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CINEMA DE PERRA GORDA

IN NOME DEL POPOLO ITALIANO (1971, Dino Risi) En nombre del pueblo italiano

IN NOME DEL POPOLO ITALIANO (1971, Dino Risi) En nombre del pueblo italiano

Una de las cualidades que desprende el cine, aún siendo el arte de menor historia de cuantos pueblan el universo de la cultura, es la capacidad que manifiesta en ocasiones a través de la vigencia de sus formas expresivas y / o temáticas, es la capacidad de transmitir cuestiones y problemáticas para las que parece que no pasa el tiempo. Es sin duda esta la principal reflexión que me viene a la mente al visionar IN NOME DEL POPOLO ITALIANO (En nombre del pueblo italiano, 1971) con la que Dino Risi prolongaba un terreno de comedia satírica que había llevado a la práctica desde la mismísima década de los cincuenta. Todo hay que decirlo con mucho mayor acierto que en esta ocasión, ya que el tipo de cine practicado en décadas precedentes, se insertaba en un contexto de producción de enorme riqueza paraducha cinematografía –entendiendo este aspecto tanto dentro de un alcance popular como de calidad-, con nombres como los de Luigi Zampa, Mario Monicelli, Pietro Germi…, entre los que Risi forjó una generación de extraordinaria validez, sobre todo al abordar un género como la comedia. Sin embargo, al igual que les sucedió a todos estos cineastas, Risi tuvo la “relativa” desgracia de ser entronizado por la crítica en los años setenta –se le denominaba el Billy Wilder italiano-, al tiempo que su cine sucumbió a un cierto grado de pretenciosidad y, sobre todo, la adopción de unas formas visuales lindantes con el feísmo.

Todo esto, punto por punto, se da cita en IN NOME DEL POPOLO ITALIANO que es indudable que en su vertiente discursiva, plantea una serie de temas que se antojan de absoluta vigencia en el mundo occidental de nuestros días -y no hay ni que alejarse de las fronteras de nuestro país para comprobarlo-. La corrupción y la casi imposible lucha contra la misma, los favoritismos, la alienación de la sociedad… Todo ello deviene vigente nada más contemplar la primera secuencia del film –esa visión del juez Mariano Bonifazi (Ugo Tognazzi), pescando y comprobando la contaminación que emerge de una factoría que destila veneno en el mar, matando a peces e incluso a las gaviotas que se comen a los mismos, en una nada velada metáfora-. A partir de la misma, y con un considerable sentido del ritmo, Risi se imbuye en una de las clásicas denuncias políticas que tanto proliferaron en el cine italiano de aquel tiempo –aunque la mayor parte de ellas se encuentren en el justo limbo del olvido-. Tamizada por un matiz satírico, se centrará en el enfrentamiento llevado entre Bonifazi y el prepotente y chulesco Lorenzo Santeoncito (Vittorio Gassman), que muy pronto se describirá en su prepotencia al recoger a un hippy que en un momento determinado simulará hablar otro idioma para no responder los improperios que este le formula. En apenas pocos minutos, Risi pone sobre el tapete el nudo gordiano sobre el que se sostendrá el desarrollo del film, introduciendo a través del mismo la muerte de una joven sobre la que recaen las dudas de que haya sido asesinada. Con un cierto grado de equilibrio se logrará contraponer ese grado satírico con la investigación desarrollada por Bonifazi, quien poco a poco irá ligando los señuelos dejados por la fallecida –de la que se sospecha tomó una sustancia que provocó su muerte-, con el magnate –curiosamente causante de esa contaminación observada al inicio del film, en una prueba más de su inmenso poder-.

Enfrentando la sobriedad de la labor interpretativa de Tognazzi con el histrionismo de Gassman, Risi compone un retrato bastante veraz de una sociedad no solo corrupta a todos los niveles posibles –la conexión de Santeoncito con las cúpulas eclesiales y gubernamentales-, sino en pura lógica la descripción que ofrece de una sociedad que en su catarsis final estallará en una explosión de alienación colectiva, con el triunfo futbolístico de Italia frente a Inglaterra. Una catarsis que adquirirá proporciones gigantescas –por momentos uno parece encontrar ecos fellinianos, o incluso ver en este episodio un curioso precedente de determinados instantes de la casi inmediata y excelente ROMA (1972)-, que servirá como telón de fondo para que Bonifazi tome una decisión en la que la lógica aplastante, en realidad esconda un comportamiento tan detestable como el que ha denunciado con tanto desvelo como minuciosidad. Una conclusión tan desoladora, en la que en realidad se pone en tela de juicio toda una sociedad para la que los valores se derrumbará como ese edificio de justicia que casi se cae inesperadamente a pedazos, y en donde finalmente ese juez honesto e implacable que ha actuado con un ejemplar sentido de la ética, tenga que renunciar a la misma, quizá como grito interior desesperado o como simple venganza ante la impunidad de un sujeto que además de ser un corrupto, no duda en alardear de su condición, e incluso hace encerrar a su anciano padre en un manicomio si con ello preserva sus intereses y desvía las sospechas que sobre él recaen ante el asesinato de la joven.

Todo esto nos llevaría a considerar IN NOME DEL POPOLO ITALIANO como una gran película o, al menos, un título de especial consideración. Por desgracia no lo es. Y no lo es por la zafia formulación narrativa que ofrece Dini Risi con el desconsiderado e innecesario abuso del zoom del que hace gala ya desde las secuencia iniciales. Un feísmo visual que, pese a todo, no invalida el grado de interés de la propuesta, pero es indudable limita mucho su alcance, hasta dejarlo en un simple grado de discreción. Es de lamentar que un cineasta que en décadas precedentes había logrado un grado de profesionalidad notable hasta la primera mitad de los sesenta, poco a poco fuera descendiendo hacia esa querencia con elementos visuales que ya desde ese mismo momento hicieron envejecer y hacer caduco su cine. Sin embargo, pese a esta considerable rémora, cabe destacar en ella aquellos instantes en los que se destila una especial mala uva, en los momentos en los que el enfrentamiento entre los dos antagónicos protagonistas alcanzan un cierto grado de sinceridad, en la extraña fuerza cromática de la fotografía de Alessandro d’Eva, o la extrañeza que produce ver como casi se va a la ruina el palacio de justicia tras una discusión del juez y Santeocito. Es en esta contraposición entre lo atractivo del planteamiento, lo estereotipado de buena parte de su premisa, la presencia de algunos apuntes divertidos –el criado gay del industrial arruinado al que ha sobornado Lorenzo para buscarse una coartada; los traslados y las deficiencias del funcionamiento de los funcionarios de justicia, entre grifos que no se pueden cerrar y el constante traslado de paquetes de papel-, en donde se encuentra la insatisfacción que provoca contemplar una película que pudo ser mucho más atractiva de lo que finalmente aparece, y a la cual la escasa sutileza narrativa de su artífice, impide que sobrepase la barrera de una aceptable pero insatisfactoria sensación que provoca. Una sensación que se extendería en el devenir de la andadura de Risi, descendiendo el nivel de una filmografía en su primera mitad revestida de notable interés.

Calificación: 2

2 comentarios

Ignacio André -

Si hola, muy interesante tu critica, pero quisiera saber cuales son los criterios que usas para fundamentar tu calificación.

Saludos cordiales.

Alfonso -

Muchas gracias por estas magníficas críticas. Le recomiendo que vea, si no lo ha hecho ya,"L´ombrellone", ("El parasol") y también "Il Successo", ("El éxito"),dos de las más amargas de Risi por más que se ponga moralista al final