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CINEMA DE PERRA GORDA

THE SCARLET BLADE (1963, John Gilling)

THE SCARLET BLADE (1963, John Gilling)

El paso del tiempo, ha permitido que la gigantesca producción de Hammer Films vaya siendo calibrada en su totalidad. Una mirada que más allá de incalculable importancia dentro del cine fantástico y de terror, o del aporte de cineastas de la magnitud de Terence Fisher, ha ido despejando los numerosos exponentes que la productora británica manifestó en diversos géneros populares. Desde el drama bélico, la ciencia-ficción, o el policíaco, en Hammer se propusieron no pocos títulos amparados bajo los rasgos del cine de aventuras, que destacaron en líneas generales por una mirada respetuosa y llena de vida e imbricando en líneas generales sus propuestas en el rico pasado histórico de la propia Inglaterra, Será un ámbito en el que destacará el aporte del tan modesto como atractivo John Gilling, artífice de varios interesantes exponentes del género, descritos todos ellos en el mejor periodo de su filmografía durante los primeros años 60. Fruto de aquella coyuntura y junto a varios valiosos exponentes del cine de terror, aparecen insospechadas propuestas del cine de piratas como THE PIRATES OF BLOOD RIVER (1962) o, la inmediatamente posterior THE SCARLET BLADE (1963) que centra estas líneas, y que aparece como una cinta de aventuras históricas desarrollada en el contexto temporal del cruel Oliver Cromwell, a mediados del siglo XVII. En dicho ámbito, la película describirá la lucha del tiránico e inflexible coronel Judd (un sorprendente y magnífico Lionel Jeffries), representante de las fuerzas de Cromwell -los Roundheads ‘parlamentarios’-, en su lucha contra el rey Carlos I (Robert Rietty), atacando y eliminando a todos los seguidores del monarca, a quien llegarán a hacer preso tras haber sido escondido por los componentes de la familia Beverley, quienes huirán de su propia mansión antes de ser ocupada por las fuerzas comandadas por Judd. Desde dicho emplazamiento, este dirigirá toda su acometida intentando diezmar los seguidores del monarca, sin saber que su propia hija -Clara (June Thorburn)-, en realidad se mantiene fiel al entorno del monarca. Su padre le reprochará dicha rebeldía, aunque a la misma se sumará el ambivalente capitán Tom Sylvester (Oliver Reed), uno de los jóvenes más cercanos a Judd, quien renunciará a su lealdad al objeto de lograr con ello acercase a su hija, que siempre se ha mostrado remisa a sus galanteos. Pese a mantener dichas distancias, Clara aceptará una mayor receptividad a este, en la medida que le permitirá acercarse el entorno de los seguidores del monarca. Dicha cercanía, le hará trabar contacto con el joven Edward Beverley (Jack Headley), líder de los seguidores de Carlos I, y denominado popularmente ‘The Scarlet Blade / La espada escarlata’, líder de los defensores de la normalidad monárquica, y caracterizado por su sentido de la lealtad y la justicia, que es correspondido por cuantos le acompañan en sus andanzas, protagonizando todos ellos emboscadas que pondrán en aprietos las fuerzas de Judd.

