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CINEMA DE PERRA GORDA

M. Night Shyamalan

THE HAPPENING (2008, M. Night Shyamalan) El incidente

THE HAPPENING (2008, M. Night Shyamalan) El incidente

No cabe duda que el nombre de M. Night Shyamalan sigue teniendo un peso entre los aficionados de los últimos años. Tampoco que su prestigio crítico –absoluto en sus primeras obras-, haya ido menguando según se venían sucediendo sus propuestas, siempre escoradas hacia temas misteriosos y sobrenaturales, planteando situaciones, conclusiones o planteamientos, sencillamente sorprendentes. Sin embargo, película sí, película también, el que lograra uno de los mayores éxitos comerciales de toda la historia del cine de terror con THE SIXTH SENSE (El sexto sentido, 1999), pronto tuvo que “purgar” las consecuencias de dicho éxito comercial y crítico. Pero lo que solo muy pocos han podido vislumbrar –pese a la claridad que el concepto comporta-, es que la obra cinematográfica de Shyamalan ha sido coherente, guiada por constantes riesgos asumidos, y eleva al realizador hindú no solo como un estilista de primera fila sino, muy especialmente, un autor en el sentido cahierístico del término, que ha sabido reiterar su visión del mundo a través de unas formas narrativas ligadas el misterio, la amenaza y lo numinoso.

 

En este sentido, la primera impresión que adquieres de THE HAPPENING (El incidente, 2008) es la de la apuesta de Shyamalan por una visión naturalista y cotidiana de la llegada de una amenaza que se iniciará en pleno Central Park Newyorkino. De repente, sus paseantes se detienen de manera fantasmal, para posteriormente suicidarse. Será esa horrible opción la que tendrá que vivir la joven que está sentada en el banco, contemplando la extraña situación con verdadero horror; su amiga sentada en el mismo banco se saca una pieza del pelo y se la clava en garganta, provocándose la muerte. Poco a poco estas extrañas y trágicas circunstancias se irán extendiendo a la totalidad de la Costa Este, desarrollándose una serie de actuaciones sin causa aparente, en la que seres humanos perderán inicialmente la memoria, quedando a continuación en su mente la intención de suicidarse. Una insólita y trágica coyuntura, que prácticamente tendrá como marco su transcurso en un día, y ante el cual las autoridades inicialmente contemplarán en principio la posibilidad de un ataque terrorista, aunque poco a poco vayan barajando causas ligadas a incidencia de la propia naturaleza. Asistiremos a dicho contexto desde la crisis familiar que viven paralelamente el joven matrimonio formado por Elliot (Mark Wahlberg) y Alma (Zooey Deschanel), quienes vivirán en carne propia y en la de una niña hija de un compañero y amigo de la familia, una odisea que inicialmente les sobrepasará, y ante la que paulatinamente irán atisbando algunas claves, que por un lado les permitirá sobrevivir en un contexto apocalíptico, e incluso les servirá como catarsis para emerger de su crisis de pareja.

 

