3:10 TO YUMA (1957, Delmer Daves) El tren de las 3:10
Cuando Delmer Daves se dispone a rodar 3:10 TO YUMA (El tren de las 3:10, 1957), se encuentra de lleno inmerso en su más importante ciclo de aportación al western. De hecho, ha rodado el año anterior las estupendas JUBAL (Jubal, 1956) y THE LAST WAGON (La ley del talión, 1956). Y al mismo tiempo, nos encontramos en pleno periodo dorado del género -quizá el más deslumbrante de toda su historia- una de cuyas corrientes más valiosas vendrá dada por la vertiente psicológica, a la que se adscribirán no pocos de sus títulos. Un ámbito en el que se desarrollarán propuestas oscuras e incluso ásperas, que vislumbraban tras sus imágenes nuevos perfiles al cine del Oeste y que, en ocasiones, lindaban en sus argumentos con el cine de intriga y suspense. Será esta una variante que podrían representar la cercana BAD DAY AT BLACK ROCK (Conspiración de silencio, 1955. John Sturges) o la coetánea THE TIN STAR (Cazador de forajidos, 1957. Anthony Mann). En cualquier caso, y aun adscribiéndola dentro de esta corriente, no cabe duda que nos encontramos ante un título personalísimo, quizá no solo la mejor aportación de Daves al género, sino probablemente la cima de su obra, junto a la espléndida propuesta noir que supuso DARK PASSAGE (Senda tenebrosa, 1947). Una película esta última con la que comparte esa aura sombría, y el hecho de estar basadas ambas en obras de dos reconocidas figuras del relato policiaco, como fueron David Goodis en la propuesta protagonizada por Humphrey Bogart y Lauren Bacall, y Elmore Leonard en el título que nos ocupa. Esa circunstancia, cuando la literatura de Leonard aún no había frecuentado el cine -ese mismo año, sus historias debutaban en la gran pantalla con esta película de Daves, y también sirviendo otra de ellas, como base dramática de la magnífica THE TALL T (1957) de Budd Boetticher-. Es curioso señalar que en esta ocasión Daves renunció -al contrario que en buena parte de apuestas en el género- a firmar un guion que asumiría Halsted Welles, escorado posteriormente al medio televisivo, y en quien nuestro director confió igualmente el libreto de su última propuesta dentro del género, la estupenda THE HANGING TREE (El árbol del ahorcado, 1959).
Una panorámica vertical nos describe en el horizonte de un espacio amplio y terroso el discurrir en la lejanía de una diligencia, de izquierda a derecha del encuadre. La película finalizará con un plano de bastante similar composición, en el que se dibujará el discurrir del tren que da título a la película circulando en la lejanía de derecha a izquierda. Perfecta metáfora en torno a esta doble historia de redención que discurre en torno a sus dos protagonistas masculinos, a los que el destino embarcará en una andadura dirimida en apenas unas horas, pero que marcará el devenir de ambos para siempre. La película se inicia siguiendo el avance de esa diligencia, que es atracada por los esbirros de Ben Wade (Glenn Ford) robando el oro que porta uno de sus tripulantes, el acaudalado Butterfield (Robert Emhardt), y produciéndose en el asalto el asesinato de dos hombres; el conductor de la diligencia y uno de los hombres de Wade. Será también el instante en que el bondadoso Dan Evans (Van Heflin), que se encuentra junto a sus hijos intentando recuperar las cabezas de ganado que los hombres de Wade han robado, se encuentre con este y contemple el asalto y asesinato, quedando ligado a este, aunque recupere su ganado. Evans pasa por unos malos momentos, soportando una pertinaz sequía que pone en peligro su ganado y, con ello, su subsistencia, y asumiendo también una crisis con su esposa -Alice (Leora Dana)- quien, al tiempo que se erige como firme apoyo, no deja de manifestar de manera latente la falta de arrojo en la personalidad de su marido.
