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CINEMA DE PERRA GORDA

STRANGER ON HORSEBACK (1954, Jacques Toruneur) [El jinete misterioso]

STRANGER ON HORSEBACK (1954, Jacques Toruneur) [El jinete misterioso]

Ni la carencia de calidad de la copia existente, localizada en el British Film Institute –aunque ello ofrezca a su resultado un aspecto inusual-, ni el propio escaso aprecio que  manifestó su propio realizador en el momento de rememorarla –todos conocemos el escepticismo con el que se enfrentó al conjunto de su obra-, pueden evitar que el visionado de STRANGER ON HORSEBACK (1954) sobrepase con mucho haber resultado una de las escasas obras de Jacques Tourneur que no ha gozado hasta hace algunos años, la oportunidad de ser visionada. Por ello, la normalización de su presencia en su edición digital, contribuyó considerablemente a su definitiva valorización. Es indudable que ello impide la inocencia necesaria para ser valorada, pero no es menos cierto que la fuerza de sus imágenes y la transparencia de su enunciado bastan para valorar una película, que sin situar entre los logros absolutos de su cineasta, se erige como un magnífico western, aunando en su escueta duración no solo la quintaesencia del arte tourneriano sino, ante todo, la densa compilación de una determinada imaginería, aunando dichos esquemas con esa visión desencantada de un mundo, al que la llegada de ese extraño juez de amables maneras, supondrá el detonante para una rebelión tan deseada entre sus habitantes, como soterrada en sus comportamientos cotidianos.

Rodada en apenas doce días, STRANGER ON HORSEBACK es una modesta producción de la United Artists, que desde el momento de su estreno sufrió problemas a la hora de su revelado en color –fue una poco afortunada muestra del casi desconocido sistema Anscocolor-. Una faceta de la que el maestro francés siempre se lamentó, y que resiente el cuidado aspecto visual que ofrece de un relato en el que se brinda esa máxima de una idea por plano. A nivel puramente referencial, la película muestra referencias muy claras con títulos precedentes de su obra que van desde esa plasmación en plano subjetivo del funeral con que se inicia la película –THE LEOPARD MAN (1943)-, los ecos que la figura de su protagonista –el juez Rick Thorne que encarna de forma magnífica Joel McCrea- ofrece del predicador que el mismo actor interpretó en la previa STARS IN MY CROWN (1950)-, o esa querencia por el uso de las sombras y la propia presencia de un gato amenazador, manifestado en la impactante secuencia del asalto a la cárcel por parte de los esbirros de Josiah Bannermann (el siempre magnífico John McIntire), que nos retrotrae a ecos de CAT PEOPLE (La mujer pantera, 1942), al tiempo que adelantaba situaciones planteadas en la extraordinaria NIGHT OF THE DEMON (La noche del demonio, 1957). Pero más allá de estas referencias concretas, incluso por encima de la relación que pueda manifestar con respecto a los otros westerns que Tourneur firmó en dicha década –que pueden situarse entre los más inclasificables de su tiempo-, lo cierto es que la semejanza temática más cercana con la que se puede contraponer, sería en este caso el del insólito, tenso y magnífico CIRCLE OF DANGER (1951), rodada por el cineasta en territorio británico –curiosamente, también para dicho estudio-. En aquella ocasión bajo un trasfondo policíaco, la llegada del personaje que encarnaba Ray Milland en búsqueda del asesino de su hermano, serviría como revulsivo de un contexto cerrado y ambivalente. Variando dicho contexto con el que se describe en esta población –significativamente llamada Brannerman- de poco más de quinientos habitantes. Desde el primer momento percibiremos la voluntad del protagonista, asentada por una personalidad relajada e imbuida de sabiduría, de establecerse en la pequeña población. Y en su voz en off inicial -mientras cabalga con parsimonia con su caballo-, destacará de forma lacónica los elementos que servirán para aplicar la ley en poblaciones existentes en el más profundo Oeste. Hasta allí llegará como una presencia casi fantasmal, envuelto por la bella partitura de Paul Dunlap, subvirtiendo con su presencia una población dominada por la égida caciquil de los Bannerman, y en la que –como era de preveer- ese funeral supondrá un elemento de capital importancia. Lo que en manos de otro cineasta podría ofrecerse como un planteamiento de contraste entre un mundo primitivo, enfrentado a otro en el que el peso de la Ley es moneda corriente, aparece de la mano de Tourneur con una voz inquietante en la que las miradas, la planificación de sus secuencias y la manifestación de sus sentimientos, adquirirá una extraña espesura. Para ello, será de capital importancia la fuerza de los segundos términos –esas pistolas que se ubican detrás de las manifestaciones de la joven muchacha que está dispuesta a declarar en contra del bravucón Tom Brannerman (Kevin McCarthy); los árboles ondeando por el viento, que brindan cierto aire inquietante a determinadas secuencias-. El universo de Jacques Tourneur, una vez más se muestra como una facultad de extrema e inquietante estilización, describiendo con pasmosa sencillez un mundo en el que se puede percibir el malestar de una comunidad cerrada, incapaz de dar de lado las propias razones que oprimen su existencia, aunque secretamente se muestren de acuerdo con la actitud que describe el juez recién llegado, llevado por su escrupuloso respeto de la Ley.

