THE FEARMAKERS (1958, Jacques Tourneur)
En ocasiones tengo la impresión de que la historia se repite con más facilidad de lo deseado, sobre todo en tendencias que inciden en los vicios de nuestra sociedad. Cuando actualmente estamos viviendo ecos de una tendencia manipuladora en la campaña electoral USA, ha venido como algo oportuno contemplar este –digámoslo ya- excelente film de Jacques Tourneur, ubicado en el periodo de su obra más escorado a la serie B –tras uno de los grandes logros de su carrera; LA NOCHE DEL DEMONIO (Night of the Demon, 1957)- e incluso a tendencias televisivas –dicho sea como algo en modo alguno peyorativo, soy de los que piensan que en aquellos años la aportación de excelentes y veteranos realizadores propició unos productos que merecerían una revisión más detallada-.
En un excelente blanco y negro de Sam Leavitt, Tourneur logra con su THE FEARMAKERS (1958) no solo unirse de forma implícita con esos retratos de la corrupta sociedad USA tras el maccarthismo, ejemplificados fundamentalmente en las grandes obras finales de Fritz Lang –MIENTRAS NUEVA YORK DUERME (While the City Sleeps, 1956), (que considero la obra cumbre de su trayectoria, es una elección muy personal en una trayectoria que tantos placeres nos brindó a los aficionados) o MAS ALLA DE LA DUDA (Beyond a Reasonable Doubt, 1956)-. La presencia de Dana Andrews logra emparentar ambas producciones dentro de un ciclo de películas semajantes en intereses más jamás unidas previamente como tales.
Entre todas ellas, cierto es que la magnífica película de Tourneur goza de poco prestigio –basado en buena medida en el escaso conocimiento que se tiene de ella y quizá las poco alentadoras opiniones que su propio artífice, siempre tan autocrítico con su propio cine, vertió sobre la misma-. Sin embargo, bajo mi punto de vista THE FEARKMAKERS debe permanecer como uno de sus últimos grandes títulos. No solo una obra plenamente representativa con la evolución de su estilo –con Tourneur si que cabe utilizar la palabra “estilo” con propiedad-, sino que se erige como una valiosísima precursora de tantos y tan prestigioso thrillers políticos que se sucedieron años después –aquellos que prestigiaron directores de nuevo cuño como John Frankenheimer o Alan J. Pakula- y quizá erigiéndose pese a su carencia de medios en el mejor de ellos –es una afirmación muy atrevida, lo reconozco-.
THE FEARKMAKERS se inicia –en plenos títulos de crédito- con una percutante secuencia de tortura de Alan Eaton (Dana Andrews) en la Guerra de Corea. Allí ha estado confinado en un campo de concentración durante dos años. En apenas pocos planos –las torturas funden en negro con un plano de su ojo, mas rotundidad imposible- es examinado por un médico que le aconseja tranquilidad y en el vuelo de regreso a su antigua empresa en Washington conoce a un extraño personaje que le habla de determinada organización que precisaría de sus antiguas habilidades como analista de estados de opinión. Muy sutilmente, sin subrayados, Tourneur nos transmite la sensación de desplazado que Eaton siente al retornar a esa sociedad de la que ha faltado muy pocos años. Con sus juegos de sombras, detalles de ambientación y ayudado por la magnífica labor de Andrews, que confiere a su personaje una ambivalencia heroica y al mismo tiempo vulnerable, muy pronto comprobamos que el aparente retorno de Eaton a la empresa que ya no le pertenece, realmente le hace retornar a un tierra de nadie.
Con la ayuda de un senador amigo se entera que la misma está aplicando una serie de métodos fraudulentos para la creación de encuestas y estados de opinión -¿Les suena eso a algo?-. Teniendo en cuenta que nos encontramos en 1958, inicialmente no hay más que expresar la sorpresa ante la propia existencia de un film que aborde en el cine norteamericano un tema de estas características. Pero lo mejor del mismo es lo logrado de sus objetivos, la experta dirección que aplica Tourneur a su desarrollo. Ello se comprueba en ocasiones con un encuadre levemente girado, con una inflexión de los actores que sirven para que la relación de sus personajes oscilen –es ejemplar a este respecto la charla que mantienen Alan y Barney (Mel Tormé) o las propias vacilaciones que Lorraine (Marilee Earle) muestra hacia Alan después de haberse mostrado amable con él.
Como era habitual –admirablemente habitual, me atrevería a decir-, Tourneur basa su THE FEARKMAKERS en sospechas, sombras y dualidades, en gestos y poco perceptibles inflexiones. Una vez más su ambigüedad se extiende ante un argumento en el que los objetivos de la amenaza son poco visibles tanto para el espectador como para los propios personajes que recorren el film, pero que al mismo tiempo tienen tanta incidencia en la envenenada sociedad norteamericana de la época. Una vez más, la máxima del maestro; sugerir antes que mostrar.
En algunos momentos, la película me recordó en esa sensación de extrañeza en la manifestada en su previa BERLÍN EXPRESS (1948). Ese sentido del desasosiego, desarraigo, del invisible malestar –en ocasiones camuflado por humos de cigarrillos en vez de las nieblas propias del cine de horror-, tiene su excelente plasmación en esta magnífica, seca, desnuda, atrevida y decididamente espléndida THE FEARKMAKERS, que culmina con una pelea ante el monumento a Lincoln en el Capitolio. Una nada velada alusión a la lucha por la verdad, que demostró una vez más el interés del maestro francés/norteamericano con la realidad del tiempo que le tocó vivir. Tourneur estaba aún en plena forma. Dejemos constancia de la necesidad de revalorización de esta magnífica película no solo por ejercer prácticamente de precursora de una temática explotada posteriormente en film más prestigiados sino, fundamentalmente, por ser una gran obra.
Calificación: 4
2 comentarios
Luis -
david -
Es una pena que el hecho de saber donde hay un problema no evite que sigamos cometiéndolos.