Indudablemente, THE HAPPENING no es un film redondo ¿Cuántos de nuestros días lo son? A mi juicio posee un lastre nada cómodo, del que no sé si Shyamalan fue consciente de ello a la hora de dar vida su proyecto. Me refiero a la profunda antipatía –y el error de casting- emanado en sus protagonistas. Ni Wahlberg ni Deschanel –e incluso ni John Leguizamo-, resultan convincentes en sus interpretaciones ni, lo que es peor, empatizan con el espectador. Reitero sobre lo deliberado de la cuestión por parte del realizador, en la medida que siempre ha demostrado ser un excelente director de actores. En este caso, no puede decirse que el hindú haya logrado mantener dicha circunstancia. Pero por encima de ese handicap, estimo que nos encontramos ante una película arriesgada en su intrínseca vertiente cinematográfica, al mismo tiempo fiel a las constantes demostradas por su autor, y que además contiene algunas de las secuencias más deslumbrantes jamás vistas en su filmografía. Pero quizá para valorar las cualidades que alberga el título que nos ocupa, habría que dejar en un segundo término el seguimiento de su base argumental y, por el contrario, detenerse en las sugerencias visuales y estructurales que su desarrollo despierta. Sugerencias que se pueden atisbar ya desde sus propios títulos de crédito, ratificando como con unos simples planos de nubes y la efectividad de la sintonía de James Newton Howard, el espectador se prepara para adentrarse en un terreno incierto. Será algo que ratificaremos en esa manera de violentar la realidad de una manera insólita, sin efectos especiales, y a partir de un esfuerzo de realización, aportado por algo en apariencia tan sencillo aunque en realidad tan complejo como necesario en el cine: la labor de puesta en escena a partir de un material dramático de base. Esa es la premisa que utilizará durante toda la película Shyamalan, dentro de un constante esfuerzo por lograr un relato aterrador situando la amenaza y el horror, en el off narrativo. Gracias a ese esfuerzo en el logro de una atmósfera y en la imaginativa manera que tiene de mostrar las consecuencias, el espectador asiste a un relato que, como siempre en el cine de su autor, aúna esa capacidad para insertarse en el terreno de lo sobrenatural o lo desconocido, pero al mismo tiempo se plantea como un melodrama desaforado, ejerciendo la situación de esa vivencia extraordinaria como una motivación para el renacer de sus protagonistas.

 

Es indudable que no faltan quienes puedan cuestionar esa querencia del hindú por una determinada manera de mostrar lo que se sale de lo cotidiano –especialmente por su inclinación a apostar por elementos metafísicos; no seré yo quien se lo cuestione-. Lo que es innegable es la capacidad para ofrecer buen cine, para desarrollar retos constantes en las secuencias de sus películas, y para saber trasladar en la pantalla esas sensaciones tan difíciles por lo general de plasmar en la pantalla, y que él logra plasmar con una facilidad pasmosa. Sería algo que ejemplificaría a la perfección el instante en que Bruce Willis advierte que está muerto en la mencionada THE SIXTH…, y que en esta película bajo mi punto de vista, tiene su referencia en esa secuencia excepcional en el que la familia que conduce un auto en el que se encuentra como pasajero Julian (John Leguizamo), intenta abstraerse del horror de la contemplación de una serie de cadáveres colgados de árboles –que además les indican que la amenaza invisible se encuentra muy cerca de ellos-, planteándose un acertijo matemático. Cuando al parecer se han relajado un poco –y han taponado las posibles salidas de corriente de aire-, un detalle instalará en Julian de nuevo el terror; la contemplación de una pequeña hendidura en la capota de lona del vehículo. La cámara rápidamente aborda la secuencia en exterior y plano general, viendo como choca el coche. De ahí emergerá este, aún vivo, sentándose en la carretera y cortándose las venas con un cristal roto. Todo ello, sin modificar el plano.

 

Ejemplos como este son constantes a lo largo de la película, y hablan claramente de la inventiva visual de un realizador que sabe expresarse por medio de la imagen, de una manera muy personal además, y siempre sabiendo insertar estos set pièces en el momento oportuno, para lograr que la acción no decaiga. Otro de esos momentos memorables, sería a mi juicio el plano sostenido –y matizado con reencuadres- que nos muestra el triple suicidio de personas anónimas, encuadrando solo los pies de estos y el sonido en off de los disparos que sirven para acabar con sus vidas. En ese sentido, hay que decir que THE HAPPENING se encuentra en todo momento flanqueada por detalles, retos cinematográficos y elementos, que avalan el hecho de que nos encontremos ante un primerísimo cineasta. Desde las alusiones al trauma post  11S –esa visita fantasmagórica a una mansión que tiene todos sus objetos simulados y se encuentra flanqueado por la bandera americana, las alusiones a un ataque terrorista, el asesinato de los dos chavales que acompañan a la pareja, por medio de unos propietarios alarmados por el supuesto ataque terrorista, nuevamente expresados en el fuera de campo narrativo-, hasta el verdadero desprecio que el cineasta ofrece a su trama argumental, que aparece, se desarrolla y desaparece de forma abrupta y sin incidir en ella. Simplemente le sirve para extender sus obsesiones temáticas y existenciales, y hacerlo además con excelentes maneras cinematográficas, e incluso permitiéndose pequeños apuntes de comedia –centrados en detalles marcados por el absurdo, o en la definición del personaje del responsable del invernadero-.

