THE THOMAS CROWN AFFAIR (1968, Norman Jewison) El caso de Thomas Crown
Nos encontramos a finales de la década de los sesenta. El andamiaje del cine se encuentra sencillamente desorientado. Tanto Hollywood como las propias corrientes renovadoras mundiales evidenciaban ese desmoronamiento de estructuras en una convulsa sociedad occidental. En medio de dicho ámbito surgen productos de moda, tan efímeros que ya en el momento de su estreno nacieron caducos. Sería muy extensa la nómina a este respecto, que estoy seguro sería muy diversa en cada aficionado, pero que personalmente, no dudaría en expresar a través de títulos tan aclamados en su momento -y tan mediocres bajo mi punto de vista-, como THE GRADUATE (El graduado, 1967. Mike Nichols), IN THE HEAT OF THE NIGHT (En el calor de la noche, 1967. Norman Jewison, 1967), BUD CASSIDY AND THE SUNDANCE KID (Dos hombres y un destino, 1969. George Roy Hill) o incluso MIDNIGHT COWBOY (Cowboy de medianoche, 1969. John Schlesinger). Pues bien, junto a estos y otros supuestamente audaces ‘duros de chocolate’, que envolvían productos acomodaticios, de escasa entidad cinematográfica, moralistas e incluso reaccionarios, surgió una corriente que absorbió el producto de entretenimiento bajo la promoción de nuevas estrellas y al mismo tiempo, asumiendo de manera superficial estéticas de fugaz éxito en aquellos años.
Pues bien, uno de los exponentes más exitosos, representativos y, al mismo tiempo tediosos de su tiempo, lo define a la perfección THE THOMAS CROWN AFFAIR (El caso de Thomas Crown, 1968) -de la que tres décadas después, John McTiernan rodó un remake infinitamente más valioso, protagonizado por Pierce Brosnan y Reneé Russo-, dirigida por el siempre limitado Norman Jewison, uno de los epítomes de ese forzado relevo de grandes hombres de cine precedentes. Una cuestionable corriente que intentaba plasmar en directores discretos y pretenciosos al mismo tiempo, la imposibilidad de una sucesión generacional con la suficiente solvencia ¿Quién se acuerda de Norman Jewison, que todavía vive? Nadie. Sin embargo, en su currículum alberga tres nominaciones al Oscar el mejor director, señal inequívoca de ser sujeto de moda, al tiempo que hoy aparece como una simple nota a pie de página en el cine de su tiempo. Entonces avalado y galardonado, no es de extrañar que en su momento se pusiera al servicio de otra de las estrellas emergentes en aquel momento de transformación, como fue el tan laureado como para mi antipático Steve McQueen, en medio de un extraño producto que alternaba lo policiaco y lo romántico a partes iguales, sin la maestría y gracia que, en periodos precedentes, habían brindado desde Alfred Hitchcock a Stanley Donen. Junto a McQueen se incorporó como oponente femenina a la emergente Faye Dunaway, recién sacada del extraordinario éxito de BONNIE AND CLYDE (Bonnie y Clyde, 1967. Arthur Penn) -uno de los pocos grandes títulos de aquella corriente renovadora-.
McQueen encarnará en la película a Thomas Crown, un rol preparado para su supuesto lucimiento basado en su molesto histrionismo interior. Asumirá la personalidad de un hombre adinerado y, en el fondo, aburrido, que orquestará un insólito atraco de banco con un botín superior a los dos millones y medio de dólares. La compañía de seguros, pese a pagar la indemnización, propondrá la investigación a uno de los agentes de la compañía, la atractiva Vicki Anderson (Dunaway) reconocida por su sagacidad. En realidad, casi desde el primer momento, adivinará la autoría del asalto en Crown. Será algo que ella misma le manifestará al protagonista en su primer encuentro. Poco a poco se establecerá una especial química entre ambos, y mientras se van acercando las pesquisas en torno a Thomas, este irá acentuando su sincera relación hacia Vicki, hasta llevar la relación entre ambos, ante un punto de solución imposible, que Crown pretenderá llevar a un ‘más difícil todavía’ con un nuevo asalto a la misma entidad.
No puede decirse que la base argumental de THE THOMAS CROWN AFFAIR sea un dechado de originalidad, pero no es menos cierto que pocos años atrás y en manos de otro realizador hubieran podido suponer mimbres suficientes, para establecer una comedia policiaca y romántica, tan en boga a mediados de los sesenta. Por desgracia, nada de ello tiene lugar en esta producción apática y desganada, al servicio del narcisismo de McQueen, en el que Faye Dunaway deviene mucho más adecuada, y que no supone más que un catálogo de algunos de los tics visuales más epidérmicos del cine de su tiempo. Desde el arbitrario uso del Split-Screen, atractivo en la descripción de los títulos de crédito, aunque absolutamente innecesario en el desarrollo argumental. O los ecos lelouchianos que albergan esas secuencias de paseos en coche deportivo en arenas de playa por parte de la pareja protagonista. O la querencia por el teleobjetivo. O el torpe remedo de la célebre secuencia de la cena erótica de TOM JONES (Tom Jones, 1963. Tony Richardson) descrito en el episodio de la partida de ajedrez jugada por la pareja protagonista. Sin embargo, por encima de todas estas debilidades y referencias lo cierto es que el film de Jewison me resulta profundamente antipático. Como me lo parecerá el otro título protagonizado por McQueen ese mismo año; BULLIT (Bullit, 1968. Peter Yates), otra mediocridad que, sin embargo, cuenta también con un cierto culto, fundado en aquella ocasión en el eficaz pero gratuito episodio de su célebre persecución automovilística.
Esa creciente antipatía. Ese servilismo a elementos ‘de moda’ en aquel tiempo, envuelven la efímera mediocridad de una película, de la que solo salvaría de sus escombros la frescura y la belleza esgrimida por Faye Dunaway, y algunos -escasos- momentos de química generados junto a su partenaire. Unamos a ello, la fuerza que adquiere el fondo sonoro de Michael Legrand -con especial mención, a las diferentes versiones de su tema de amor, muy superior al oscarizado tema Windmills of your Mind son, a mi juicio lo escasamente reseñable de una película tan fruto de su tiempo como, lamentablemente, escasamente perdurable. Un título del cual el estupendo grupo inglés Swing Out Sisters, tomó como base del memorable video clip, de su no menos inolvidable tema ‘You on My Mind’, allá por 1989.
Calificación: 1
2 comentarios
Ángel -
Germán -