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CINEMA DE PERRA GORDA

MANDINGO (1975, Richard Fleischer) Mandingo

MANDINGO (1975, Richard Fleischer) Mandingo

Nadie puede poner en duda la irregularidad que envolvió la trayectoria de Richard Fleischer a partir de los primeros años setenta, y que le llevó con el tiempo a productos tan indignos como THE JAZZ SINGER (El cantor de Jazz, 1980) –por citar uno que he tenido oportunidad de ver-. Es algo que fue bastante común a realizadores de sus características o incluso otros más veteranos –la lista sería larguísima: Huston, Donen, Fulller, Aldrich…- a las que los nuevos y tristes rumbos del cine norteamericano confinó a unos modos mucho menos estimulantes que los que sirvieron como telón de fondo los mejores instantes de su trayectoria.

Pese a esa reconocida irregularidad, no es menos cierto que el paso del tiempo ha permitido una relativa valorización de algunos títulos de Fleischer en este periodo, y que en su momento pasaron desapercibidos. Ni que decir tiene que SOYLENT GREEN (Cuando el destino nos alcance, 1973) o la previa 10 RILLINGTON PLACE (El estrangulador de Rillington Place, 1971) gozan de status de culto. A ellas personalmente añadiría las cualidades de THE SPIKES GANG (Tres forajidos y un pistolero, 1974), título de escasísimos medios de producción, pero que revela intermitentemente el talento de su realizador. Muy cercana a esta última película se sitúa en el tiempo MANDINGO (1975), que en el momento de su estreno se despachó como una superproducción decadente y anacrónica, desfasada en un cine como el de los 70 que –lamentablemente-, prefería intereses aparentemente más loables.

Sin embargo, más de tres décadas después de su realización, MANDINGO emerge como una de esas ignoradas perlas cinematográficas de la primera mitad de aquella década –como THE NICKEL RIDE (El hombre clave, 1974. Robert Mulligan), THE SUGARLAND EXPRESS (Loca evasión, 1974. Steven Spielberg), y aquí que cada uno ponga los títulos de sus preferencias- formando parte destacada de lo mejor legado por el cine norteamericano de estos años de transformación y decadencia.

Pocas películas me han resultado –en bastantes momentos- tan incómodas de ver como esta aportación cinematográfica al terreno de la esclavitud de los negros, que ya de antemano se distancia de las visiones dulcificadotas o maniqueas propuestas anteriormente sobre la cuestión. En este caso, la mirada de tinte naturalista y sus personajes son mostrados en la cotidianeidad de sus acciones –eso es precisamente lo que nos importa más-. En la mansión de los Maxwell, será normal que su patriarca –Warren Maxwell (James Mason)- utilice un niño como cojín para apoyar sus pies en el suelo e intentar trasladarle los reumas que porta. En ese entorno todos saben quienes son los amos y los esclavos. Para los primeros, el que un esclavo sepa leer es motivo de castigo, y las negras se ofrecen como concubinas de los hijos de los propietarios.

En ese contexto, -Hammond (Perry King)- será el “amo” que poco a poco muestre una mayor consideración hacia los esclavos, protegiendo y amando secretamente a Ellen (Brenda Sykes). Pero la ambición de padre e hijo será la de lograr un buen “mandingo”, un luchador con el que puedan competir, y que Hammond logrará en su relación con Ellen, precísamele cuando va a casarse con Blanche (Susan George). Ambos llegarán como nuevos inquilinos del rancho, descubriendo el joven propietario que su esposa no era virgen, y por ello dedicándose a su amante negra, que se queda embarazada. En un viaje realizado para hacer luchar al mandingo, Blanche agredirá a la amante de Hammond, y logrará finalmente que esta pierda el niño que llevaba en su vientre al caer bruscamente de las escaleras.