 

Ocioso sería detenerse en el cúmulo de sugerencias planteadas en THE HAPPENING, en la medida que me he permitido destacar las que personalmente considero más valiosas. Pero sí me gustaría destacar en ella una serie de detalles que a mi juicio recuerdan de forma acusada sendos e ilustres referentes hitchockianos. Por un lado me refiero al eco que la propia configuración de la película encuentra con el planteamiento de THE BIRDS (Los pájaros, 1963). De otra parte, la persecución con la amenaza invisible –representada en las ráfagas del viento-, que nuestros protagonistas viven en plena campiña, me pareció una reedición de misma situación –en esta ocasión, presidida por un avión fumigador- que Cary Grant vivía en NORTH BY NORWEST (Con la muerte en los talones, 1959). Finalmente, el instante en el que Elliot contempla la cama de la extraña Mrs. Jones –y la posterior e impactante aparición de esta-, creo que es una referencia bastante clara del momento de PSYCHO (Psicosis, 1960), en el que John Gavin encuentra el cadáver momificado de la madre de Norman Bates.

 

Detalles y momentos que avalan el rigor e interés del cine de un realizador que quizá en el momento presente no goce de la estima que le proporcionó en su momento el enorme éxito de la ya mítica THE SIXTH SENSETHE HAPPENING fue recibida de nuevo fríamente en USA-, pero al que estoy convencido que títulos como el presente –con todas las objeciones que se le puedan formular-, el paso del tiempo le permitirán una apreciación más ajustada a sus reales merecimientos.

 

Calificación: 3

LADY IN THE WATER (2006, M. Night Shyamalan) La joven del agua

LADY IN THE WATER (2006, M. Night Shyamalan) La joven del agua

Antes de cualquier otra consideración, me uno a quienes piensan que LADY IN THE WATER (La joven del agua, 2005. M. Night Shyamalan) es la película menos interesante de cuantas ha filmado el director hindú en su muy atractiva trayectoria como director –y aquí confieso no haber podido aún haber contemplado sus dos primeras y poco difundidas realizaciones-. La película ha sido vapuleada sin piedad por la crítica norteamericana –algo que al parecer ha irritado bastante al propio Shyamalan, quien recientemente ha confesado su intención de mudarse a residir en Europa-, y ha desconcertado y decepcionado a buena parte de los espectadores que acudieron a la pantalla confiados en una nueva historia de cine de terror. En este último aspecto, lo cierto es que esas constantes decepciones se han venido sucediendo en sus últimos títulos, aunque parece que esa sorpresa negativa se olvida a la hora de volver a acudir a una posterior de sus obras, y me sorprende que no hayan advertido ya suficientemente el hecho de que en sus películas ha intentado paulatinamente abrir nuevos caminos dentro de su adscripción al cine fantástico, que ya en la precedente THE VILLAGE (El Bosque, 2004) abandonaba todo elemento sobrenatural.

¿No se dan cuenta, por tanto, de que en la obra de este director –que no me oculto en considerar como uno de los más interesantes surgidos en el cine norteamericano en los últimos años-, siempre hay un porcentaje de riesgo, dentro de un dominio visual y plástico, y unas maneras fácilmente reconocibles? Parece que esa evidencia no es lo suficientemente clara, incluso para aquellos que con facilidad afirman que LADY IN THE WATER... es una muestra más de la decadencia creativa de Shyamalan. Partiendo de la base de que esta es su película menos interesante –aunque para sí quisieran buena parte de los realizadores actuales de éxito, llegar a este nivel en sus películas- ¿no tiene cualquier artista el derecho de tener una irregularidad en su andadura creativa? Esa es la circunstancia que bajo mi punto de vista se describe en una propuesta tan ambiciosa como irregular, en la que indudablemente se plantean unos avances temáticos y plásticos, pero que no se integran plenamente en el conjunto de un producto pese a todo parcialmente atractivo, chirriando diversos aspectos que me gustaría reseñar.

