THE BRIGAND OF KANDAHAR (1965, John Gilling) Rebelión en la India
Cuando el británico John Gilling –nacido en Londres en 1912 y fallecido en España en 1984-, asume la realización de THE BRIGAND OF KANDAHAR (Rebelión en la India, 1965), es evidente que tanto la productora del film –Hammer Films- como la propia andadura del cineasta no se encontraban en su mejor momento. No quiere ello decir que con posterioridad el estudio comandado por Michael Carreras y Anthony Hinds, dejara de ofrecer incluso algunos de sus mejores títulos –por citar dos en concreto, QUATERMASS AND THE PIT (¿Qué sucedió entonces?, 1967. Roy Ward Baker) o THE DEVIL RIDES OUT (1968)-, pero no es menos cierto que en líneas generales el grueso de su producción se iría “contaminando” –por así decirlo- por influencias visuales del cine de su tiempo, o una tendencia a una superficial erotización, que en esta película se percibirá ante todo en el personaje de Ratina (Ivonne Romaní), la pérfida hermana de Ali Khan (Oliver Reed), el líder rebelde con quien se encontrará nuestro protagonista, el Teniente Case (un especialmente insípido Ronald Lewis). Este es un oficial mestizo que se encuentra destinado en el cuerpo de lanceros bengalíes británico, cuyo cuartel se encuentra en Kandahar. Al regreso de una misión en la que han sido atacados por los rebeldes hindúes, se le acusará de cobardía por haber dejado que fuera capturado y asesinado su compañero. En realidad –y aunque en la película no se traduzca de forma muy acertada esta circunstancia; es algo que debería remitirnos a la estupenda BHOWANI JUNCTION (Cruce de destinos, 1956. George Cukor)-, a Case se le ha condenado por unos nada velados prejuicios dada su condición de mestizo, especialmente centrados en la inquina que le manifiesta el Coronel Drewe –Duncan Lamont-. Castigado a diez años de prisión, será liberado de la misma por un sirviente que se encontraba camuflado en el fortín, y que forma parte destacada de los voluntarios comandados por Kahn, un ser cruel quien acogerá a Case con tanta hospitalidad como pueda ofrecer alguien que no ha dudado en un momento dado en sacrificar a su propio hermano.
En realidad, con THE BRIGAND OF KANDAHAR, nos encontramos con una variante apócrifa del popular “Las cuatro plumas”, que el propio Gilling transformó en guión para esta producción rodada en fuertes colores, que muestra su extrañeza por desarrollar la mayor parte de sus escenas de exteriores en estudio, y describe algunas batallas magníficamente rodadas; la ofensiva británica al ataque de los hombres de Ali Kahn, mediante una serie de trampas y estrategias de notable efectividad. En realidad, uno de los elementos que se puede resaltar en la película, es prolongar –siquiera sea con menos intensidad que en otras ocasiones-, esa facilidad que Gilling siempre desplegó para enfangarse en el terreno de lo bizarro. Fue algo que le permitió navegar con cierta efectividad en dos géneros contrapuestos como el de terror y la aventura. En esta ocasión ello se puede comprobar en elementos como la propia, desaforada y cruel personalidad de Kahn, en los afanes conspiradores de su hermana, en el entorno lúgubre donde se encuentran reunidos sus hombres –no faltan en ellos elementos de tortura como esa rueda giratoria que siempre está en funcionamiento merced a los presos ingleses que capturan, uno de los cuales matará Case por pura piedad-.
Dentro de esa ambivalencia que ofrece el teniente mestizo rescatado, en un momento dado se integrará con aparente sinceridad al bando de su país de origen, centrando sobre todo su odio hacia el Coronel Drewe. Sin embargo, en su interior –algo que la incapacidad expresiva de Lewis impedirá mostrar en toda su magnitud-, se está forjando un auténtico dilema moral, puesto que la esposa del oficial que muriera inicialmente en la emboscada –Elsa (Catherine Woodville)-, mantenía con él una relación amorosa. Quizá fuera todo ello demasiado, para una película de evidente corto alcance, destinada como complemento de programa doble, en la que Gilling demuestra oficio y una ocasional inspiración, pero que en su conjunto se encuentra algo por debajo de sus títulos más reputados. Por momentos, tenemos la sensación que no nos encontramos con un film que pertenezca a esa misma Hammer Films que diera vida a tantos títulos de menor enjundia pero más reconocibles en sus rasgos. La poca adecuación de su banda sonora será una muestra de ello, y es curioso señalar esta cierta desgana, máxime cuando nuestro director rodaría poco después dos títulos más interesantes, como fueron THE REPTILE, y THE PLAGUE OF THE ZOMBIES, ambos rodados en 1966, un año antes de que finalizara su andadura como realizador –con la sola excepción del rodaje en España en 1975 de LA CRUZ DEL DIABLO-, para dedicarse en exclusividad al ámbito televisivo.
Si que es cierto que al menos Gilling opta por un lenguaje clásico, utiliza con pertinencia el formato panorámico, y la película igualmente se decanta por una conclusión trágica, obviando cualquier tentación de un happy end. Para ello, tendrá una notable importancia la presencia del periodista de un rotativo londinense, quien al ser testigo de lo que sucede en uno y otro bando –incluso con ello poniendo en peligro su propia vida-, vislumbrará con claridad que lo que ha costado tantos sacrificios, en realidad procede de una lucha de orgullos. Para ello, nada mejor que esa conversación final entre el reportero y Drewe, donde el primero le expondrá con lucidez la culpa y arrogancia de este en lo sucedido, aunque al instante le tranquilice –no sin amargura-, señalándole lo que en realidad va a publicar en su rotativo. Un corolario para una película que no pasará a los anales del gran estudio británico, pero que conserva en sus mejores momentos ese aire malsano característico de un artesano competente y, en ocasiones, capaz de mostrar en sus imágenes la crueldad más desaforada.
Calificación: 2
0 comentarios