Blogia
CINEMA DE PERRA GORDA

THE LITTLE MINISTER (1934, Richard Wallace) Sangre gitana

THE LITTLE MINISTER (1934, Richard Wallace) Sangre gitana

Resulta bastante curioso consignar como pese a que en los primeros años como intérprete de Katharine Hepburn –siempre en el seno de la RKO-, fue dirigida por nombres del prestigio de John Ford, John Cromwell, George Stevens o George Cukor, sea en dos títulos firmados por nombres alejados de ellos, y en donde además compartía en el reparto la presencia de un mismo oponente, donde se puedan encontrar los títulos más valiosos de su primera etapa, hasta la llegada de la excelente STAGE DOOR (Damas del teatro, 1937. Gregory La Cava). Me refiero con ello a dos producciones casi consecutivas. La primera de ellas es BREAK OF HEARTS (Corazones rotos, 1935) -Una de las escasas realizaciones del director teatral Philip Moeller-. Pero es la inmediatamente anterior THE LITTLE MINISTER (Sangre gitana, 1934. Richard Wallace) la que protagoniza estas líneas, consignando en primer lugar el hecho de que en ambos títulos se cuente con la presencia del joven y estupendo John Beal –que en esta ocasión ejerce como coprotagonista-. Pero hay algo que me alegra al comprobar la frescura con la que se mantiene esta adaptación de la obra de J. M. Barrie, y es consignar que tras la misma se encuentra un realizador por el que tengo una cierta debilidad, y que según voy recuperando su filmografía se está confirmando como el cineasta competente que en todo momento fue. Me refiero a Richard Wallace, quien sin el renombre de los directores citados, logra sin embargo de THE LITTLE MINISTER extraerla de los riesgos de estatismo, propensión al decorativismo y folklorismo, e incluso al sermón moralizante. Por fortuna, nada de ello se puede achacar a este drama tratado con notable delicadeza, que sabe combinar una estupenda ambientación en una pequeña localidad escocesa de 1840, proponiendo sobre ella una mirada tan amable como, en última instancia, crítica en torno a la ruptura de los usos y costumbres que en dicho contexto rural se producirá con la llegada de un nuevo presbítero a una de las congregaciones de la misma. Desde su comienzo –combinando con acierto un leve tono fabulesco y una ambientación en la que el rodaje en estudio no merma la temperatura del film-, el espectador logra introducirse en ese colectivo cerrado, en el que si bien es cierto que la descripción de sus lugareños en algunos momentos se inclina en una cierta vertiente de pintoresquismo –uno de sus pocos defectos-, lo cierto es que en su conjunto logra convertirse en un relato poco menos que delicioso, provisto además de un aura romántica revestida de una sorprendente vigencia.

Todo se iniciará con la llegada del joven Gavin Dishart (Beal) junto a su madre, como responsable de la congregación de Auld Licht. Para su anciana progenitora y para él mismo, su nuevo destino supondrá un humilde y secreto anhelo, demostrando muy pronto el pastor la energía de su personalidad –su físico adolescente hacía preludiar todo lo contrario-, al reprochar en pleno servicio dominical el alcoholismo que caracteriza al rudo lugareño Rob Dow (Alan Hale). El prestigio logrado por el recién nombrado presbítero, se verá poco a poco puesto en entredicho a partir del encuentro con este con una joven e irresistible joven gitana –Babbie (Katharine Hepburn)-, que en realidad se trata de la protegida de un acaudalado terrateniente de la zona, que discurre por el bosque disfrazada como tal, violentando de alguna manera la cotidianeidad del entorno, siempre tomando como fondo un mundo bucólico que parece dotado con un alcance feérico. A partir del enfrentamiento de mundos que representan el envarado protagonizado por el joven pastor, y el libre y rebelde protagonizado por Babbie, THE LITTLE MINISTER plantea un ejemplo más protagonizado por la joven Hepburn, en la que se plantea su registro interpretativo e incluso su peculiar belleza, como una personalidad opuesta dentro de un contexto de puritanismo y estancamiento social. Cierto es que en este contraste e incluso rebeldía que planteará la muchacha, de alguna manera no evitará que la película muestre un cierto matiz reaccionario en la apreciación que Gavin manifestará sobre ella, considerándola en sus románticas manifestaciones como un ser de su propiedad. Indudablemente, son elementos que vistos más de siete décadas después adquieren un matiz más cuestionable. Sin embargo, ello no limita en absoluto la deliciosa química y la delicadeza que se establecerá entre la Hepburn y John Beal. Entre ellos se detecta una sensación de autenticidad, incluso en ese delicioso juego al gato y al ratón al que se someterán en sus primeros encuentros, administrados por la cámara de Wallace con dinamismo y ligereza, permitiéndonos valorar sus capacidades como hombre de cine.

Aunque lo que he visto de su obra no permite detectar en ella a un realizador dotado de personalidad o mundo propio definido, sí que es cierto que Richard Wallace supo someterse al dictado del cine de géneros, procurando un especial cariño en el tratamiento de las relaciones de sus personajes. Daba lo mismo que fuera el atormentado John Garfield de THE FALLEN SPARROW (1943), la pareja que encarnaban Loretta Young y Brian Aherne en la divertida A NIGHT TO REMEMBER (¡Que noche aquella!, 1942), o el matrimonio inusual formada por John Wayne y Larraine Day en TYCOON (Hombres de presa, 1947). En todos estos títulos, en la diversidad de géneros que Wallace asumió en una carrera pródiga –unos cincuenta largometrajes- y presumiblemente irregular, sí se detecta su acierto a la hora de enmarcar los conflictos y enfrentamientos de sus protagonistas. Que, a fin de cuentas es la cualidad más destacada de este atractivo THE LITTLE MINISTER. Un relato que no solo logra sobresalir de ese aliento polvoriento al que sus características previas podrían condicionar sino que, por el contrario, emerge como una producción ágil, dotada de una extraña sensibilidad, y aderezada además por un impecable sentido de la progresión, especialmente en un tercio final en donde la intensidad y densidad de su trasfondo dramático adquiere una poderosa impronta. Las secuencias que se desarrollan en la casa de la anciana y sabia madre del joven presbítero –puesto en cuestión por la comunidad a partir de haber sido visto en el campo junto a Babbie-, y junto a la Hepburn, están provista de una delicadeza y una intensidad dramática dignas de cineastas como Borzage, McCarey, o incluso un John Ford, cuya sombra revolotea sobre el metraje de esta auténtica sorpresa. Un film bucólico, airoso, en el que la importancia del amor sobrepasará cualquier barrera impuesta por una sociedad en apariencia amable, pero bajo cuyas costuras se esconde el fantasma del prejuicio y la intolerancia, y al cual sus más de siete décadas de antigüedad, apenas le han impuesto mella.

Calificación: 3

0 comentarios