El primero de ellos es el interés de la historia planteada. Francamente, la primera mitad de la película carece, bajo mi punto de vista, del interés de las anteriores películas del director. No me resulta para nada atractiva esa historia de la ninfa que surge del fondo de la piscina en un vulgar edificio de apartamentos, para intentar retornar a la misma renovada. Por otro lado, a nivel puramente cinematográfico, creo que en esta ocasión el director abandonó en cierta medida la vertiente melodramática –que es uno de sus fuertes-, para apostar por una vertiente de comedia que en bastantes momentos me resultó fallida. Si a ello unimos la recurrencia a una planificación que abusa de unos agresivos e injustificados primeros planos, se obtendrá la relativa decepción que me provocó una película que, no obstante, se nota es bastante personal en su concepción –lo cual no conlleva acierto total en sus resultados-.

Creo que por encima de sus vericuetos argumentales y de sus arbitrariedades, LADY IN THE WATER se erige como una nada velada parábola sobre el desequilibrio de la actual sociedad norteamericana, dominada por el fantasma de la Guerra de Irak –esa perenne presencia de la misma en las imágenes televisivas-. Bajo su filtro particular, se describen etnias y modos de pensar, teniendo tiene que estar preparada para los cambios, y siempre con la esperanza en la creencia en el ser humano y en la capacidad de fe y esperanza que estos deben albergan. Se que ese sentimiento misticista molesta a muchos que por otro lado valoran las capacidades del realizador -¿se olvida que Jacques Tourneur o Robert Bresson eran creyentes y no por ello dejaban de ser grandes directores de cine?-. Quizá haya aún algo de niño en mí o me vea imbuido de esa necesidad en la esperanza –pese a un escepticismo personal creciente-, pero lo cierto es que no me molesta esa tendencia manifestada en cine de Shyamalan, aunque reconozco que en esta ocasión ese barniz de su propuesta resulta algo bobalicón.

Pero con todas estas irregularidades, con sus ingenuidades, y otras muchas otras debilidades, lo cierto es que sigue habiendo motivo para creer en las capacidades artísticas del que está siendo durante años ya el más importante valedor del cine fantástico. La capacidad para provocar inquietud con un simple plano que describen los preparativos de una fiesta –esas servilletas que se lleva el viento-, o con un plano general que filma el descuidado edificio de los apartamentos. El aprovechamiento interpretativo que realiza del rostro y el físico de Bryce Dallas Howard, la ironía que logra describir en ese personaje del crítico –que dice las dos verdades más rotundas de la película, al afirmar que ya no queda nada de originalidad en el cine, y subrayar que cualquier secuencia sentimental se plasma en la pantalla bajo la lluvia (tal y como de forma nada casual sucede en la conclusión de la película)-, no son más que ejemplos de un producto que abunda en aciertos de realización y suspense, de detalles, en el que de nuevo se pronuncian esas palabras inherentes al cine del hindú: “tengo miedo”. Una propuesta donde los sonidos, las sombras o los espejos, conforman un universo visual que en modo algunos deja de estar presente en esta película sin duda menos lograda de cuantas ha estrenado. Ello no impide vislumbrar la mano experta de alguien a quien hemos de permitirle la posibilidad de experimentar e incluso fallar en algunos momentos, pero del que estoy seguro jamás nos va a dar gato por liebre, intentará que disfrutemos contemplando un buen cine, que nos haga pensar e incluso adivinemos que tras sus manos se encuentra un auténtico virtuoso. Por cierto, es un hecho incontestable; Shyamalan es un actor lamentable.