El inesperado y violento contacto entre Wade y Evans se convertirá, por tanto, en un revulsivo para ambos, al propiciar un punto de inflexión que modificará el ulterior desarrollo de sus existencias. Para el frío y al mismo tiempo elegante bandido supondrá la toma de conciencia con una inesperada humanización, mientras que, para el apocado ganadero permitirá la oportunidad de abandonar la pasividad de modo de vida. Será esta la entraña de una película apasionante, sombría, inquietante, dominada en ese juego psicológico establecido entre los dos roles protagonistas, de los cuales tanto Ford como Heflin, realizan dos portentosas performances, descrita en un ámbito temporal limitado -ayudando con ello a potenciar la creciente densidad de su enunciado-. Un relato en el que la oscura y magnífica iluminación en blanco y negro de Charles Lawton Jr, el perfecto uso del formato panorámico, o la sinuosa melodía de George Duning, componen los perfiles, que permitirán a Daves ese marco dominado por la confrontación de sus dos protagonistas, encontrando ambos un asidero en las mujeres que les rodearán en algún momento. En el caso de Ben, lo supondrá el contacto con la joven camarera del Saloon -Emma (Felicia Farr)- viviendo un efímero romance tras el cual será hecho preso en la pequeña localidad de Bisbe. En el del ganadero, las reflexiones que le enviará su esposa, lo que le obligará a atender la llamada de Butterfield bajo una notable paga, responsabilizándose del traslado del jefe de la banda para ser trasladado en el tren que pillarán en Contention City, junto con Alex Potter (Henry Jones). Al objeto de intentar disipar el acoso de la numerosa banda de Wade pondrán en práctica un ingenioso plan para burlarla, pero una vez llegados a la población en la espera de la llegada del tren, Evans se atrincherará a escondidas en una habitación del hotel custodiando a Wade, quien no dejará, en su intento de convencer al ganadero, de hacerle desistir de su actitud de entregarlo. La inesperada y molesta irrupción de un familiar de uno de los asesinados en el asalto de la diligencia, será el detonante para que el violento lugarteniente de Wade -Charlie Prince (Richard Jaeckel)- descubra donde se encuentra su jefe, alertando de ello a la banda, e iniciándose la tensa catarsis de su argumento.
Considerada una de las cimas, al tiempo que una de las muestras más singulares de un género, que, en aquellos años, se encontraba en uno de sus momentos cumbre. 3:10 TO YUMA trasciende y enriquece la formulación narrativa ensayada en HIGH NOON (Solo ante el peligro, 1952. Fred Zinnemann), asumiendo ese tono oscuro heredado por propuestas precedentes y de gran nivel rodadas con anterioridad, por nombres tan dispares, pero unánimemente inspirados en esas ocasiones, como William A. Wellman, Henry King o William Keighley. Daves sabe alternar el lirismo consustancial a los mejores momentos de su cine, en esta ocasión representado en esos dos personajes femeninos -sobre todo el de Alice- a quienes dedicará algunas de las más vibrantes grúas de su cine. Fruto de ello aparecerá una de las secuencias más relevantes de la película, Lo expresará la parada en casa de los Evans, donde Wade será uno de los comensales de una comida familiar, y donde su propia presencia será un revulsivo para el bandido, tanto en ese mundo tranquilo familiar que contempla, como para la propia mujer del ranchero, que se quedará fascinada de manera latente, por ese soplo de vitalidad -aunque sea malsana- que desprende el líder de la banda.
Provista de un admirable sentido de la síntesis, sus imágenes desprenden en todo momento una extraña sensación de pesadumbre -las breves pinceladas trágicas de los entierros de los dos fallecidos del pasaje inicial, el aura casi fantasmagórica con la que se describen las dos poblaciones en las que se desarrolla el grueso del relato-. Todo ello abrirá la espita de un tercio final, dispuesto en la habitación del hotel de Contention City, en la que Daves incidirá en una planificación cercana de los dos protagonistas masculinos, proponiendo un insólito juego mefistofélico ayudado por la portentosa labor de Ford y Hefflin. Todo ello, no será más que el apasionante preludio que confluirá en el estallido de tensión y violencia marcado por la tremenda fuerza expresiva que alberga el ahorcamiento del veterano Alex, y de las sombras que ofrecerá su cadáver colgado. Será el inicio de unos minutos en los que el realizador introducirá en su planificación crispada, una sorprendente atmósfera de puro terror, pocas veces presente, y menos con esta intensidad, en la historia del western. Será el inicio de una sorprendente conclusión, manifestada entre la casi irrespirable tensión que ofrecen los miembros de la banda de Wade, dispuestos a eliminar a Evans, y que se dirimirá, una vez más, en un contexto de casi irrealidad visual -la presencia de los humos que desprende el tren- brindando una insospechada resolución sobre todo en la aceptación de su futuro por parte del bandido, un ser observador, que ha podido ver en unas horas, el hecho de que hay otro modo de vivir en el que quizá él no tenga, en el fondo, cabida.
Calificación: 4
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