IL MOMENTO PIÙ BELLO (1957, Luciano Emmer)
Son muy pocos, los largometrajes accesibles en la filmografía del italiano Luciano Emmer, más destacado en una andadura como cortometrajista y documentalista, igualmente vedada parea el aficionado. En cualquier caso, a través de esos escasos exponentes que se le conocen, acceder a IL MOMENTO PIÙ BELLO (1957), nos confirma esa mezcla de melodrama inserto en un ámbito de neorrealismo tardío, que caracterizaron sus largos más populares. En definitiva, la película nos sitúa en un contexto, donde tímidamente las sociedades urbanas se insertan en un incipiente progreso, al tiempo que no puede desprenderse del mismo un fondo de dificultades y estrecheces, aún heredadas de las huellas de la II Guerra Mundial. Es algo que quedará representado en esta ocasión, al mostrar y describir la vida cotidiana de un modesto hospital ubicado en Roma, centrando su mirada en el área de maternidad. Sus primeras imágenes nos presentarán al joven dr. Pietro Valer (Marcello Mastroianni), quien mantiene una relación oculta con la enfermera Luisa Morelli (Giovanna Ralli), que en apariencia exterioriza antipatía hacia él en el recinto hospitalario. Ambos solo desarrollan su sólida relación en rincones exteriores del recinto, o en espectáculos que se podían disfrutar al aire libre. Sin embargo, una circunstancia romperá esa aparente aura idílica; Luisa quedará embarazada del médico. Este, temeroso, pondrá en primer término su pobreza, al tiempo que caso de casarse, tendría que abandonar su vocación médica, sacrificando con ello su vida. La embarazada asumirá con dolor la situación, decidiendo finalmente abandonar el hospital, sin confesar a ninguno de los que hasta entonces habían sido sus compañeros, la situación que vive. Solo encontrará el necesario asidero en su antigua compañera Margherita (Marisa Merlini), quien poco antes ha dejado el establecimiento, estableciendo una pequeña consulta, en la que Luisa logrará una estabilidad laboral. Sin embargo, Pietro logrará localizarla, pese a que esta se despidió por carta sin señalarle donde se encontraba, mostrando exteriormente ella su voluntad de consolidar dicha ruptura.
En apariencia, lo que nos cuenta el film de Emmer recoge los esquemas más conocidos del folletín melodramático, trasladado a un contexto contemporáneo, y al mismo tiempo asumiendo una corriente muy ligada al cine italiano, en donde numerosos cineastas supieron utilizar los resortes de estas constantes del cine popular, para ofrecer una serie de muestras en el entorno de dicho género, a partir del cual ha girado buena parte de lo mejor de su cinematografía. En cualquier caso, hay que reconocer que IL MOMENTO PIÙ BELLO destaca por un lado por la capacidad descriptiva en situaciones y personajes, que su director despliega en todo momento. Pero es que, unido a ello, la película resalta por su manifiesta sobriedad, logrando por contraste que sus escasos estallidos emocionales alberguen una especial fuerza dramática, a lo cual ayudará no poco el aporte de la banda sonora de Nino Rota, únicamente presente en dichos pasajes. A partir de dichas premisas, la obra de Emmer goza por un lado de una enorme riqueza. Lo aporta al definir esa galería humana que forma parte de la maternidad del hospital. Las pequeñas costumbres, el conservadurismo a la hora de apostar por la innovación en la práctica del parto, la miseria que aún se respira en las clases populares, el contraste con esa admiración hacia la nueva burguesía emergente. Y junto a todo ello, la película aportará un elemento argumental muy inteligente, como es la intención tanto de Pietro, como por otro lado Luisa y su amiga y superiora Margherita, de apostar por una terapia novedosa, destinada a comprobar y consolidar el parto sin dolor. Esa actitud paralela, es la que hará progresar la segunda mitad del relato, propiciando episodios dramáticos –la paciente que ha confiado en el doctor, pero que llegada la hora de su parto no lo ha encontrado a su lado, aterrándose al sufrimiento que deseaba evitar-, al tiempo que describiendo la practicidad con la que sin saberlo él, Luisa despliega una técnica que ha aprendido de su novio sin que él lo supiera.
De todos modos, si algo hay que sustenta y otorga personalidad propia a IL MOMENTO PIÙ BELLO, es sin duda el peso de las miradas. Algo que se transmite a través de una planificación y un tempo dramático muy ajustado, acentuando una dirección de actores que sabe apostar de manera decidida por dicho elemento dramático, para con ello proporcionar al espectador aquello que las imágenes ocultan en el off dramático. La elegancia e inquietud al mismo tiempo, con la que se nos describe la sospecha y posterior certeza del embarazo de Luisa; las sospechas de Margherita cuando abandona el hospital y se despide de ella; las miradas revestidas de ternura y culpabilidad de su padre, en cuentas ocasiones se dirige a ella, hasta confluir en ese abrazo sincero que ambos se estrechan, enterrando en él el recelo de la hija, ante la nueva boda de su padre –a la que no acudirá-. Hay en el conjunto de esta notable propuesta, un pudor emocional, una sinceridad que trasciende cualquier apego a clichés, al que ayuda la lividez y frialdad fotográfica brindada por Luciano Trasatti, y la capacidad que el relato asume de transmitirnos el palpitar de una sociedad todavía aún frágil en su transformación y, sobre todo, la humanidad de unos personajes que comprendemos, incluso en aquellos que nos pudieran resultar más antipáticos y lejanos –pienso en esa enfermera jefe que no deja de exteriorizar su autoridad, al tiempo que quejarse de su excesivo trabajo, y que finalmente hará valer su vocación, viviendo con intensidad el éxito de ese doctor al que poco antes no había dejado incluso de boicotear-.
No cabe duda, que desde su asumida modestia, IL MOMENTO PIÙ BELLO es una más de las muchas muestras de vitalidad que el cine italiano brindó en un periodo de especial febrilidad creativa.
Calificación: 3
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