Calificación: 2’5

 

THE VILLAGE (2004, M. Night Shyamalan) El bosque

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Recuerdo que en el no muy lejano momento de su estreno THE VILLAGE (2004) –equívocamente traducida como EL BOSQUE en España- provocó una notable decepción entre buena parte de sus espectadores. Al parecer la existencia previa de un trailer en el que se incidía en un elemento terrorífico que luego la cinta ciertamente no desarrolla, fue el que propició en buena medida esta relativa decepción –me gustaría a este respecto recordar a los aficionados el que diseñó Alfred Hitchcock para la memorable PSICOSIS (Psycho, 1960), que casi hacía parecer que nos encontrábamos con una comedia-.

Haciendo caso omiso de esa relativa decepción –que de todas formas ha ido acompañando las películas que han sucedido a su descomunal éxito en EL SEXTO SENTIDO (The Sixth Sense, 1999) y que mucho me temo le seguirá por bastante tiempo-, siempre he considerado a M. Night Shyamalan como uno de los mejores realizadores del cine norteamericano y –creo que ya es inútil negarlo- una de las grandes personalidades del cine fantástico en las últimas décadas. Es por ello que he podido seguir su corta trayectoria de sus títulos accesibles –no lo son los dos que filmó inicialmente- y ciertamente encuentro que en la misma se da cita un excelente narrador, un autentico virtuoso de la cámara y en sus films si se quiere se puede cuestionar ese afán por los giros sorpresa –que como es el caso, me hizo adivinar antes de comenzar la película cual era la que nos deparaba el misterio central del argumento-, pero no es menos cierto que siguiendo sus películas se aúna el seguimiento no solo a un género sino a unos elementos visuales y de estilo, combinado con un afán de renovar progresivamente estos marcos.

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Creo que THE VILLAGE supone un avance muy interesante en este sentido, puesto que esa apuesta temática se ve encerrada por una mayor contención de tono –a lo que influye no poco la excelente sobriedad en su tenue gama cromática imbuida de un gran sentido pictórico, obra de Roger Deakins-, una relativa huída de esos “trucos” a los que Shyamalan recurre –y es legítimo que lo haga- y, lo que es más importante, una mayor implicación en el melodrama con respecto a sus anteriores y exitosos títulos precedentes. Siempre he considerado que el realizador indio filmaba “melodramas desgarrados” amparados por su reconocido apego a lo sobrenatural. En este caso concreto lo sobrenatural no existe y en su oposición lo fantastique se basa sobre todo en la mirada del realizador, en el uso de unos recursos narrativos que si bien en otros inexplicablemente laureados realizadores –es el caso que nunca me cansaré de citar de Alejandro Amenábar en ese recital de trampas y efectismos llamado LOS OTROS (2001), y la viveza e implicación con la que en este ejemplo se sabe sembrar la inquietud partiendo de elementos muy simples.

A partir de esta premisa se podrían citar numerosos ejemplos, pero cabría mencionar por su sutil inquietud ese plano que nos muestra ante las hermanas que juegan en el porche la aparición de una flor roja que entierran con indisimulado temor; la perfección con que en tres ocasiones muy concretas se introduce un elemento cinematográfico generalmente detestable, como es el “ralenti”; la rapidez con la que en muy pocos planos se logra la atmósfera de terror ante la invasión de la localidad rural por esas criaturas con capas rojas –el miedo en el atribulado campanero se ofrece a través de su mirada en un lejano plano, al contrario que en un film de terror convencional-; o el propio “triple salto mortal” argumental de mantener en la narración el elemento terrorífico una vez la misma nos ha relatado las circunstancias aparentemente sobrenaturales de la misma –la persecución de Ivy (magnífica Bryce Dallas Howard) por una de estas criaturas una vez se ha revelado el origen de las mismas-.

