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CINEMA DE PERRA GORDA

THE HARD WAY (1943, Vincent Sherman)

THE HARD WAY (1943, Vincent Sherman)

Cuando Vincent Sherman asume la realización de THE HARD WAY (1943), ya había desarrollado un rodaje en su estudio de siempre, la Warner, habiendo aportado una interesante muestra de cine antinazi en UNDERGROUND (1941) y el mismo año una notable visión paródica del noir con ALL THROUGH THE NIGH (1941). De todos modos, este fue el título que lo especializó en el ámbito de melodramas. Mejor dicho “cine para mujeres”, que le permitió exponentes de notable eficacia –bastante más de la que se le suele reconocer-, e incluso una espléndida combinación de melodrama y noir que quizá sea su obra más perdurable; THE DAMNED DON’T CRY (1950). Y algo de ello aparece en los primeros minutos –quizá los más valiosos de su conjunto- en esta película, en esa escena inicial descrita –tras los vistosos títulos de crédito formados con lujosas joyas femeninas- en la nocturnidad de un puerto, donde veremos que una mujer aún deseable –luego comprobaremos que se trata de Helen (Ida Lupino)-, se lanzará al muelle con intención de suicidarse. La fuerza expresiva de la secuencia, y la húmeda iluminación que desprende la fotografía del gran James Hong Howe, nos predisponen a un relato mórbido, que tendrá su prolongación cuando esta es salvada in extremis, en la escasa iluminación de un hospital que aparece con tintes casi expresionistas. Por momentos, parece que nos adelantemos en unos años al impactante comienzo de POSSESSED (Amor que mata, 1947) de Curtis Bernhardt. Consultada dentro de la gravedad de su estado por la policía, apenas podrá pronunciar palabra y el nombre de su ciudad de origen, encuadrando e iluminando los ojos la cámara en su acercamiento a su rostro, y abriendo con ello un largo flashback que se extenderá hasta la práctica totalidad del metraje. Podríamos decir que a partir de se momento, el film de Sherman –que cuenta con el poderoso aliado del estupendo Jerry Wald como productor-, se erige en la crónica por un lado de la búsqueda del triunfo material, emergiendo de un ámbito de miseria, y por otra la plasmación de un fracaso compartido. Es decir, el fracaso final de Helen por mantener el dominio total en la vida de su hermana. Su imposibilidad de asumir el amor de Paul Collins (Dennis Morgan), que finalmente recogerá su hermana. Por otro lado, es esta misma –Katie (Joan Leslie)-, quien verá cumplido su sueño de establecerse como una estrella del espectáculo, pero en su contra estará a punto de la más absoluta alienación personal, brindando como paradoja final el amor de Paul, aunque sea  a costa de la renuncia de su conversión de una estrella fulgurante, y a costa también de renunciar a una hermana que luchó desde el primer momento por ella… quizá por ver que en su hermana pequeña había actitudes para lograr emerger del contexto de miseria en que se desarrollaba hasta entonces la existencia de ambos. Será algo que describirán esas primeras secuencias, evocadoras de una triste vivencia en la ciudad industrial de Greenwill. Helen se ha casado con Sam (Roman Bohnen), un hombre de escasas luces –que en un momento determinado se ausentará de la historia sin que aparezca justificación dramática alguna-. El encuentro de la joven Katie con la pareja de music hall formada por Paul y Albert Runkel (Jack Carson), se vislumbrará por parte de Helen como una oportunidad para que las dos hermanas puedan abrir el horizonte de sus vidas,

A partir de ese momento, THE WARD WAY aparece como una película dotada de ese vertiginoso ritmo característico de la Warner, lo que la convierte en un producto sumamente entretenido –no es de extrañar su permeabilidad del público de su tiempo-. Combinará el relato de la relación existente entre Katie y Albert, que pronto se casarán, el deambular por teatros de baja ralea de los dos artistas, los primeros pasos artísticos de Katie, el constante interés de Helen por introducir a su hermana menor, aun a costa de destruir el número que forman los dos consolidados intérpretes. Todo resulta muy forzado, muy previsible, pero al mismo tiempo se degusta con relativa placidez. Esa relativa condición de ejercer casi como un precedente, de todo aquello que Joseph L. Mankiewicz brindaría años después en ALL ABOUT EVE (Eva al desnudo, 1950), brinda al film de Sherman una relativa singularidad, desarrollando buena parte de su metraje en el ámbito del mundo del espectáculo, de los ensayos, ejerciendo en todo momento Helen como auténtico y perverso demiurgo, capaz de exteriorizar todo tipo de zancadillas, si con ello logra que su hermana vaya ascendiendo en su peldaño hacia la fama. Peripecias siempre agradecidas dentro del ámbito del contraste melodramático, la película brinda unos diálogos brillantes, y es cierto que se degusta con cierta placidez. Sin embargo, su conjunto adolece a mi juicio de dos lastres, que creo le impiden alcanzar esa altura que, en sus momentos despunta. De un lado, el miscasting que ofrece la presencia de Ida Lupino en su rol protagonista, sustituyendo a la inicialmente prevista Bette Davis. De entrada quiero señalar que considero a la Lupino una actriz magnífica, muy superior en su hondura a la propia Davis –y espero que se me respete la apreciación-. Sin embargo, en todo momento se percibe esa inadecuación en un rol, para el que quizá no brinda esa necesaria malignidad, que por otro lado fue marca de la casa para la Davis. La otra gran carencia de THE HARD WAY, reside a mi juicio en su falta de densidad, que además se agudiza al frustrar esa negrura con la que se inicia la propuesta, y que se manifiesta paradójicamente en la brillantez de su montaje, que por otro lado impide que sus meandros narrativos profundicen debidamente en función de aquellas sugerencias que se dejan de lado. Antes señalaba esa manera injustificada con la que se abandona al esposo de Helen. Es quizá la referencia más significativa de un sendero argumental –en el que se contó con la participación de Peter Viertel-, en el que prosigue el camino fácil, pero efectivo, de una serie de golpes de efecto brillantemente urdidos. Justo es reconocerlo, en ocasiones, tal decisión se deja de lado en fragmentos revestidos de esa densidad dramática que se echa de menos en buena parte de su conjunto. Me refiero de manera muy especial a la secuencia, revestida de creciente dramatismo, en la que Albert se encuentra acosado por el empresario del club en donde actúa, diciéndole que ha decidido dejar de contar con él y su compañero dentro del espectáculo que representan. Su repentino conocimiento de que se trata del esposo de la fulgurante estrella del espectáculo le hará cambiar de opinión, decidiendo este quedarse solo en el camerino. Con una cadencia en un movimiento de cámara prolongado, el off narrativo nos describirá su suicidio, sin duda en el instante más valioso del film. Un conjunto que, por otra parte, nos brindará un extraño y convincente ralenti, cuando Katie ascienda por las escaleras en el escenario en el que representa su debut dramático, totalmente hundida por su incapacidad para responder al desafío, y superada por la tensión acumulada en su relación con Paula, ante el enfrentamiento constante con su hermana.

Calificación: 2’5

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