THE HAPPENING (2008, M. Night Shyamalan) El incidente
No cabe duda que el nombre de M. Night Shyamalan sigue teniendo un peso entre los aficionados de los últimos años. Tampoco que su prestigio crítico –absoluto en sus primeras obras-, haya ido menguando según se venían sucediendo sus propuestas, siempre escoradas hacia temas misteriosos y sobrenaturales, planteando situaciones, conclusiones o planteamientos, sencillamente sorprendentes. Sin embargo, película sí, película también, el que lograra uno de los mayores éxitos comerciales de toda la historia del cine de terror con THE SIXTH SENSE (El sexto sentido, 1999), pronto tuvo que “purgar” las consecuencias de dicho éxito comercial y crítico. Pero lo que solo muy pocos han podido vislumbrar –pese a la claridad que el concepto comporta-, es que la obra cinematográfica de Shyamalan ha sido coherente, guiada por constantes riesgos asumidos, y eleva al realizador hindú no solo como un estilista de primera fila sino, muy especialmente, un autor en el sentido cahierístico del término, que ha sabido reiterar su visión del mundo a través de unas formas narrativas ligadas el misterio, la amenaza y lo numinoso.
En este sentido, la primera impresión que adquieres de THE HAPPENING (El incidente, 2008) es la de la apuesta de Shyamalan por una visión naturalista y cotidiana de la llegada de una amenaza que se iniciará en pleno Central Park Newyorkino. De repente, sus paseantes se detienen de manera fantasmal, para posteriormente suicidarse. Será esa horrible opción la que tendrá que vivir la joven que está sentada en el banco, contemplando la extraña situación con verdadero horror; su amiga sentada en el mismo banco se saca una pieza del pelo y se la clava en garganta, provocándose la muerte. Poco a poco estas extrañas y trágicas circunstancias se irán extendiendo a la totalidad de la Costa Este, desarrollándose una serie de actuaciones sin causa aparente, en la que seres humanos perderán inicialmente la memoria, quedando a continuación en su mente la intención de suicidarse. Una insólita y trágica coyuntura, que prácticamente tendrá como marco su transcurso en un día, y ante el cual las autoridades inicialmente contemplarán en principio la posibilidad de un ataque terrorista, aunque poco a poco vayan barajando causas ligadas a incidencia de la propia naturaleza. Asistiremos a dicho contexto desde la crisis familiar que viven paralelamente el joven matrimonio formado por Elliot (Mark Wahlberg) y Alma (Zooey Deschanel), quienes vivirán en carne propia y en la de una niña hija de un compañero y amigo de la familia, una odisea que inicialmente les sobrepasará, y ante la que paulatinamente irán atisbando algunas claves, que por un lado les permitirá sobrevivir en un contexto apocalíptico, e incluso les servirá como catarsis para emerger de su crisis de pareja.
Indudablemente, THE HAPPENING no es un film redondo ¿Cuántos de nuestros días lo son? A mi juicio posee un lastre nada cómodo, del que no sé si Shyamalan fue consciente de ello a la hora de dar vida su proyecto. Me refiero a la profunda antipatía –y el error de casting- emanado en sus protagonistas. Ni Wahlberg ni Deschanel –e incluso ni John Leguizamo-, resultan convincentes en sus interpretaciones ni, lo que es peor, empatizan con el espectador. Reitero sobre lo deliberado de la cuestión por parte del realizador, en la medida que siempre ha demostrado ser un excelente director de actores. En este caso, no puede decirse que el hindú haya logrado mantener dicha circunstancia. Pero por encima de ese handicap, estimo que nos encontramos ante una película arriesgada en su intrínseca vertiente cinematográfica, al mismo tiempo fiel a las constantes demostradas por su autor, y que además contiene algunas de las secuencias más deslumbrantes jamás vistas en su filmografía. Pero quizá para valorar las cualidades que alberga el título que nos ocupa, habría que dejar en un segundo término el seguimiento de su base argumental y, por el contrario, detenerse en las sugerencias visuales y estructurales que su desarrollo despierta. Sugerencias que se pueden atisbar ya desde sus propios títulos de crédito, ratificando como con unos simples planos de nubes y la efectividad de la sintonía de James Newton Howard, el espectador se prepara para adentrarse en un terreno incierto. Será algo que ratificaremos en esa manera de violentar la realidad de una manera insólita, sin efectos especiales, y a partir de un esfuerzo de realización, aportado por algo en apariencia tan sencillo aunque en realidad tan complejo como necesario en el cine: la labor de puesta en escena a partir de un material dramático de base. Esa es la premisa que utilizará durante toda la película Shyamalan, dentro de un constante esfuerzo por lograr un relato aterrador situando la amenaza y el horror, en el off narrativo. Gracias a ese esfuerzo en el logro de una atmósfera y en la imaginativa manera que tiene de mostrar las consecuencias, el espectador asiste a un relato que, como siempre en el cine de su autor, aúna esa capacidad para insertarse en el terreno de lo sobrenatural o lo desconocido, pero al mismo tiempo se plantea como un melodrama desaforado, ejerciendo la situación de esa vivencia extraordinaria como una motivación para el renacer de sus protagonistas.