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Ciertamente THE VILLAGE está llena de ejemplos que demuestran algo cercano a la maestría cinematográfica. Creo que una mirada desprejuiciada a su metraje –realmente ajustado-, a la cadencia de sus secuencias, a la notable sobriedad con que estas son expuestas, a la espléndida e intensa dirección de actores –en la que solo destacaría negativamente al cargante Adrien Brody-, o a la estupenda utilización dramática de su banda sonora –creo que es la mejor utilizada de toda su carrera-, nos permite olvidar algunas ligerezas que estimo debería ir dejando M. Night Shyamalan en el devenir de su trayectoria, como recurrir a la voz en off de un narrador para desvelar los mcguffin de sus historias –un realizador de su categoría no debería recurrir por norma a estas facilidades, que en este caso además parece sacada de un episodio de la mítica serie The Twilight Zone-. Y, ya puestos en esta tesitura, creo que su talento como realizador le debería ya hacer dejado de lado ese lastre de tener que mostrar un final sorpresa. Una faceta que estoy seguro está aparejada por el interés y expectación comercial generada en sus proyectos, pero que a estas alturas y dada su independencia no debería resultar un requisito obligado.

Creo que EL BOSQUE es pese a todo un film brillante y que incluso en su apuesta por una mayor intensidad, dosificación de elementos y predominio de lo melodramático, puede ir abriendo las pistas de lo que podría suponer su trayectoria en el futuro próximo. En cualquier caso y pese a la relativa decepción de un público ávido de sustos, lo cierto es que bajo mi punto de vista demuestra que el realizador hindú difícilmente puede filmar una mala película, y que su ecuación atractivo comercial / talento cinematográfico la sabe dominar como pocos. Es finalmente la gran combinación de estar destinado al gran público, y que en este joven mago de lo inquietante ha logrado ya uno de sus exponentes más valiosos y prometedores.

Calificación: 3’5

 

THE UNBREAKABLE (2001, M. Night Shyamalan) El protegido

THE UNBREAKABLE (2001, M. Night Shyamalan) El protegido

Sin lugar a dudas, la mayor prueba de fuego a la que se tiene que someter un director de cine de trayectoria aún incipiente es la de sobrevivir a un fulgurante éxito en su carrera. Y esa es la circunstancia que tenía que asumir M. Night Shyamalan con su nuevo film EL PROTEGIDO (The Unbreakable). Tras el descomunal éxito de EL SEXTO SENTIDO (The Sixth Sense, 1999) –una de esas raras ocasiones a las que el triunfo comercial acompañan unas excelentes calidades cinematográficas-, la acogida a esa nueva propuesta de cine fantástico y de misterio ha sido irregular. Antes de verla había oído de todo; desde los que la calificaban entre lo mejor de la producción estrenada en el 2001, hasta los que apenas habían podido soportarla hasta el final.

Antes estas perspectivas he de confesar que tras verla me sitúo cerca del primer enunciado. Digámoslo ya. THE UNBREAKABLE ha supuesto, bajo mi punto de vista, no solo una estupenda película –si no llega a la altura de EL SEXTO SENTIDO roza en ocasiones sus calidades-, sino un paso adelante en la confirmación del talento de Shyamalan, al que –con todas las reservas que cabe tomar en una corta carrera-, hay que situar entre los más prometedores realizadores con que cuenta actualmente el cine norteamericano.

Lo mejor que se puede hacer a la hora de ver con mirada abierta este film es olvidarse del precedente de THE SIXTH SENSE y retenerlo en la memoria nada más que en cuanto sirve como referente a la hora de detectar los rasgos de estilo que confirma su artífice en esta realización ¿Cómo se puede elaborar una propuesta argumental que combine los comics con la metafísica? Pues nuestro director lo logra, ratificando en primer lugar su mano experta a la hora de crear thrillers de carácter sobrenatural. A la hora en suma de situarse quizá como el nombre más destacado con que ha contado el cine fantástico en varias décadas –en mi opinión su modo de concebir el género es mucho más original, audaz y cinematográfico que el de Tim Burton-. Y partiendo de una base argumental en principio descabellada, se nos narra la historia paralela de un hombre: David Dunn (Bruce Willis), que tras ser el único superviviente de un gran accidente ferroviario entrecruza su camino con un misterioso galerista de arte: Elijah Price (Samuel L. Jackson), caracterizado por una extraña enfermedad que le ha provocado constantes fracturas en su estructura ósea.

