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CINEMA DE PERRA GORDA

A LADY WITHOUT PASSPORT (1950, Joseph H. Lewis)

A LADY WITHOUT PASSPORT (1950, Joseph H. Lewis)

A LADY WITHOUT PASSPORT (1950), aparece en la filmografía del norteamericano Joseph H. Lewis, a continuación del título más mítico de toda su obra –y probablemente el mejor de la misma-; DEADLY IS THE FEMALE (El demonio de las armas, 1950). Y es algo que se percibe con claridad en su magnífica secuencia inicial, rodada desde el interior de un vehículo en plena calle neoyorkina, desde comprobaremos se persigue a un ciudadano que más adelante descubriremos, fue un ilegal trasladado allí por los esbirros de Palinov (George Macready), que se esconde para no pagar lo estipulado a este por el traslado desde La Habana. Ni que decir tiene que el pasaje, rodado con enorme audacia, evoca considerablemente a la célebre secuencia del atraco en el referente antes señalado, iniciando con ritmo percutante, un relato de serie B dentro del ámbito de la Metro Goldwyn Mayer –donde Lewis aportó no pocos títulos-. De tal forma, en unos setenta y cinco minutos de duración, trasciende su condición de policíaco exótico, dispuesto como complemento de programa doble, en un contexto en el que aparecieron constantes obras de buen pulso y aprendizaje, firmadas por cineastas como Anthony Mann o John Sturges.

La muerte de este hombre ya entrado en la madurez, por medio de un accidente de circulación cuando era perseguido por los matones de Palinov, será investigada por la policía estadounidense, quien ya entre las pertenencias del fallecido encuentre indicios que les hagan pensar que fue un refugiado huido desde la capital cubana. Para investigar la sucesión de traslados ilegales, acudirá hasta Cuba el agente Peter Karczag (el inexpresivo John Hodiak), conociendo ya el indicio, explicado por las autoridades policiales de la isla, de los manejos de Palinov, dueño del Café Havana, centro de los manejos turbios de este gangster. Hasta allí acudirá Karczag, asumiendo la identidad de un refugiado húngaro –con la denominación de Josef Gombush-, tras haber recreado incluso una performance en la oficina de concesión de visados, lo que le servirá para ser reclamado por uno de los esbirros de este –magnífico el pasaje de su seguimiento por las viejas calles de La Habana, o la manera de mostrarle, mediante una caja de cerillas, su condición de emisario del jefe del grupo. A partir de ese momento, la película se dirimirá en un juego de intriga, incorporando la vertiente romántica a partir del encuentro del agente con la distinguida refugiada Marianne Lorress (Heddy Lamarr), que al mismo tiempo es pretendida por el elegante y siniestro Palinov.

A partir de dicho encuentro se entremezclara un relato que combina la intriga y el eco romántico, introduciéndonos en un ámbito que hoy día no ha perdido actualidad. Llegados a este punto, hay que resaltar el esfuerzo puesto en práctica por su realizador, para insuflar de espesor visual a una película que, lamentablemente, se caracteriza por un guión bastante limitado, incapaz de profundizar en el perfilado de los caracteres que se describen en la ficción, que alcanzan vida propia en función de la profesionalidad de sus intérpretes. Por el contrario, y ayudado por la contrastada iluminación que le proporciona el operador Paul Vogel, Lewis se empeña en atractivos movimientos de cámara, reencuadres, y una notable utilización de la profundidad de campo. Con ello, con la precisa utilización de exteriores de la capital cubana, e interiores en los que casi se puede sentir la ruina y la decadencia de esos interiores, o en la pesadumbre de ese colectivo de futuros refugiados ilegales, que se encuentran siempre en la cafetería de Palinov, describiendo en sus rostros una angustia que el agente que los contemple por vez primera, percibirá de inmediato.

Acompañado de una muy ágil banda sonora de David Raksin, no cabe duda que Lewis apuesta por constantes elementos visuales, centrado en búsquedas, contraluces y sombras, o la presencia en el encuadre de marcos, ventanas y rejas, insuflando una cierta espesura a una peripecia dramática, en definitiva, poco memorable. Es más, incluso el recorrido de tópicos del subgénero, no nos evitará contemplar una danza de una bailarina nativa. En todo caso, la película registrará un giro en su tramo final, con la huída de ese avión en el que se encontrarán los refugiados ilegales, viajando en el aparato por encima de selvas y zonas pantanosas, en un pequeño avión en el que viaja también Palinov y Marianne. Es a partir de su aterrizaje, cuando A LADY WITHOUT PASSPORT ofrece una sorprendente modificación, deteniéndose en la huída de los tripulantes de ese avión que ha aterrizado de forma accidentada, en una doble dirección. Lewis jugará con presteza, discurriendo con la cámara por las zonas pantanosas, entre nieblas, y con la presencia de animales peligrosos. Es curioso constatar que este tenso fragmento, aparece casi como un ensayo, del entramado que el mismo director plantearía tres años después, con el estupendo policíaco CRY OF THE HUNTED (1953), que describía sus pasajes más memorables en los pantanos de Louisiana.

En definitiva, nos encontramos con una muestra más, de esas pequeñas producciones que adornaban la producción de bajo presupuesto en el seno del estudio más conservador de Hollywood. Un ámbito en el que se gestó no solo el aprendizaje y el crecimiento artístico, de algunos de los grandes cineastas de la generación intermedia. Fue un ámbito en el que Lewis, eterno talento errante por diferentes majors de Hollywood, nos brindó una de las trayectorias más libres del cine de su tiempo.

Calificación: 2’5

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