosas que rodean a Ketchikan, y la progresiva relación que mantendrá con la joven Peggy Harding (Martha Hyer), supondrán un punto de inflexión de cara al replanteamiento de las terribles intenciones del antiguo policía.
Sin embargo, pese a esa creciente intención que percibirá el espectador, lo cierto es que la llegada de Roxey a la localidad supondrá la definitiva apuesta por la violencia, puesto que la legada de la catarsis final del relato, vendrá precedida por el asesinato de Morelli por parte de este –en un momento de terrible efectividad-, lo que obligará a Vic a liquidar al violento psicópata, sobre todo cuando Lily, en una llamada realizada al borde de su muerte, le confiese que este fue realmente quien ejecutó el atentado contra su familia. No soy el primero que destaca las referencias que CRY VENGEANCE plantea con la inmediatamente precedente y magnífica THE BIG HEAT (Los sobornados, 1953. Fritz Lang). Sin embargo, en esta ocasión nos encontramos con un pequeño relato, en el que Stevens encontró acomodo a la hora de incardinar su propia dotación como intérprete. En dicho contexto, la película destaca desde el primer momento por su apuesta por un formato de pantalla ancha, y el especial sustrato telúrico que emana de su integración con un contexto físico, marcado de manera muy especial por el notable uso que se ofrece del ámbito costero de la población canadiense. La propia orografía de sus calles y casas, con puentes y desvíos de madera, proporcionan a un relato provisto de no pocas convenciones, de un cierto grado de autenticidad. Es algo que tendrá quizá su más alto grado de interés, en el episodio desarrollado entre Vic y Peggy en ese marco exterior que tiempo atrás habitaron las tribus indias en un recinto decorado con esculturas indias en madera. Será un fragmento en el que la muchacha logrará plantear en el vengativo policía la posibilidad de una nueva vida, aunque aun tengan que transcurrir pasajes del relato para que dicha posibilidad tenga visos de realidad –algo que acentuará ese plano final de dichas ruinas desde la mirada en el aire de Vic, cuando viaje a su lugar habitual de residencia-. Pese a la eficacia de su trazado, lo cierto es que CRY VENGEANCE no deja de suponer una muestra bastante previsible de noir. Una variación más o menos eficaz, pero al mismo tiempo con ese grado dejà vú que ofrecen unas imágenes por otro lado bien descritas en un contrastado blanco y negro. Sin embargo, si por algo hay que destacar el film de Stevens, es sin duda por la espectacular creación que ofrece en ella un Skip Homeier en estado de gracia, teñido con un agresivo rubio que resalta su agresiva belleza –adelantando a intérpretes y roles como el Richard Rust de UNDERWORLD U.S.A. (1961, Samuel Fuller)- exteriorizando una personalidad neurótica y psicótica, que culminará con su propia y dramática muerte a manos de Barron, cayendo por una presa de gran altura.
Calificación: 2’5
0 comentarios