Tras la brutal pelea que finalmente vence el luchador que ellos tienen, Hammond regresa al rancho y allí se entera de que Ellen ha perdido su hijo. Sin embargo, tampoco su esposa ha dejado de vengarse de la amante de este, provocando relaciones sexuales con el mandingo, que la harán finalmente quedarse embarazada… con unos resultados que serán el detonante de la tragedia con la que –paradójicamente- concluirá fríamente la película.

Anteriormente hablaba de lo incómoda de ver que resultaba el film de Fleischer, y creo que es ese precisamente uno de los rasgos de estilo de esta propuesta, que más allá de recrearse en un periodo oscuro de la historia norteamericana, muestra una mirada realmente demoledora sobre los bajos instintos de la condición humana, que muy bien podrían aplicarse a nuestros tiempos actualizando condicionamientos de época. Y es que MANDINGO muestra una galería de personajes realmente despreciables en el terreno de los blancos, pero también cuestionable para unos negros que siguen aceptando con naturalidad “su inferioridad” al ser tratados como animales. Quizá el gran acierto de la película proceda al ofrecer esa mirada con la suficiente distancia, sin tomar partido por lo que vemos, y de alguna manera intentando reflejar lo que “de cotidiano” tenía esa abominable esclavitud de negros.

De forma paralela el film de Fleischer se beneficia de un cast muy adecuado –incluso esa pésima actriz que es Susan George, está impecablemente utilizada-, y al mismo tiempo propone el acierto de incluir como personaje falsamente positivo a Hammond (muy eficaz Perry King), hijo del dueño. Este siempre se mostrará más condescendiente con ellos, pero no dejaremos de verle disfrutar en las peleas que disputa su mandinga, o haciendo gala de su superioridad de raza en las secuencias finales. Sin duda alguna, la psicología de su personaje es compleja y, sobre todo, definitoria de una personalidad finalmente endeble.

Y retomando ese rasgo de crueldad inherente en la película, no se puede omitir el desarrollo de una brutal pelea de negros, utilizando todos los medios más primitivos posibles, y en las que resulta quizá más duro ver las muchedumbres y los señoritos divirtiéndose al ver como dos esclavos se matan a mordiscos. No menos dolorosa es la secuencia en la que Blanche azota a la amante negra de Hammond y esta huye, cayendo por las escaleras y perdiendo el hijo que llevaba en su vientre. Duro es igualmente es el chantaje que la repugnante esposa del joven hacendado lanza al mandingo, teniendo este que acceder a sus deseos sexuales, y que fructificará en quedarse embarazada de un niño… negro, que el propio médico asesinará una vez nacido, de la forma más flemática posible.

Esta circunstancia será el detonante y abrirá el clímax final. En el mismo Hammond revelará el atavismo de clase “blanca” que porta en sus genes –incluso empuja a su amante negra y le reprueba su raza-. Una catarsis final que a mi juicio resulta mucho más eficaz que la de la excesivamente pirotécnica de THE WILD BUNCH (Grupo salvaje, 1969. Sam Peckimpah), y que culmina un recorrido lleno de desasosiego por los meandros de esta historia. Una película esta que quizá no depura algunos elementos estéticos muy deudores del cine de la época –planos con cámara al hombro- pero que aún hoy día sorprende y merece ser destacada por su singularidad. Y también por recuperar en sus imágenes varios de los rasgos visuales y composiciones cinematográficas que cimentaron el la personalidad de Richard Fleischer desde sus primeros pasos en la década de los cincuenta.

Calificación: 3

5 comentarios

byka flores -

goooooooooooooooooood

JAIME VICTOR -

todo esta bien es muy interesante

EDISO CARLOS -

PORNO

pepe -

Richard Fleisher era desde los setenta un director de secuelas:
El último Don tras El Padrino , también retomó el tema del boxeo tras el impacto comercial "Rocky" .
Pero Fleisher fue uno de los grandes de la Rko durante la década de los cincuenta. En los sesenta defendió el tipo.
En los setenta una de cal y una de arena.Pero el que tuvo, retuvo...

Por cierto, que grande eres Miguel

sjfjrgf -

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