En realidad, la historia expuesta en STRANGER ON HORSEBACK es mínima. Se trata tan solo de la puesta en práctica de las tareas de un jurista, tomando para ello un caso que se ha planteado ante sus ojos de manera casual –una vez más, la fatalidad del destino-. Todo ello escenificando la indagación de las causas de un crimen que en primera instancia se había manifestado como un accidente, y que pondrá en jaque la supremacía casi opresiva que esta familia posee sobre dicha colectividad. El metraje es extremadamente escueto; la iconografía del género deviene casi exhaustiva. Y sin embargo sus imágenes poseen una cadencia y una desdramatización única. Uniendo para ello esa oscilación de los sentimientos que supone una de las mayores cualidades de su cine, Tourneur firma las convenciones del género con una expresión abstracta, yendo a lo esencial, destacando más en el malsano atractivo de lo que se oculta, antes que la evidencia de lo mostrado. El director plasma sentimientos, emociones ocultas, logra transmitir un enamoramiento casi en un solo plano –el de Amy Lee (Miroslava), la prima de Tom, en su encuentro cercano con Thorne-. Se muestra diestro en el uso del paisaje en su tercio final. Ofrece un alcance telúrico magnífico –las secuencias de la huída del juez, el acusado, el sheriff y los dos testigos por unos pedregosos riscos-. Y presenta en sus secuencias finales una magnificencia casi deslumbrante, escenificando la encerrona que los hombres de Brannerman desplegarán a los que tienen rodeado a Tom, en las afueras de la ciudad de Cottonwood. Será un gigantesco y casi aterrador plano general, en el que no se ocultarán planos de un sadismo malsano –además de ser trasladado esposado hasta allí, el joven Branneman será atado por los pies para que permanezca erguido y montado en su caballo en medio de la violenta refriega-. Pero no será el único instante perdurable de este magnífico western, que en su propia modestia alberga una inventiva visual y una capacidad de generar tensión, insólita incluso dentro de los parámetros de la serie B. Destacaremos otros como el que oculta a Tom de la violenta cabalgada que comanda su padre, o el que describe el ya señalado e imprevisible asalto de la comisaría en donde el joven se encuentra custodiado en una celda. Tourneur juega con las convenciones que le proporciona el lenguaje cinematográfico, para trasladar a su través la impronta de su inquietante poesía fílmica. Era de preveer. Sin encontrarnos ante una obra maestra, lo cierto es que STRANGER ON HORSEBACK no solo complementa la aportación personal del director en el universo del cine del Oeste, sino que en sí mismo deviene una propuesta espléndida.

Calificación: 3’5

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