THEY WHO DAR (1954, Lewis Milestone) [Los que no arriesgan]
La década de los cincuenta, en consonancia con el florecimiento del cine de géneros en la cinematografía inglesa, fue un periodo dorado para la aparición de constantes muestras de cine bélico, que según fue transcurriendo el decenio, permitió atisbar propuestas de creciente complejidad. Fue esta una tendencia que se prolongó hasta bien entrados los sesenta, dejando en su discurrir numerosos exponentes, algunos de los cuales pueden engrosar cualquier galería de lo más valioso jamás propuesto por el género. No es este el caso de THEY WHO DAR (1954), con el cual el ucraniano Lewis Milestone retornaba al género que más satisfacciones le proporcionó a lo largo de su carrera –desde el escarizado ALL QUIET IN THE WESTERN FRONT (Sin novedad en el frente, 1930), hasta el magistral a apenas conocido EDGE OF DARKNESS (1943)-. Una aportación valiosa y significativa, que en esta ocasión le vino dada al asumir un encargo que al parecer mantuvo no pocas dificultades, que levaron al director a rodar secuencias que tenía que escribir el día anterior, pese a que no figurara en sus créditos como guionista. Sin embargo, pese a esa consideración de asumir un producto de menguado presupuesto, esos mismos títulos de crédito se encargaban de subrayar ese “a film by…”, quizá dispuesto para evocar un pasado revestido de exponentes en algunos casos memorables con un género en el que quedó acreditado como un distinguido especialista. Es curioso recordar como no sería el único director proveniente de USA que filmaría propuestas bélicas en Inglaterra. Ese mismo año aparecería en las islas el excelente THE PURPLE PLAIN (Llanura roja, 1954. Robert Parrish), con el que comparte la espesura de sus imágenes en personalisimo color, y al alcance psicológico de su propuesta.
Sin embargo, estamos bastante lejos del film de Parrish, ya que Milestone se limita a plantear un extraño apólogo moral centrado en tierras griegas –algo que retomarían Powell y Pressburger en la estupenda ILL MET BY MOONLIGHT (1957), también protagonizada por Dirk Bogarde-. La elección de un escenario agreste y exótico al mismo tiempo, en el que los componentes del comando que encabeza el teniente David Graham (Bogarde), dirigiendo un grupo de diez hombres –entre los que se encontrarán diversos nativos-, encaminados a bombardear en misión simultánea dos aeródromos ubicados en tierras griegas, para lograr con ello expulsar a Rommel de África, cuando la contienda mundial se encuentra en el verano de 1942. Las imágenes iniciales del film –tras unos títulos de crédito en los que aparece de manera premonitoria un pequeño pastor griego- surgirán del ámbito documental, con una voz en off que nos describirá ese punto de partida, trasladándonos a una fiesta desarrollada en un club de El Cairo, que servirá para presentarnos al propio Graham, y su facilidad para conquistar a la chica que se encuentra coqueteando con el teniente Poole (William Russell), caracterizado por su habilidad para el dibujo de caricaturas.
Muy pronto se desarrollará su argumento, centrado en esa doble y paralela operación, a partir de la cual aparecerán los rasgos psicológicos entre sus personajes. Las dificultades se situarán en primer plano cuando un riachuelo que esperan caudaloso se encuentra seco –imposibilitando poder captar más agua-, aflorando los contrastes entre soldados ingleses y autóctonos. Incluso la oposición entre los propios protagonistas de la misión, en la que las maneras esgrimidas por su mando aparecerán quizá carentes de la necesaria precisión. Sin embargo, Milestone apelará al gusto por el detalle –ese instante en el que Graham logra detectar casi al límite del peligro, un campo infestado de minas-, al aprovechamiento telúrico de esos parajes rocosos por los que circulan nuestros oficiales, en los que sin ellos saberlos, se encuentran protegidos por los pastores de cabras de la zona –magnífico el momento en que uno de ellos ubica su rebaño para esconder a parte del comando-. En medio de una misión revestida de riesgo, pero en la que sus fotogramas se caracterizan por una extraña desdramatización, destacan dos fragmentos de especial brillantez. Uno de ellos es la planificación y ritmo que preside el episodio en el que el comando que encabeza Bogarde, plantea la ubicación de las bombas en un aeródromo dominado por la nocturnidad, y vigilado por los guardas nazis y fascistas. Unas secuencias expresadas por una planificación, montaje y espiral de tensión admirable. El otro es aún más logrado, situado en la pequeña iglesia rural a la que acudirán de regreso los oficiales comandados por Graham, esperando al mismo tiempo esa detonación colectiva que no llega –debido a un error con el reloj-. Allí regresará el herido George One (Akim Tamiroff), provocando al siempre histriónico Patroklis (Alec Mango), un ataque de historia que le llevará a tañir las campanas de la misma, provocando la consiguiente alerta.
THEY WHO DARE se caracteriza por una extraña textura, por la contundencia de un magnífico reparto –en el que podemos contemplar a un joven Denholm Elliot, e incluso a David Peel, el posterior baron Meinstel de THE BRIDES OF DRACULA (Las novias de Drácula, 1960. Terence Fisher)-, y por una sensación de pathos en sus minutos finales, que describen el tortuoso intento de Graham y Poole para regresar al submarino, en medio de unas calamitosas condiciones. Al final lo lograrán, dejando de lado el relato el destino del resto de soldados, todos ellos encarcelados por nazis e italianos, concluyendo con esa mirada desprovista de dramatismo que ha dominado su conjunto; el capitán Papadapoulos (Eric Pohlmann) preparará una mesa en el submarino con diez butacas para los soldados destinados en la misión, de la que tan solo serán ocupados los dos que retornen.
Calificación: 2’5