LES DAMES DU BOIS DU BOULOGNE (1945, Robert Bresson)
No creo que a estas alturas nadie pueda dudar de la valía y florecimiento que el cine francés tuvo en la segunda mitad de los años 40 –en la que prácticamente debutaron la mayor parte de sus grandes realizadores-. Al mismo tiempo creo que ocioso es señalar la importancia y singularidad que a partir de ese contexto tuvo –y sigue teniendo- la obra de Robert Bresson. Pese a una trayectoria que solo se extiende en 13 largometrajes –de los que este es el quinto que he tenido ocasión de contemplar- nadie duda del rigor, austeridad y coherencia de sus planteamientos temáticos y estilísticos y la presencia de unas formas claramente diferenciales que han influido poderosamente a directores posteriores como puede ser el caso del norteamericano Paul Schrader. En definitiva y sin decir nada que otras voces más cualificadas ya han trasladado con mucha mayor propiedad siempre es bueno intentar mantener vigente el recuerdo de una obra no por breve menos digna de consideración –y ahí tenemos las a mi juicio hiperlativas valoraciones y excesiva literatura derramada sobre un Stanley Kubrick que dio vida una obra de similar extensión, en los que predominan los títulos de calidad pero también coexisten notorias irregularidades o incluso un film nefasto –LA NARANJA MECÁNICA (A Clockwork Orange, 1971)-.
LES DAMES DU BOIS DU BOULOGNE (1945) es la segunda de las películas firmadas por Bresson y se realizó en plena culminación de la ocupación francesa en la II Guerra Mundial. Basada en un cuento de Denis Diderot –“Jacques le fataliste”- y con diálogos de Jean Cocteau –cuya influencia bajo mi punto de vista se erige en lo más caduco del film-, en él de alguna manera ya se prefigura uno de los temas vectores del cine bressoniano; la ascesis como previo paso a la redención. Hélène (una fascinante María Casares cuyo rostro ambiguo y enigmático brinda uno de los primeros y más perfectos ejemplos de la peculiar dirección de actores del realizador galo) es una mujer de mundo que comprueba con tristeza desde el primer momento del film –ese plano fijo en el que la congoja asoma a su rostro dentro de un coche-, que su amante –Jean (Paul Bernard)- no la corresponde en sus sentimientos. Pese a su hundimiento moral aparentemente pretende mantener su amistad y de alguna manera liga sus destinos a la joven Agnès (Elina Labourdette), una bailarina cuyo pasado oscuro oculta a Jean y propicia que este se enamore de ella –en un hermoso encuentro ante unas cascadas en plena naturaleza-. A partir de ahí se establece la relación entre ambos en un drama psicológico de carácter triangular, en los que el realizador afronta su particular mundo estilístico con una personalísima y en algunos momentos complejísima puesta en escena. En ella tendrá una enorme importancia la iluminación, lo opresivo de sus interiores, el uso de sus luces indirectas –extraordinaria labor del operador Philippe Agostini-, la implicación activa de espejos –mostrando dualidades de comportamientos-, la misma fuerza del agua –en los encuentros entre Jean y Agnès como el ya mencionado ante una cascada-. Todo confluirá en una amalgama de sentimientos encubiertos, de amores no correspondidos, relaciones rechazadas y en la inevitabilidad de un destino que queda reflejada en esa carta de disculpas que Agnès quiere entregar a Jean rechazando sus sentimientos pero que pese a sus intentos vuelve a su destinataria por la fuerza del viento.
Como si fuera algo prefijado y en el que la fuerza del sentimiento prevalezca sobre otra circunstancia, lo que debería erigirse en una venganza de Hélène revelando el pasado amoroso de Agnès -ya convertida en esposa de Jean-, y siendo revelado también en el interior de un coche –tal y como confesó su desdén al inicio del film-, servirá como catalizador para la liberación del drama. Agnès estará a punto de morir en uno de sus amagos de corazón. Sin embargo la llamada del amor que le brinda desesperadamente un Jean arrepentido, además de favorecer una secuencia final realmente maravillosa, permitirá que la esperanza de sus sentimientos, ya sinceros y sin resquemores del pasado, puedan nacer a la esperanza. Bresson no había planteado aún en su cine la entrega de la propia vida como anhelo de redención.
De entre los títulos que he visto de su obra no puedo decir que este se incluya entre mis preferidos. Ya he señalado antes el cierto lastre literario que brinda la inconfundible presencia de Cocteau en su configuración. Sin embargo, LES DAMES DU BOIS DU BOULOGNE –nunca estrenada comercialmente en España- es un film no solo interesante para lograr una visión de conjunto de la trayectoria de uno de los más grandes directores franceses, sino que por sí misma posee el suficiente interés como producto acabado, maduro y lleno de reflexiones morales.
Calificación: 3
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