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CINEMA DE PERRA GORDA

7 VÍRGENES (2005, Alberto Rodríguez)

7 VÍRGENES (2005, Alberto Rodríguez)

No se puede decir que 7 VÍRGENES (2005, Alberto Rodríguez), aporte nada nuevo a un tipo de cine centrado en personajes marginales surgidos en zonas urbanas obreras y familias en conflicto. Así pues, quien contemple esta sencilla película con esas intenciones, es probable que vea defraudadas sus expectativas.

 

No obstante, con el film de Rodríguez nos encontramos tan alejados de PERROS CALLEJEROS (1976, José Antonio de la Loma) como de LES QUATRE CENTS COUPS (Los cuatrocientos golpes, 1959. François Truffaut), por citar dos extremos de lo degradado o valioso que puede ser internarse cinematográficamente en este terreno. En este sentido, sí que creo que 7 VÍRGENES es una apuesta interesante, sería, astuta y complaciente al mismo tiempo, en la que se lidia ante la posibilidad de conseguir un producto comercial para el público juvenil, y respetuoso en su acogida por la crítica. En ambos aspectos la operación puede decirse que salió redonda, y uno personalmente agradece que su resultado final no contenga “tics” y efectismos cinematográficos a los que se es tan proclive desde una propuesta de estas características.

 

7 VÍRGENES centra sus elementos en el breve retorno del joven Tano (Juan José Ballesta) a su entorno vital. Se trata de un muchacho que aún no ha alcanzado la mayoría de edad, que se encuentra varios meses internado en un reformatorio –en un momento de la película se deja entrever que fue acusado de homicidio involuntario a causa de un accidente de coche-, y al que dejan en libertad provisional por espacio de dos días para asistir a la boda de su hermano. Esta circunstancia le permitirá retornar provisionalmente a su hábitat, que se describe en un barrio dormitorio de una ciudad industrial de Andalucía.

 

A partir de ahí, Tano volverá a compartir vivencias con su mejor amigo –Richi (Jesús Carroza)-, experimentará de nuevo con pequeños delitos, dará buena cuenta de un sentimiento hedonista de la vida, ausente de valores, y vivirá en carne propia la frustración de un amor no correspondido. Una frustración esta de la que se dejará entrever su humilde extracción social, que será para nuestro protagonista el detonante para su anuencia con el temperamento violento.

 

Y es que hasta entonces –aproximadamente la primera mitad de su metraje- 7 VÍRGENES es una propuesta que se deja llevar por matices descriptivos, con una estupenda elección de actores no profesionales que encajan a la perfección en la tipología descrita, y que entronca con una vertiente casi costumbrista que por momentos llega a rozar una cierta autocomplacencia, plasmada en esos planos generales del barrio obrero filmados casi con preciosismo.

 

Por fortuna para el interés de la película, ese señalado rechazo de la que fue novia de Tano, tras una noche de intimidad con ella, será el detonante para la demostración de esa rebeldía y violencia hasta entonces interior del muchacho. Esta inflexión tendrá su punto de referencia en la paliza que le propina a un hombre que repelía el ataque de la pandilla en donde –forzadamente- se ha introducido nuestro protagonista. A partir de esas secuencias, el film de Alberto Rodríguez gana en interés e intensidad dramática, y sus tintes se tornan progresivamente sombríos. Ello se manifiesta en los detalles que se esbozan de la boda de su hermano –una de las más deprimentes que se puedan contemplar- y en la catarsis final que llevará a nuestro protagonista a ser sujeto de un destino al que no puede escapar, y que llega a noquear al espectador en el congelado de imagen final –en cierta forma retomando el ya señalado clásico film de Truffaut-. Con la temperatura emocional lograda en esos últimos momentos, es cuando apercibimos que la apuesta del realizador quizá no sea todo lo profunda que pudiera, pero es sincera y honesta.

 

Para finalizar, no vamos a entrar en valorar si fue justo o no el galardón al mejor actor que se concedió al joven Juan José Ballesta en el Festival de San Sebastián 2005, por su encarnación del joven protagonista. Lo que sí es cierto es que dota a su personaje de carisma y tristeza interior y no es muy arriesgado vaticinarle una brillante trayectoria en la pantalla –quizá solo tendría que inclinarse en el futuro hacia otro tipo de personajes que permitan acreditar su previsible versatilidad-. Junto a él, el debutante Jesús Carroza aporta una química especial con Ballesta, y esa cierta hondura que a Tano aún no le manifestará precisamente hasta que la historia llegue a su fin.

 

Calificación: 2’5

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