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CINEMA DE PERRA GORDA

COMMANDOS STRIKE AT DAWN (1943, John Farrow) [Ataque al amanecer]

COMMANDOS STRIKE AT DAWN (1943, John Farrow) [Ataque al amanecer]

Entre la amplia nómina de realizadores que poblaron el Hollywood clásico, creo que sin atreverme a aplicar en él la vitola de un grande, sí que es cierto que convendría revisar la trayectoria realizada por el australiano John Farrow. Creo que es el ejemplo de un profesional que a tenor de lo que he visto hasta ahora de su obra, está caracterizada por una innegable solidez. Si a ello unimos la singularidad que proporcionan sus conocidos planos secuencias –en ocasiones de una complejidad asombrosa, y que en líneas generales se integran bien en sus películas-, nos dará la medida de un eficaz hombre de cine con peculiares maneras visuales, que en ocasiones fructificaron en interesantes películas.

 

Una de ellas, realmente poco conocida y valorada a la hora de realizar un cómputo de las más brillantes obras relativas a los episodios de resistencia de los pueblos europeos contra el nazismo, es sin duda COMMANDOS STRIKE AT DAWN (1943) –jamás estrenada comercialmente en España aunque editada recientemente en DVD con el título ATAQUE AL AMANECER-, que de un modo casi inmediato sirvió para plasmar en la pantalla un episodio de la resistencia de un pequeño pueblo pesquero noruego, ante la invasión nazi que muy pronto llena su entorno tranquilo, pacífico y rodeado de naturaleza, de ausencias de libertades y de muerte.

A partir de un relato de C. S. Forester, bien trasladado como guión de la mano del experto Irwin Shaw, COMMANDOS... se divide de forma claramente detectable en tres partes de desigual duración, que de alguna manera se corresponden con el elemento descriptivo de la localidad, las costumbres y los ritos que sobrellevan sus moradores, el largo episodio de concienciación y la visualización de la resistencia de sus vecinos. El primero de ellos es sin lugar a duda el fragmento de menor duración de la película y en ellos destaca la destreza de Farrow para introducir en ellos dos de sus conocidos planos secuencia. El primero de ellos comenzará con una larguísima panorámica circular de derecha a izquierda, abarcando desde ese mar que define los usos y costumbres de la pequeña localidad, hasta centrarse por medio de movimientos de grúas y complicados reencuadres con la vida diaria de la misma, así como presentarnos en ella al protagonista del relato. Sin lugar a duda Farrow pretendía con esta complicada secuencia hacer llamar la atención del espectador para adentrarse en la misma precisamente con la dificultad del mismo. En esta primera secuencia ya conoceremos a Eric Toresen (un excelente Paul Muni), pacífico pescador que pese a su condición pacífica sufrirá un proceso que variará de individuo pasivo a comandar el grupo de resistencia que acometerá la rebelión contra el invasor nazi.

Aún en este breve bloque contemplaremos el que quizá sea el plano más complejo de la película, desarrollado en una boda en la que al tiempo que los tradicionales bailes noruegos, el constante fluir de la cámara nos permitirá atender las amenazas que algunos familiares militares contemplan en torno a la política de los alemanes. La pantalla mostrará a continuación una serie de titulares de prensa que hacen evidencia del lúgubre presagio, hasta que estos se centran en la invasión noruega. Es ahí donde se inicia el segundo bloque narrativo –sin lugar a duda el más brillante del film-, en el que contemplaremos la llegada de los enviados del ejército alemán, sus aparentes buenas palabras que muy pronto muestran a las claras el carácter absolutista de su forma de actuar, los primeros efectos de interrogatorios, el control sobre la enseñanza o la quema de libros. Una situación que se nos ha mostrado en muchas otras películas –quizá en ocasiones con mayor fuerza cinematográfica que en este caso-, pero que son plasmadas con notable precisión por la cámara de Farrow, ayudado por la contrastada fotografía de William C. Mellor y la magnífica prestación de un ajustado cast en el que destaca la presencia de la veterana Lillian Gish. La atmósfera opresiva se hace casi irrespirable y muy pronto el conjunto de la población unirá sus esfuerzos en la ayuda de un grupo de hombres que conformarán la resistencia y que comandará Toresen. Este finalmente huirá junto a su hija e incluso esquivará con la ayuda de una anciana del lugar la cercanía de los nazis refugiándose en el interior de un pozo. Esa sensación de unión de un pueblo oprimido está muy bien plasmada en este largo fragmento de la película, que se ha sucedido tras su secuencia más rotunda, que es la que en un plano secuencia nos muestra el fusilamiento de un joven marino al que han capturado los nazis en sus actividades de resistencia.

Una vez plasmada la huída, Toresen descubrirá la existencia de aviones ubicados de forma camuflada y detecta los planes existentes de cara a la invasión generalizada de nazis y la creación de una base aérea. Es momento de intentar huir hacia Inglaterra en un barco y para ello logra la ayuda de varios convecinos. En el instante de la materialización de la huída uno de los reclutados finalmente resultará ser un colaboracionista de los nazis, y un mando alemán le entregará un silbato para perros con el que podrá detectar el lugar donde se embarcarán los noruegos sin que ellos lo adviertan. La traición, contra todo pronóstico, será revelada por la esposa del propio delator, quien en un momento de extrema fidelidad a su pueblo preferirá contársela al pacifico pescador, quien ya en alta mar dará las órdenes oportunas para atar al traidor y dejarlo morir ahogado –en un plano fijo de extrema dureza donde los gritos en off del condenado ofrecen un dramático contrapunto-.

La pequeña embarcación será llevada a Inglaterra al encontrarse con un submarino de su ejército, llegando con ello el tercer bloque del film –de briosa ejecución aunque sin la fuerza del que le ha precedido-, que culminará con sendas luchas de los británicos y un ataque a los nazis de la población, en los que perecerán bastantes de los lugareños y se sacrificará el propio Toresen, dentro de una imagen que se brindará como una apuesta por la libertad de un pueblo.

Sin llegar a la altura de la contundencia, el humanismo, la abstracción o la universalidad de obras antinazis de Fritz Lang o Jean Renoir, no es menos cierto que esta casi nunca mencionada película de Farrow –ni siquiera Tavernier y Courdesson la citan en su repaso a su trayectoria en su imprescindible libro “50 años de cine norteamericano”-, sí se puede ubicar a la altura de brillantes propuestas firmadas por nombres como Lewis Milestone. Es indudable que su amplísimo bloque central se erige a un nivel que no alcanzan los otros dos que le rodean –de menor duración por otra parte-, pero no es menos cierto que en conjunto es una apuesta valiente y lograda, por clamar contra la invasión de un ejército que buscaba la oposición a la auténtica libertad.

Calificación: 3

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