THE RITE (2011, Michael Hafström) El rito
THE RITE (El rito, 2011. Michael Hafström) es la clásica película presta para ser devorada… no por las llamas del infierno, pero si por público y crítica. El hecho de entrar en un subgénero en el que se encuentra un título a mi juicio tan sobrevalorado como THE EXORCIST (El exorcista, 1973. William Friedkin) adentrarnos en terrenos tan peligrosos dentro de una temática cada vez más controvertida –y escasamente creíble-, o la misma configuración estructural de la película, en la que se entremezcle la presencia de un actor veterano y consagrado, con otro joven, que haga lo que haga se llevará los palos de unos y de otros. En definitiva, que las perspectivas no eran de antemano nada halagüeñas, aunque personalmente tuviera la esperanza del relativo buen sabor de boca que me dejaron dos de los títulos de su realizador –uno de ellos también inmerso en el cine de terror -1408 (2007), protagonizado por John Cusack-. Y al final dichas referencias, son las que han podido conmigo a la hora de saborear y hasta cierto punto disfrutar de esta producción que no esconde su carácter meramente comercial -¿Cuántas películas de hoy día no lo hacen?-, pero no por ello dejan de proporcionar los suficiente elementos de interés para, sin convertirse en un producto de especial relieve, se erijan como un resultado más que digno, dotado incluso de fragmentos brillantes, así como algunas características generales que, a fin de cuentas, son las que permiten que el relato se siga con el suficiente interés.
Michael Kovak (un Colin O’Donoghue mucho más entonado y creíble de lo que se le ha reconocido, llevando en realidad sobre sus hombros el peso de la película) es un joven embalsamador, dentro de la funeraria que regenta su padre Istvan (Rutger Hauer). La madre del protagonista falleció cuando este está pequeño, y desde el primer momento la cámara de Hafström sabrá introducir en el relato un aroma malsano, en los distintos marcos en donde se desarrolle la película. Lo hará ya en esos primeros instantes, dentro del rito con el que Michael se encuentra embelleciendo un cadáver, aunque muy pronto revele a su padre el hastío –probablemente el que le reporta el recuerdo de haber contemplado el cadáver de su madre cuando era pequeño, a instancias de su padre, deseoso de que se familiarice con la naturalidad de la muerte-, y la casi necesidad de abandonar su casi aislado hogar norteamericano, para lo cual no le quedará otra opción que ingresar como seminarista. Dejando de lado la ligereza que supone la única opción de elegir entre una u otra vertiente, y partiendo de la base de que la historia se basa en buena medida en hechos reales, la acción se trasladará a cuatro años después, donde Kovak ya ha logrado ser diácono, cumpliendo notablemente con sus estudios… salvo los que se basan en una raíz teológica. En resumen, pese a sus esfuerzos, se trata de un escéptico incapaz de que llegue a su interior la fe necesaria para llegar a ser sacerdote, planteándose la posibilidad –que llegará a plasmar a su superior mediante un contundente email-, de renunciar a los estudios.
De nuevo Hafström acertará al describir la atmósfera de una Roma en la que se combina el peso de su pasado y la arrolador ritmo de su vida cotidiana. Será el marco adecuado para que el joven religioso que se resiste a serlo, se plantee su fracaso en una elección vital que eligiera cuatro años atrás, aunque la vivencia de un accidente mortal haga ver a uno de sus superiores -el Padre Matthew (Toby Jones)- una fe oculta bajo su capa de aparente escepticismo. Será este uno de los aspectos más interesantes tratados en la película, la dificultad de poder creer en un mundo moderno, máxime cuando el relato se introduzca en el mundo de los exorcismos, en base a una serie de rituales que a ojos de nuestros días aparecen totalmente anacrónicos. Se producirán cuando Kovak se ponga en contacto con el Padre Lucas Trevant (Anthony Hopkins, curiosamente alabado en líneas generales, pero bajo mi punto de vista en algunos momentos proclive al exceso histriónico). De nuevo el realizador acertará al describir el marco en el que el veterano exorcista sobrelleva una vida que podríamos decir normal, rodeado de decrepitud, y atormentada a la hora de atender constantemente casos que parece que en la vida normal del joven Novak pudieran parecer hasta entonces fruto de la mente más calenturienta.
A partir de ese momento, lo que propone THE RITE es una batalla entre la creencia en el diablo y la resistencia basada en el escepticismo y la racionalidad –propuesta en todo momento por el seminarista-. Lo acertado de dicho contexto, es que la perspectiva no se pierde en todos cuantos episodios se van sucediendo, por más que algunos de ellos estén provistos de un especial dramatismo y espectacularidad, y que Kovak justifique inicialmente a alteraciones de la mente. Sin embargo, uno de los aciertos del film –que además tiene la cualidad de apostar en mucha mayor media por el logro de una atmósfera inquietante que en los golpes de efecto-, reside en la manera con la que se van engarzando pequeños detalles que, poco a poco, y aún a pesar suyo, irán convenciendo a Michael, de que hay algo que supera todas sus crecientes reservas, e incluso lo que sus ojos se prestan interpretar de manera muy diferente al del veterano Padre Lucas. Esa pulsera que poco a poco revelará su simbología malsana, la conversación con su padre… que instantes después confirmará ya ha fallecido, los recuerdos de la contemplación de su madre muerta, esos batracios que se van extendiendo como siniestras señalas que inicialmente ha identificado como truco introducido por el veterano sacerdote, esos clavos de grandes dimensiones que van expulsando los presuntos poseídos. Todo ello conformará un contexto ante el que incluso el racionalismo de un muchacho decepcionado por el camino que hasta entonces ha seguido en la vida, irán poco a poco prendiendo en él una evidencia, no por menos irracional, cada vez más cercana e incluso amenazante en su entorno, hasta el punto de que en un momento dado los roles del Padre Lucas y el suyo propio tengan que revertirse en una situación límite.
Destacando ante todo esa capacidad del director sueco para la creación de atmósferas, un espléndido uso de la pantalla ancha, la relativa huída de efectismos, pongamos en el debe la escasa enjundia que supondrá para la película la presencia de la periodista deseosa de elaborar un reportaje que refleje con suficiente fondo la realidad de las prácticas exorcistas, y que con probabilidad se introduce en la función al objeto de establecer ese rol femenino que bien pudiera establecerse como el necesario contrapunto para que Kovak pudiera abandonar el celibato e insertarse en una vida guiada por unos derroteros más cotidianos –esa carta que recibe el joven al final es reveladora de todo ello-. Con todos sus aspectos positivos y negativos, lo cierto es que THE RITE logró en su concatenación de elementos –provinentes de un guión bastante solvente-, y las capacidades de Hafström –que espero mantenga en obras sucesivas-, parecerme un título revestido de la suficiente dignidad, dentro de un subgénero en el que, como ha sucedido en tantas ocasiones, es tan fácil deslizarse por los riesgos de un tobogán de efectismos y aspectos que rocen el integrismo religioso.
Calificación: 2’5