Es indudable que no faltan quienes puedan cuestionar esa querencia del hindú por una determinada manera de mostrar lo que se sale de lo cotidiano –especialmente por su inclinación a apostar por elementos metafísicos; no seré yo quien se lo cuestione-. Lo que es innegable es la capacidad para ofrecer buen cine, para desarrollar retos constantes en las secuencias de sus películas, y para saber trasladar en la pantalla esas sensaciones tan difíciles por lo general de plasmar en la pantalla, y que él logra plasmar con una facilidad pasmosa. Sería algo que ejemplificaría a la perfección el instante en que Bruce Willis advierte que está muerto en la mencionada THE SIXTH…, y que en esta película bajo mi punto de vista, tiene su referencia en esa secuencia excepcional en el que la familia que conduce un auto en el que se encuentra como pasajero Julian (John Leguizamo), intenta abstraerse del horror de la contemplación de una serie de cadáveres colgados de árboles –que además les indican que la amenaza invisible se encuentra muy cerca de ellos-, planteándose un acertijo matemático. Cuando al parecer se han relajado un poco –y han taponado las posibles salidas de corriente de aire-, un detalle instalará en Julian de nuevo el terror; la contemplación de una pequeña hendidura en la capota de lona del vehículo. La cámara rápidamente aborda la secuencia en exterior y plano general, viendo como choca el coche. De ahí emergerá este, aún vivo, sentándose en la carretera y cortándose las venas con un cristal roto. Todo ello, sin modificar el plano.
Ejemplos como este son constantes a lo largo de la película, y hablan claramente de la inventiva visual de un realizador que sabe expresarse por medio de la imagen, de una manera muy personal además, y siempre sabiendo insertar estos set pièces en el momento oportuno, para lograr que la acción no decaiga. Otro de esos momentos memorables, sería a mi juicio el plano sostenido –y matizado con reencuadres- que nos muestra el triple suicidio de personas anónimas, encuadrando solo los pies de estos y el sonido en off de los disparos que sirven para acabar con sus vidas. En ese sentido, hay que decir que THE HAPPENING se encuentra en todo momento flanqueada por detalles, retos cinematográficos y elementos, que avalan el hecho de que nos encontremos ante un primerísimo cineasta. Desde las alusiones al trauma post 11S –esa visita fantasmagórica a una mansión que tiene todos sus objetos simulados y se encuentra flanqueado por la bandera americana, las alusiones a un ataque terrorista, el asesinato de los dos chavales que acompañan a la pareja, por medio de unos propietarios alarmados por el supuesto ataque terrorista, nuevamente expresados en el fuera de campo narrativo-, hasta el verdadero desprecio que el cineasta ofrece a su trama argumental, que aparece, se desarrolla y desaparece de forma abrupta y sin incidir en ella. Simplemente le sirve para extender sus obsesiones temáticas y existenciales, y hacerlo además con excelentes maneras cinematográficas, e incluso permitiéndose pequeños apuntes de comedia –centrados en detalles marcados por el absurdo, o en la definición del personaje del responsable del invernadero-.
Ocioso sería detenerse en el cúmulo de sugerencias planteadas en THE HAPPENING, en la medida que me he permitido destacar las que personalmente considero más valiosas. Pero sí me gustaría destacar en ella una serie de detalles que a mi juicio recuerdan de forma acusada sendos e ilustres referentes hitchockianos. Por un lado me refiero al eco que la propia configuración de la película encuentra con el planteamiento de THE BIRDS (Los pájaros, 1963). De otra parte, la persecución con la amenaza invisible –representada en las ráfagas del viento-, que nuestros protagonistas viven en plena campiña, me pareció una reedición de misma situación –en esta ocasión, presidida por un avión fumigador- que Cary Grant vivía en NORTH BY NORWEST (Con la muerte en los talones, 1959). Finalmente, el instante en el que Elliot contempla la cama de la extraña Mrs. Jones –y la posterior e impactante aparición de esta-, creo que es una referencia bastante clara del momento de PSYCHO (Psicosis, 1960), en el que John Gavin encuentra el cadáver momificado de la madre de Norman Bates.
Detalles y momentos que avalan el rigor e interés del cine de un realizador que quizá en el momento presente no goce de la estima que le proporcionó en su momento el enorme éxito de la ya mítica THE SIXTH SENSE –THE HAPPENING fue recibida de nuevo fríamente en USA-, pero al que estoy convencido que títulos como el presente –con todas las objeciones que se le puedan formular-, el paso del tiempo le permitirán una apreciación más ajustada a sus reales merecimientos.
Calificación: 3