A partir de estas premisas, hay que destacar la brillantez narrativa ofrecida por la película. Si EL SEXTO SENTIDO brindaba más asideros argumentales y, al mismo tiempo, una serie de situaciones propias del cine de terror, en este caso nos encontramos con una narración tendente sobre todo a la creación de un clima misterioso e inquietante. No hay ni una sola salida de tono, no se ofrece ningún susto al público. En su lugar desde el primer momento se esta sugiriendo visualmente la existencia de esos dos mundos contrapuestos en los que va a desarrollarse la acción –desde la breve secuencia pregenérico que es filmada con la presencia de un espejo; la propia escena, en un solo plano en la que Dunn charla con una pasajera, o en la reiteración de situaciones que son mostradas desde las dos visiones que marcan el desarrollo de la película-.

Por otra parte, y eso es algo que nunca he leído a la hora de calibrar los rasgos de estilo del autor, creo que uno de los más personales a la hora de mostrar su original mirada en el género fantástico se basan fundamentalmente en su intensidad dramática. Una característica que es desarrollada generalmente a través de largos planos –excelente utilización del formato panorámico-, la utilización de la banda sonora –en esta ocasión mucho mas adecuada que en EL SEXTO SENTIDO-, y la magnífica dirección de actores. A este respecto, resulta ejemplar como con escasas pinceladas –desde el instante en la ya mencionada secuencia que se desarrolla junto a los títulos de crédito, en que Dunn se quita el anillo de casado para intentar flirtear con su compañera de tren-, describe la crisis de pareja que mantiene con su esposa Audrey (Robin Wright). Creo que ese elemento melodramático ofrece una textura muy especial a este film, en el que su planificación y tempo narrativo resultan admirables y en el que nuevamente Shyamalan logra plasmar cinematográficamente algo tan difícil de expresar como es el estremecimiento humano –el instante en que Dunn, en los momentos iniciales, advierte el inminente accidente que se va a producir-.

Sin embargo, no todo resulta redondo en EL PROTEGIDO. Fundamentalmente, creo que el elemento que desmerece –ligeramente-, un título de otro es precisamente el final. Si el de EL SEXTO SENTIDO sublimaba todo su desarrollo narrativo, el del presente film, en mi opinión, lo empobrece. Desde la secuencia en la que Dunn se integra en la multitud para descubrir sus poderes hasta el mismo instante final, la irregularidad y en ocasiones el efectismo innecesario acompañan el desarrollo de estos últimos minutos, por más que en ellos se den cita instantes excelentes –la violenta caída del protagonista a una piscina cubierta por una lona; el breve encuentro en la galería de Dunn con la madre de Price-. A todo ello hay que añadir que la composición de Bruce Willis resulta monótona y mucho menos convincente que en el título precedente –por su parte, Samuel L. Jackson ofrece una interpretación excelente-, lo que en ciertos momentos resta dramatismo a algunas de las situaciones.

En definitiva, después de ver los dos últimos títulos de Shyamalan la verdad es que -con todas las reservas que cabe formular-, me encuentro con un realizador que combina –de alguna manera- las formas narrativas de Alfred Hitchcock, con la creación de un mundo argumental muy personal y en el que se asemejaría al maestro Jacques Tourneur por su creencia en diversas manifestaciones de lo sobrenatural. Es pronto aún para entronizarlo, pero creo que un film como este y el que le precedió le aseguran de antemano un lugar destacado en la pequeña gran historia del cine fantástico. Esperemos su tercer film, que en pocos meses llegará a las carteleras y que de nuevo se integra en este género.


Comentario realizado el 19 de enero de 2002

Calificación: 3’5