Blogia
CINEMA DE PERRA GORDA

THE SILVER WHIP (1953, Harmon Jones) El látigo de plata

THE SILVER WHIP (1953, Harmon Jones) El látigo de plata

No es habitual, escudriñando en la enorme riqueza del western de los años cincuenta, encontrarse con exponentes que cabrían definir como coming of age. Es decir, que centraran su mirada en torno a la llegada de la madurez en torno a un muchacho en el ámbito del Oeste. Es por ello, que más allá de resultar un titulo sumamente agradable, THE SILVER WHIP (El látigo de plata, 1953. Harmon Jones) explora este sendero, centrado en la figura del joven y ambicioso Jess Harker (Robert Wagner). La película nos lo mostrará, comprobando desde el primer momento –por medio de su voz en off- su deseo de disfrutar su existencia, con el deseo de ejercer como conductor de diligencias. Una ambición vital, que desarrollará el muchacho, teniendo como estrechos amigos a Race (Dale Robertson), y también al joven sheriff Tom Davison (Rory Calhoun). El primero de ellos será el que consiga que Jess pueda probar sus armas conduciendo una diligencia de altura –hasta entonces solo ha conducido una desvencijada y sin apenas actividad-. Ello hará desistir al muchacho de su deseo de abandonar la población en busca de un futuro más próspero, contando con la satisfacción de su novia –Kathy (Kathleen Crowley)-. Sin embargo, lo que se dirimía como un camino hacia la madurez, pronto se convertirá en un auténtico trauma, cuando la diligencia sufra una emboscada, sufriendo el robo de una importante carga de oro que portaban. Pero aún peor que ello, el asalto se saldará con la muerte del anciano acompañante de Jess y Race y, de manera muy especial, de Waco (Lola Albright), la novia de este. Será esta una terrible circunstancia, en la que Harker asumirá un determinado grado de culpabilidad, al haber hecho caso omiso en la refriega, de la orden de Race de salvaguardar la diligencia y huir con ella. El asalto, promovido por Slater, y en el que unos imprudentes comentarios de Race pusieron a este al aviso de la valiosa carga que custodiaba, provocará el despido de Jess de su responsabilidad, al tiempo que atenazar a Race una creciente amargura,, decidiendo buscar por su cuenta a Slater, con la intención de vengarse. Por su parte, el muchacho será captado como ayudante del sheriff, iniciando al poco la búsqueda del bandido, que les acercará a este, al mismo tiempo que Race lo alcance. El traslado de Slater a la población soliviantará a sus vecinos, entre los que se extenderá la intención de lincharlo, para lo cual intentarán que sea precisamente Race, que sobrelleva el trauma del asesinato de su amigo y su novia, para que encabece dicha rebelión contra el marshall, que pese siempre ha considerado como su mejor amigo. Se planteará por tanto una situación límite, en la que la ausencia de juez y la imposibilidad de su llegada, quedará ligada al protagonismo que el joven Jess tendrá que asumir, a la hora de repeler el avance de la muchedumbre que desea ejecutar al bandido, ante la momentánea ausencia de Davison, que ha sido atrapado y reducido por Race.

Es cierto que a primera instancia, THE SILVER WHIP narra una historia que se resumiría en muy pocas páginas. En realidad se cierne en torno a escasas secuencias de tensión. Pero no es menos evidente, que en sus poco más de setenta minutos, articula con dinamismo la extraña definición dramática de tres personajes, sobre los cuales se puede casi brindar la evolución generacional en torno a los modos del western. Así pues, en torno a la figura del sheriff se cierne la representación del joven experto, concienciado de la necesidad de aplicar siempre el mandato de la Ley. Por su parte, Race representa al hombre impulsivo del Oeste, inclinado a responder a su primer pensamiento, y partidario del “ojo por ojo, y diente por diente”. En un lugar intermedio entre ambos se situará el joven Harker, quizá más inclinado en su personalidad a los postulados de Race, pero al que la vivencia de una inesperada situación, en la que su impulso e inexperiencia le marcará, será el inesperado sendero para la vivencia de una inesperada madurez, en la que tendrá un lugar importante estar cerca de los postulados reflexivos de Davison. Ni que decir tiene que THE SILVER WHIP aparece como un producto de serie B dentro del ámbito de la 20th Century Fox, como vehiculo para el lanzamiento de la estrella juvenil del estudio Robert Wagner, que el año anterior había logrado un éxito personal con su presencia en la estupenda TITANIC (El hundimiento del Titanic, 1952. Jean Negulesco). Olvidado hoy por completo, pero dotado de mayor carisma y talento del que se le reconoció en su día, además de una personalísima voz, lo cierto es que Wagner logra proporcionar a su papel la frescura y el dinamismo necesario a su personaje, aportando tanto su arrogancia y atractivo juvenil, como la necesaria vulnerabilidad e incluso el temor –la secuencia del asalto a la comisaría- en los instantes más percutantes.

Narrada con pertinencia, pero quizá echándose de menos una mayor densidad argumental, por el muy eficaz Harmon Jones, lo cierto es que THE SILVER WHIP destaca en sus secuencias más tensas, como la magnifica expresión del tiroteo que culminará con el asalto a la diligencia, o el casi extenuante episodio del acoso a Slater en medio de unas montañas rocosas, situadas junto a un lago. Sin embargo, y más allá de percibir ese aspecto visual tan característico de la producción del género de la Fox –estupendo blanco y negro fotográfico de Lloyd Ahern-, uno se queda sobre todo en detalles que proporcionan veracidad a su conjunto. Me refiero con ello a la búsqueda de la autenticidad en los exteriores, al incorporar sonidos que nos sitúan en la autentica naturaleza. Y podemos unir la capacidad que alberga el relato de describir estratagemas para poder capturar a uno de los bandidos, incendiando por diversos lados una masa frondosa, para con ello lograr que este se rinda –un pasaje descrito con una apabullante desdramatización-, o en la presencia de pequeños apuntes, que avalan esa búsqueda en la veracidad de la ambientación generada. Pienso sobre todo, en como Dale Robertson moja las cuerdas con las que ha atado a Rory Calhoun, algo poco frecuente de mostrar en el género.

Y en una historia en la que se dirime, finalmente, el encuentro con la madurez, antes Jim tendrá que exorcizar el encuentro forzado con la misma al repeler la intención de su amigo Race cuando quiere linchar a los bandidos encarcelados, hiriéndole de un disparo. Buscará su aprobación, que obtendrá finalmente, contemplado ya con más seguridad, cuando este recuperado le lance ese látigo de plata, que le comprara no mucho tiempo antes, cuando apostara por él para que llevara a la practica su anhelo por conducir diligencias.

Calificación: 2’5

0 comentarios