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CINEMA DE PERRA GORDA

ROBBERY (1967, Peter Yates) El gran robo

ROBBERY (1967, Peter Yates) El gran robo

En el momento en que el británico Peter Yates realiza ROBBERY (El gran robo, 1967), asumía un determinado bagaje centrado en el medio televisivo, así como un par de películas, totalmente desgajadas de las corrientes realistas de aquel tiempo. De ellas, su debut se expresó en el musical al servicio de Cliff Richard SUMMER HOLIDAY (Vacaciones de verano, 1963), de la cual tengo un recuerdo relativamente grato pero muy, muy lejano. Es curioso consignar como en sus orígenes, tanto Yates como el canadiense Sidney J. Furie atesoran unos inicios similares, aunque el segundo de ellos ofreciera unos resultados inicialmente más alentadores, que pronto se desinflaron en una andadura posterior decepcionante. Mas allá de esta digresión, lo peor que propone ROBBERY (El gran robo, 1967), es constatar esa frialdad consustancial el cine de Yates, que en el momento de su estreno llamó la atención al parecer de Steve MoQueen, para quien firmó a continuación BULLIT (1968), en mi opinión uno de los films más sobrevalorados de su tiempo –sobre todo para quien no disfrutamos de la presunta mítica de Mr. McQueen-. Por fortuna, ROBBERY deviene algo más interesante, aunque no la podamos incluir ni de lejos, en esa rica corriente que le precedió, inserta en el policiaco inglés, que deparó títulos en ocasiones brillantísimos, avalados por cineastas como Basil Dearden, Roy Ward Baker, Seht Holt, Terence Fisher, Robert Hamer, Charles Crichton o tantos otros. Sin alcanzar la altura y la densidad de la mayor parte de exponentes de dicha tendencia, el título que comentamos se centra en la narración del celebérrimo asalto al tren de Glasgow, sucedido en 1963. A partir de dicha premisa, ofrece una reconstrucción más o menos detallada de los pormenores del mismo, iniciada con la descripción de uno de los asaltos promovido por Paul Clifton (Stanley Baker, también coproductor del film). Su desarrollo ocupará los primeros minutos del relato, en una construcción de secuencias a través de la persecución que sufrirán los autores del robo –audazmente planteado- por miembros de la policía británica. Será el modelo que prefigurará la ya mencionada BULLIT, al tiempo que brindará a la película una extraña textura, a mi modo de ver bastante caduca con el paso del tiempo. Cierto es que servirá para presentar a buena parte de los personajes que centrarán el asalto, pero no es menos evidente que ese predominio por la acción en detrimento de su desarrollo psicológico, privará al conjunto de la densidad característica en la corriente cinematográfica antes comentada. Es por ello que ROBBERY destaca por la frialdad de su enunciado, proponiendo por el contrario el rasgo que con el paso de más de cuatro décadas, deviene más perdurable. Me refiero a esa mirada casi documental que ofrece en torno a la sociedad urbana de la Inglaterra de su tiempo. Aunado por la excelente fotografía en color que brinda Douglas Slocombe, en la que se aprecia casi la humedad del clima británico, asistimos teniendo como fondo de la acción, el recorrido de numerosos lugares urbanos y rurales, que son mostrados sin ninguna intención embellecedora, transmitiendo en la pantalla una rara sensación de autenticidad. Es una cualidad que no podrá reiterarse, a la hora de plasmar los pormenores y preparativo del golpe que motivará esta crónica cinematográfica, ya que la falta de motivaciones y de peso psicológico de sus protagonistas, aparecerá difuminado hasta cotas indigentes. Por ello, uno tiene la sensación de asistir a un relato en el que no le importa nada de lo que suceda, sabiendo de antemano el resultado final de su argumento, y no ofreciéndosele a través de sus imágenes una sólida alternativa en función de los artífices del mismo.

Queda pues, además de ese entorno urbano y rural en el que se describen sus secuencias, la sequedad con la que se desarrollan los preparativos del golpe, el interés del inspector Langdon (James Booth), a la hora de convertir la búsqueda de los autores del golpe inicial en diamantes, en un objetivo que canaliza todas sus intuiciones y anhelos. También el contacto con los diversos participantes del mismo y sus respectivas exigencias, la debilidad de Robinson (Frank Finlay), un preso que han obligado a fugarse, a la hora de intentar trabar contacto telefónico con su esposa –será este a la postre, uno de los detonantes para que la policía logre acercarse al lugar donde se esconden los asaltantes-. Por el contrario, apenas suscitará interés la tensión interna existente entre Clifton y su esposa –Kate (Joana Pettet)-, diluida en una película donde el contraste de personajes apenas reviste importancia. Por el contrario, Yates se centrará en el relato pormenorizado y, si se me permite la expresión, algo tedioso, del asalto al tren, en el que se contará con un botín de varios millones de libras, destacando en el mismo la ausencia total de armas. Un episodio al que sucederá el tramo en donde los asaltantes se esconderán en el subterráneo de un antiguo aeródromo percibiéndose, esta vez sí, esa tensión de la que hasta entonces ha carecido la película. Pese a contemplar momentos ridículos como el instante en el que uno de los asaltantes enciende un cigarro con un billete de cinco libras, asistiremos a una creciente espiral de alcance claustrofóbica, en la que los agentes de la policía cercarán literalmente a los asaltantes, con la excepción de Clifton, que ha decidido huir del país. Instantes como el sobrevolado del helicóptero policial, escudriñando el exterior de la edificación abandonada, o la intuición marcada de manera creciente por Langdon, rozando literalmente a los escondidos salteadores, darán la medida de lo que podría ser y, en definitiva, no es, esta discreta ROBBERY. Prefiero con mucho otra aportación posterior de Yates en el contexto del policíaco esta vez con ribetes de comedia, al amparo de una novela de Donald E. Westlakle, y guión de conocido William Goldman-. Me refiero a la olvidadísima y muy disfrutable THE HOT ROCK (Un diamante al rojo vivo, 1972).

Calificación: 2

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