THE FILE ON THELMA JORDON (1950, Robert Siodmak)
Al contemplar THE FILE ON THELMA JORDON (1950, Robert Siodmak) –únicamente vista en España por medio de algunos pases televisivos-, uno tiene la sensación contrapuesta de asistir a una propuesta francamente eficaz –en bastantes momentos incluso brillante-, pero por otro lado estar ante una película que desprende una cierta sensación de dejá vu, de formulismo o de historia ya demasiadas veces contada. No por ello voy a negar el buen resultado global de la que sería la última aportación de Siodmak al cine negro norteamericano, dentro de una película férreamente englobada dentro de la inclinación que, dentro del género, comandó Hal Wallis en el seno de la Paramount.
Cleve Marshall (Wendell Corey) es el ayudante de un investigador en una localidad de California. Hombre casado y padre de dos niños, caracterizado por su aparente conformismo, mantiene una tensa situación con su esposa –Pamela (Joan Tetzel)-. Esta está muy inclinada hacia la figura de su padre –un poderoso juez de la zona-, ejerciendo esta circunstancia como piedra de toque para acentuar ese abismo que se ha instalado en la aparentemente cómoda convivencia del matrimonio Marshall. Una de las ocasiones en las que Cleve se ausenta de su casa por las diferencias con su esposa, conocerá a la atractiva Thelma (Barbara Stanwyck), en la que muy pronto encontrará esa fascinación que está por completo ausente en su vida conyugal. La relación entre el ayudante y Thelma se irá estrechando, hasta que en un momento determinado esta se ve envuelta en el caso del asesinato y robo nocturno de su tía Vera, que además la ha dejado como heredera de sus bienes.
Un crimen que irá estrechando sus pistas cada vez más hacia Thelma, y en cuyo acercamiento se irán descubriendo una serie de mentiras hasta entonces urdidas por ella, y en la que se evocará un turbio pasado y una relación con un individuo de baja catadura. La situación se hará más compleja al ser designado Cleve como fiscal del caso que acusa a su amante como asesina de la anciana Vera. Esta dualidad se convertirá en un tormento para un hombre de intachable moralidad, atrapado en la red de una pasión que a ciencia cierta no sabe si le corresponde o no.
A partir de esas premisas, Siodmak urde los mimbres de esta clásica historia de cine negro, que tiene sus polos de inflexión en primer lugar en una nada complaciente descripción de una American Middle Class, expresada en la propia familia de su protagonista. La presencia de una esposa de escasísima personalidad, su servilismo hacia la figura paterna, el entorno acomodado que los rodea, la presencia de ritos como fiestas sociales o las obligadas vacaciones, comportan fundamentalmente unos minutos iniciales realmente punzantes y que en la figura de su protagonista masculino, conforman un panorama lleno de mediocridad y rutina que de alguna manera favorecerá su encuentro con Thelma. Esta aparecerá en el despacho de su superior, confundiéndolo con este –el encuadre nos muestra la mirada de Thelma hacia Cleve, situando al fondo la puerta en la que figura el nombre del titular del despacho-. Bastante bebido, muy pronto el aburrido casado encontrará en la recién llegada una mujer con atractivo y sensualidad que le devolverá una ilusión por la vida, aunque eso le comporte un notable riesgo. A pesar de ir descubriendo en ella una serie de mentiras o medias verdades, su interés y fascinación hacia su amante no mermará, incluso cuando se plantee la dura prueba de protegerla en el asesinato de su tía Vera. Un crimen que ciertamente se puede considerar como una de las mejores secuencias de todo el cine de Siodmak, caracterizada por una ambientación basada en el tratamiento de las sombras, el suspense, la ascendencia casi de la escuela de terror clásico, y un dominio de los encuadres realmente admirable.
A partir del mismo, THE FILE OF THELMA JORDON alcanza una nueva dimensión, incidiendo en la constante ambigüedad proporcionada por el personaje encarnado por la Stanwyck –en una labor magnífica y caracterizada por un aire sinuoso y más relajado en comparación con otros arquetipos suyos previamente esbozados en otras películas; el recuerdo sobre DOUBLE INDEMNITY (Perdición, 1944. Billy Wilder) se proyecta en esas fotografías que revelan su pasado turbio-, y al mismo tiempo la película incide en ese retrato de una colectividad ciertamente poco agradable, que se manifiesta incluso en el juicio a la hora de mostrar las técnicas para influir en el jurado –algo que haría también en aquellos años Nicholas Ray en KNOCK ON ANY DOOR (Llamad a cualquier puerta, 1949) y en la que una aparente inflexión de Cleve en su debut como fiscal, en el fondo encubre su deseo inconsciente de salvar a la mujer a la que ama realmente, pero de la que cada vez desconfía más.
En su entorno se situará la figura de un experto abogado al que solo le importan los métodos y en absoluto la culpabilidad o no de su cliente, conformando una crónica finalmente de alcance moralista pero indudablemente bien ejecutada en la que importa mucho la sensación de desasosiego, de estar siempre vigilado, de no poder actuar con completa libertad, característica de la vida americana en aquellos años, y que quizá de forma inconsciente fue trasladada a la pantalla –como en tantas ocasiones en este periodo-, en una propuesta eficaz, de notable ritmo, bien interpretada y mejor iluminada por la labor del operador George Barnes.
Calificación: 3
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