Será en el primer encuentro entre Clara y Edward -perfectamente modulado en su planificación por Gilling, en uno de los mejores instantes de la película-, cuando entre ellos se establezca una irrefrenable relación, que muy pronto confluirá en una atracción amorosa entre ambos. Dicha circunstancia permitirá que esta acentúe aún más su activismo en contra del bando de su padre, al tiempo que provoque el recelo del despechado Sylvester, quien no dudará en traicionar la confianza depositada por la muchacha. Todo ello coincidirá con el relevo provisional del mando por parte de Judd, al tener que viajar, asumiendo el mismo el siniestro mayor Bell (espléndido Duncan Lamont), quien no dudará en seguir todas las pistas existentes, capturando a la hermana de Beverley para provocar el asalto y posterior captura de este, como así sucederá. Todo ello irá acrecentando la tensión en el relato, al intuirse que la captura de todos los seguidores del monarca parece acercarse. Edward será detenido y encarcelado tras liberar a su hermana, pero el retorno de Judd provocará en este un determinado punto de inflexión al ser amenazado por Sylvester, suscitándole el mayor de los desprecios por su condición de traidor. De manera inesperado el preso escapará de la celda y, al mismo tiempo, la hija de Judd huirá con este. Estas circunstancias harán reflexionar a su padre, ese inflexible y despótico militar que rompió con las lealtades monárquicas de su pasado, y al que la profunda y sincera convicción planteada por su hija quizá deje un resquicio de remordimiento en su interior.

THE SCARLET BLADE se revela, desde sus primeros compases, como una atractiva cinta de aventuras. Atractiva tanto en las secuencias de combates a espada -tal y como contemplaremos en sus pasajes iniciales-, como en el trazado de su galería humana que si bien es cierto no deja de plasmar personajes más o menos arquetípicos, no es menos evidente que estos funcionan, merced a un tratamiento cinematográfico bien engrasado, basado en las constantes del género. Ayudado por la excelente fotografía en color del habitual en el estudio Jack Asher, y con una utilización muy efectiva del formato panorámico, John Gilling se muestra especialmente efectivo y mucho más avezado en esta ocasión como realizador que como guionista, faceta esta última en la que se pueden destilar ciertas debilidades -por ejemplo, cuando Beverley acude en búsqueda de su hermana a la que rescata de su celda, en vez de huir, como sería lo lógico, por ese pasadizo que se encuentra presente en el conjunto del relato, lo hará saliendo por la entrada a la mansión siendo capturado por los soldados-. Sin embargo, nos encontramos con un relato que se toma muy en serio sus premisas, que acierta al lograr una ambientación de época verista, y que aprovecha muy bien la tipología física de sus intérpretes -especialmente la del joven Oliver Reed, tan frecuente en aquellos años de su juventud a la hora de encarnar roles torvos e inquietantes-.

Con todo ello, THE SCARLET BLADE resulta fresca y creíble tanto en las secuencias de combate -la emboscada en la que se rescatará al veterano Jacob, la batalla que se desarrollará entre representantes de ambas facciones-, como en aquellas descritas en las envejecidas estancias rurales -los instantes plasmados en la taberna- destacando el cuidado brindado a los roles episódicos, por lo general representando a seguidores de Edward. Hay que reconocer que dicha característica reviste menor importancia entre los representantes de las fuerzas Roundheads, delimitados en un mayor esquematismo. Sin embargo, entre ellos emergerá la astucia y perfidia del mayor Bell, adquiriendo el carisma del clásico villano ilustrado en una película donde no faltarán elementos tan reconocibles como ese pasadizo, inserto en una magnífica escenografía de interiores que, en algunas ocasiones, parece trasladarnos a las producciones de cine de terror del estudio. El relato camina con mano segura y a buen ritmo, por medio de una adecuada relación de sus personajes. Con giros atractivos, como ese recelo marcado por parte del siempre inquietante Sylvester, con el que Judd finalmente tendrá que enfrentarse, para evadirse de sus oscuras amenazas, dentro de un sorprendente giro narrativo. Será el punto de inflexión para que un ser dominado por una mentalidad cruel e inflexible empiece a comprender, a través de la convicción y entrega planteada por su hija, la posibilidad de entender que quizá en la lucha de ella se encuentre una lógica, ausente en él hasta entonces. Ello permitirá un encuentro entre ambos en ese campamento gitano, en el que los monárquicos se ocultan dentro de una secuencia que quizá no albergue suficiente tensión, pero que sí plasmará quizá por única vez en la película, la posibilidad de reconciliar los sentimientos y la tolerancia entre padre e hija.

Calificación: 3

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