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CINEMA DE PERRA GORDA

1408 (2007, Mikael Hafström) 1408

1408 (2007, Mikael Hafström) 1408

Aún sin ser seguidor de la obra literaria de Stephen King, a todos aquellos que hayan visto algunas de las múltiples adaptaciones que de sus novelas y cuentos se han prodigado en la pantalla durante casi tres décadas, seguro que se les habrá quedado en la recámara, más que sus facultades para el terror, esa mirada punzante, sarcástica e incluso distanciadora, que ha ido diluyendo en sus relatos y películas. Aspectos que de alguna manera suponen auténticas reflexiones sobre el oficio del escritor, o incluso sobre el compromiso de este a la hora de mostrarse obligado a crear esperanza al abordar temáticas ligadas a la fantasía. Aspectos como los expuestos quedan plasmados de manera meridiana en esta apreciable 1408 (2007, Mikael Hafström), que en su primer tercio se erige como una auténtica reflexión sobre los modos de un escritor traumatizado –posteriormente conoceremos la razón de dicha circunstancia: la inesperada y trágica muerte de su hija-. Este es Mike Enslin (un estupendo John Cusack, sosteniendo el peso dramático de la función), caracterizado por sus libros de investigación dedicados a la tarea de intentar desenmascarar cualquier modalidad de fenómenos paranormal –es magnífica la secuencia en la que este se enfrenta a un casi inexistente auditorio, revelador del escaso interés por la cultura, respondiendo sin interés a las mismas preguntas de siempre, aunque quedando al final de dicha cita el recuerdo que le formula una lectora de una primigenia novela suya, bien diferente de la obra posterior que le ha hecho más o menos conocido-.

Siempre imbricado en ese tipo de metodologías, recibiendo invitaciones de hoteles y recintos que cuentan con historias de fantasmas, un día Enslin recibirá una extraña postal, indicándole que jamás se hospede en la habitación 1408 del Hotel Dolphin de New York. La inusual recomendación a la contra, marcará en él un efecto contrario, insistiendo en ocupar la misma pese a todas las recomendaciones que le formulará su director –Gerald Olin (un sensacional Samuel L. Jackson, pese  a su escasa presencia en pantalla)-. El episodio en el que el segundo intente disuadir al primero de su intención de ocupar la habitación maldita, puede erigirse por derecho propio como un fragmento admirable, que al tiempo que introduce al espectador en un contexto de temor, marca un duelo dialéctico y psicológico entre dos seres inteligentes y de personalidades contrapuestas revestido de unos deliciosos diálogos y actitudes. Será el preámbulo a la llegada de la verdad, la aceptación para que Mike pueda hospedarse en una habitación que, pese a su escepticismo, modificará el posterior devenir de su vida.

Es a partir de ese momento, cuando 1408 combina la eficacia de su relato, su afortunada huída de elementos gore –apenas tienen presencia en las fotos en blanco y negro que se muestran de los crímenes y suicidios cometidos en dicha habitación-, una cierta tendencia al espectáculo pirotécnico y también, por qué no decirlo, una ascendencia en su tensión dramática bastante lograda, no detectando en la función apenas baches de ritmo. Cierto es que ello se consigue en ocasiones a través de golpes de efecto un tanto facilones, pero no faltan en otros momentos punzadas revestidas de un acre sentido del humor –la utilización de la célebre canción de The Carpenters resulta impagable-. En ese conjunto, uno en ocasiones tiene la sensación de encontrarse ante una actualización de los gimnicks que medio siglo antes auspiciara William Castle para la Columbia Pictures –algunos de ellos bastante apreciables-, mientras que dentro de su desarrollo dramático, la película no evita introducir elementos que puedan desviar o incluso desorientar al espectador –ese accidente que el protagonista sufre mientras utiliza una tabla de “surf”, apuntando la posibilidad de que haya vivido una experiencia cercana a la muerte-, ofreciendo episodios impactantes como esa oficina de correos que, de manera repentina y brusca, se convierte de nuevo en la fatídica y maldita habitación detestada por el hasta entonces escéptico protagonista.

1408 alterna un cómputo de logros y servilismos. Se advierte que en sus imágenes coexiste la conjunción de mostrar el infierno interior que martiriza la vida habitual de su protagonista, y que tiene en el marco de dicha habitación un inesperado santuario de expiación maléfica, con las convenciones de un relato de terror más o menos convencional. En esa combinación, en el acierto con que se mantiene un constante estado de tensión dentro de un metraje más o menos ajustado, en la catarsis que ofrecen los últimos instantes de la estancia del escritor en la mencionada habitación, es cierto que se advierte el esfuerzo de su realizador por huir de efectismos innecesarios, centrarse en la dirección de su casi único intérprete –de quien permite un registro muy amplio- e incluso proponer la habilidad de introducir un elemento, a la larga, tan importante para la conclusión del film, como es la presencia de esa pequeña grabadora. Un detalle que servirá para proporcionar una conclusión percutante –y precisamente por la rotundidad con la que sus sonidos marcarán el futuro del matrimonio Enslin; su esposa Lily (Mary McCormack) ha estado separada de él desde la muerte de la niña-, dejando al espectador noqueado y, pese a todo, con la conclusión del relato abierta, pese a su aparente abrazo a lo sobrenatural. En definitiva, 1408 es un film que sin aportar grandes elementos de originalidad ni riesgo, se erige como una propuesta que funciona como un preciso mecanismo de relojería, lo que ya es bastante para los tiempos que corren.

Calificación: 2’5

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