CARPE DIEM, SUPERMAN
No me gustaría que una de las parcelas de este blog fuera un capítulo de necrológicas ante aquellas figuras del cine que desaparecen. En cualquier caso la actualidad ha traído de nuevo a los titulares a Chistopher Reeve con motivo de su fallecimiento a los 52 años de edad, y tras bastantes años de padecimiento de una parálisis por una fortuita caída de caballo.
Nacido en New York en 1952, Reeve pasará a la memoria colectiva por su encarnación de Superman en las costosas y taquilleras producciones de los hermanos Salkind iniciadas a finales de los 70. Partiendo de la hábil iniciativa de elegir una cara nueva para encarnar al personaje –recurrir a una gran estrella siempre era más costoso y arriesgado- finalmente seleccionaron al musculoso y atractivo actor, logrando una total identificación con su personaje.
Ciertamente resulta difícilmente imaginable otro intérprete para el mismo en la actualidad, pero no deja de ser cierto que la carrera de Reeve tampoco logró funcionar mucho mas allá. Incluso en sus encarnaciones de Superman se hacía evidente el decalage en su soltura de encarnar al héroe, mientras que cuando daba vida a Clark Kent su torpeza interpretativa quedaba evidente.
Creo que ese mismo físico rotundo que posibilitó elegirlo como superhéroe –advierto que es un subgénero cinematográfico que me interesa muy poco-, es el que lo encasilló. Reeve bajo mi punto de vista fue uno de esos ejemplos de actores negados para la pantalla –otro ejemplo de este enunciado podría ser Leonardo DiCaprio-. Se trata de presencias que no te las crees de ninguna de las maneras. A ello cabría añadir la excesiva propensión del actor a interpretar papeles de época, algo para que lo siempre fue poco adecuado. Pese a ello, el desaparecido actor logró trabajar con realizadores como Sidney Lumet –encarnando a un torpísimo gigoló gay en LA TRAMPA DE LA MUERTE (Deathtrap, 1982), Peter Bogdanovich, John Carpenter o James Ivory –para quién compuso uno de sus roles más convincentes en la excelente LO QUE QUEDA DEL DÍA (The Reamins of the Day, 1993)-. Otro de sus aciertos sería la autoparodia de galán realizada en INTERFERENCIAS (Switching Channels, 1988. Ted Kotcheff), el más cercano y nada desdeñable remake de la célebre obra teatral de MacArthur y Hetch, THE FRONT PAGE, ambientada en esta ocasión en el mundo de la televisión.
Paradójicamente, hay que recordar más la labor de Reeve en la lucha por combatir la parálisis, aprovechando los recursos de su popularidad para extender la fundación creada a tal efecto que sirvió de ayuda a numerosas personas. Confiemos en que Mr. Amenábar se acuerde de su ejemplo a la hora de realizar una continuidad de su MAR ADENTRO. De todos modos, ya sabemos que eso no vende, y Canal + / Sogecable han gastado toda su artillería mediática en la reciente y oscarizable (no lo duden, alguna estatuilla se lleva) operación de marketing emocional.
Descanse en paz Christopher Reeve.
Nacido en New York en 1952, Reeve pasará a la memoria colectiva por su encarnación de Superman en las costosas y taquilleras producciones de los hermanos Salkind iniciadas a finales de los 70. Partiendo de la hábil iniciativa de elegir una cara nueva para encarnar al personaje –recurrir a una gran estrella siempre era más costoso y arriesgado- finalmente seleccionaron al musculoso y atractivo actor, logrando una total identificación con su personaje.
Ciertamente resulta difícilmente imaginable otro intérprete para el mismo en la actualidad, pero no deja de ser cierto que la carrera de Reeve tampoco logró funcionar mucho mas allá. Incluso en sus encarnaciones de Superman se hacía evidente el decalage en su soltura de encarnar al héroe, mientras que cuando daba vida a Clark Kent su torpeza interpretativa quedaba evidente.
Creo que ese mismo físico rotundo que posibilitó elegirlo como superhéroe –advierto que es un subgénero cinematográfico que me interesa muy poco-, es el que lo encasilló. Reeve bajo mi punto de vista fue uno de esos ejemplos de actores negados para la pantalla –otro ejemplo de este enunciado podría ser Leonardo DiCaprio-. Se trata de presencias que no te las crees de ninguna de las maneras. A ello cabría añadir la excesiva propensión del actor a interpretar papeles de época, algo para que lo siempre fue poco adecuado. Pese a ello, el desaparecido actor logró trabajar con realizadores como Sidney Lumet –encarnando a un torpísimo gigoló gay en LA TRAMPA DE LA MUERTE (Deathtrap, 1982), Peter Bogdanovich, John Carpenter o James Ivory –para quién compuso uno de sus roles más convincentes en la excelente LO QUE QUEDA DEL DÍA (The Reamins of the Day, 1993)-. Otro de sus aciertos sería la autoparodia de galán realizada en INTERFERENCIAS (Switching Channels, 1988. Ted Kotcheff), el más cercano y nada desdeñable remake de la célebre obra teatral de MacArthur y Hetch, THE FRONT PAGE, ambientada en esta ocasión en el mundo de la televisión.
Paradójicamente, hay que recordar más la labor de Reeve en la lucha por combatir la parálisis, aprovechando los recursos de su popularidad para extender la fundación creada a tal efecto que sirvió de ayuda a numerosas personas. Confiemos en que Mr. Amenábar se acuerde de su ejemplo a la hora de realizar una continuidad de su MAR ADENTRO. De todos modos, ya sabemos que eso no vende, y Canal + / Sogecable han gastado toda su artillería mediática en la reciente y oscarizable (no lo duden, alguna estatuilla se lleva) operación de marketing emocional.
Descanse en paz Christopher Reeve.
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paquito -